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Dalái lama insiste en controlar su sucesión ante presiones de China

  • Xóchitl Montero
Desde el exilio, la cúpula política y religiosa del Tíbet realizó un ritual tradicional de larga vida para el dalái lama, conocido como tenshug

En el marco de su 90 cumpleaños, el dalái lama reafirmó que la autoridad exclusiva para designar a su sucesor recae en el Gaden Phodrang Trust, una fundación que resguarda su legado. Esta declaración busca proteger al budismo tibetano de lo que él y su comunidad consideran una clara intromisión del gobierno chino.

El mensaje no es menor. Desde hace décadas, China insiste en que cualquier futura reencarnación del dalái lama debe pasar por el llamado sorteo de la urna dorada, un antiguo mecanismo que ahora Pekín respalda como parte de sus normas estatales. Para las autoridades chinas, este proceso debe regirse bajo sus leyes nacionales, lo que en la práctica significa tener el control político de un acto profundamente religioso.

La raíz del conflicto se remonta a 1950, cuando el ejército chino invadió el Tíbet, provocando una ruptura histórica que perdura hasta hoy. A pesar de que Pekín considera al Tíbet como parte integral de su territorio —bajo la figura de “Región Autónoma”—, muchos tibetanos siguen exigiendo mayor autonomía y la preservación de su identidad cultural y religiosa.

El dalái lama, exiliado en la India desde 1959 tras una rebelión fallida, es visto como un símbolo mundial de la resistencia pacífica y la lucha por la libertad religiosa. Sin embargo, para el gobierno de Xi Jinping, su figura representa una amenaza latente de separatismo. En respuesta, China ha reforzado su presencia militar en la región, impuesto restricciones en la práctica del budismo y promovido la enseñanza del mandarín por encima del tibetano, lo que muchos interpretan como un intento de borrar la cultura local.

Diversas organizaciones de derechos humanos han documentado casos de represión, detenciones arbitrarias, censura y vigilancia sistemática en la región tibetana. Para los tibetanos en el exilio, el conflicto no es solo político, sino una lucha por preservar una espiritualidad que corre el riesgo de ser manipulada.

Ayer, desde el exilio, la cúpula política y religiosa del Tíbet realizó un ritual tradicional de larga vida para el dalái lama, conocido como tenshug. Más allá del acto ceremonial, fue un gesto de resistencia: la continuidad del budismo tibetano no puede estar sujeta al control de un gobierno extranjero, según dejaron entrever sus organizadores.

Por ahora, la sucesión del dalái lama se perfila como el próximo campo de disputa en una región que vive bajo tensión constante, con el tiempo corriendo en contra de un legado milenario.

 

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foto cortesía 

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