- Texmelucan
Padres de poblano detenido en Chiapas ignoraban si estaba vivo
Sin saber si su hijo estaba vivo o muerto, don Juan y doña Francisca se mantenían a la espera de una llamada telefónica de su hijo David, quien en diciembre de 2013 les avisó que había sido detenido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y que lo estaban acusando de haber participado en un robo de artesanías.
En ese momento, los señores de avanzada edad no pudieron hacer nada por ayudar jurídicamente a su hijo, porque doña Francisca se encontraba a punto de ser intervenida quirúrgicamente debido a una enfermedad que padece desde varios años atrás. Don Juan tuvo que elegir entre pagar la operación de su esposa o acudir al rescate de David.
Desde entonces, la señora se ha mantenido en terapias de recuperación mensuales, las cuales tiene que costear su esposo con trabajos temporales y a veces, con lo que obtiene de la venta de artesanías en la comunidad.
Ellos, tampoco tienen una propiedad. Unos años antes de que David decidiera irse en busca de trabajo, la familia se estableció en Santa María Texmelucan, una comunidad ubicada en las faldas del Iztaccíhuatl, la cual tiene apenas unos tres mil habitantes. Por ello, rentan una pequeña casa a la orilla del pueblo.
La búsqueda
El sábado 8 de agosto el reportero realizó una visita al Centro de Reinserción Social No. 14 de El Amate, en Cintalapa, Chiapas, donde le presentaron a David, quien luego de contar su caso y explicar que había perdido el número telefónico de sus padres, entregó al reportero una carta dirigida a ellos y la petición de conseguir un nuevo enlace.
“El poblano” –como le dicen los internos- garabateó un croquis sobre un pedazo de papel, sin brindar mayores referencias más que las de un mecánico y una tienda de abarrotes cercanos al domicilio, de las cuales tampoco se acordaba del nombre.
Ocho días después, con todo en contra, el reportero se dirigió en busca de los padres de David, recorriendo tienda por tienda y mecánico por mecánico en las comunidades de Santa María Texmelucan y San Rafael Ixtapaluca, e incluso mediante perifoneo, sin obtener respuesta. Finalmente, por la tarde, un curioso se acercó a preguntar sobre las personas que eran buscadas y tras una breve explicación, indicó un sitio similar al garabateado por David.
Entre pobreza y problemas de salud
“Lo último que supimos de él fue hace ya varios meses, creo que el año pasado. Desde entonces ya no se comunicó. Ya no supimos nada”, recuerda don Juan con la voz entrecortada, mientras consuela a su esposa, quien no contiene el llanto al escuchar que su hijo está bien y en espera de salir del encierro.
Sentados en torno a una pequeña mesa de madera rústica, ubicada en medio de un cuarto largo dividido por cortinas improvisadas, el señor explica que quisieron ayudar a su hijo, incluso buscaron asesoría con un abogado, pero éste no les dio más esperanzas que la de dejar todo en manos del defensor de oficio. “Dijo que había que ir allá, que desde acá no se podía hacer nada”.
Doña Francisca narra los días que ha pasado en espera de su hijo. “No sabíamos si estaba vivo o muerto, o si ya había salido… Le he pedido mucho a Dios porque me lo cuide, porque me diera una señal para saber si estaba vivo mi’jo”.
Con un rostro triste, don Juan lamenta su condición económica y los problemas de salud por los que ha tenido que pasar su esposa. “Cuando él nos habló y nos dijo lo que estaba pasando, no pude hacer nada. Mi mujer ya había sido turnada para ser operada… tuve que elegir entre uno y otro. Aquí, podía salvar una vida y a él pues la cárcel no lo va a matar”.
El padre de David recuerda además que las últimas veces que habló con su hijo fue porque él les marcó desde el interior del penal para solicitarles el apoyo con 300 pesos, porque había perdido un pantalón en la lavandería y se lo estaban cobrando. “En ese momento no pude ayudarlo, no tenía nada. Fue hasta la siguiente semana cuando le deposité a una cuenta de Coppel que él me pasó, a nombre de otra persona… pero sólo le pude poner 250 pesos”.
Después de eso, hubo un conflicto entre internos en el penal del El Amate, por lo que David tuvo que salir corriendo de la celda sin darle tiempo de tomar sus pertenencias. Allí, perdió el número de sus padres y no pudo volver a comunicarse con ellos.
Transcurridos varios meses, la noche del sábado 15 de agosto del 2015, una llamada telefónica estremeció el corazón de doña Francisca: “Ésta es una llamada proveniente del reclusorio. Si desea aceptarla presione 1, de lo contrario, presione 2”.
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