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Pilotos de Aeroméxico

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Los pilotos requieren de todas las herramientas a su disposición para poder ofrecer los más altos estándares de seguridad, pero eso solo se logra siendo justos

Estamos a una semana de que los pilotos agremiados a la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México (ASPA) decidan si estallan la huelga que tienen emplazada para este 1° de octubre.

Es momento de que hablemos un poco más allá de las negociaciones que el sindicato y la empresa llevan. Quiero referirme al trabajo de los pilotos, hombres y mujeres, encargados de conducir las modernas aeronaves, que transportan a los pasajeros, de manera segura a su destino.

Sé muy bien que el sueño dorado de los dueños de todas las líneas aéreas sería reducir al máximo los gastos de operación, y con ello también a su personal. No es nada gratuito que a nivel mundial se estén desarrollando diversas inteligencias artificiales que en un futuro cercano permitan suplir a los pilotos, o por lo menos a uno de ellos.

Por esta razón los pilotos alrededor del mundo están más que ocupados en el tema. Tal es el caso de la Asociación de Pilotos Europeos (ECA), quienes ante la posibilidad de que un avión sea manejado sin copiloto, a mediados de año comenzaron una campaña que decía “One Means None” (Uno significa ninguno). Sin embargo, tampoco podemos cerrar los ojos, y tenemos que observar cómo la propia industria está impulsando esta idea en “aras” de una mayor productividad.

Y aquí me quiero estacionar; los pilotos de Aeroméxico están agremiados a ASPA, y tenemos claro que la aerolínea -como las de todo el mundo- lo que busca es obtener una mayor productividad, porque a pesar de la recuperación de las operaciones después de la pandemia de Covid, no tardará en venir una “meseta” que va a desacelerar el crecimiento de las aerolíneas.

Y hay que decirlo sin empacho y sin amarillismo, esto es totalmente normal, y más aún en la industria aérea. En Europa empiezan ya a sentir esa desaceleración, que además viene de la mano con el incumplimiento de la fabricante Boeing, que no ha entregado sus equipos a tiempo, lo que ralentiza a la industria aérea.

Por tal motivo, queda claro que Aeroméxico, después de haber pasado por el doloroso capítulo 11, tiene que ser cauto en lo referente a su crecimiento. Eso cualquiera lo puede entender; pero también es cierto que hacen un cambio de imagen aprovechando su 90 aniversario, y está siendo utilizado como marketing para la aerolínea. Pocos podrán negar que ese es un gasto muy bien justificado.

Pero en medio de esta recuperación, los convenios de ahorro firmados con los distintos grupos trabajadores y que en su momento le permitieron “sobrevivir” a la aerolínea, se han venido venciendo y ahora, con el crecimiento que está teniendo la aerolínea del caballero águila, los trabajadores consideran -y con justa razón-, que pueden y deben recibir mejores remuneraciones por su labor.

Y este es para mí el punto medular; como país estamos en la antesala de una revolución en el plano laboral. El tema de las 40 horas se seguirá discutiendo y en la aviación no deben quedar excluidos los trabajadores; y es que por ahora podemos decir que los tripulantes trabajan 48 horas a la semana.

¿Por qué es importante la reducción de horas? Porque en el caso de la aviación para que la operación sea 100% segura, es indispensable que los tripulantes estén en óptimas condiciones, físicas y mentales.

Y esto solo se va a lograr si las empresas -en este caso Aeroméxico- manifiestan en los hechos que entienden que es vital la conciliación materno-paterno laboral así como el tema de los cuidados. ¿A dónde quiero llegar con esto? En varias columnas he hablado de lo complicado que significa dar el paso hacia la maternidad cuando se trabaja en la industria aérea. Si de por sí es complejo para la gente que trabaja en tierra, en el caso de los tripulantes se vuelve una “misión imposible”.

La ley dice que una mujer que está amamantando tiene derecho a “dos descansos extraordinarios de 30 minutos cada uno, para amamantar a sus hijos”, bueno pues esto es imposible si la mujer lactante es piloto o sobrecargo; no te puedes llevar a tú retoño al vuelo y amamantarlo, tampoco puedes desviar el vuelo para regresar a darle pecho dentro de la jornada laboral.

¿Y qué pasa con los cuidados?, aunque se tiene la vetusta creencia de que las mujeres somos las encargadas de proveer cuidados a las familias, cada vez hay más ejemplos de hombres que son los responsables del cuidado de terceros, que pueden ser, desde los propios hijos, padres e incluso abuelos ¿qué sucede con ellos?

Estos planteamientos vienen aparejados a la propuesta de la reducción de la semana laboral de 48 a 40 horas, y hacer posible la conciliación con el tema de los cuidados a terceros, porque en caso de que la persona que trabaja no pueda cuidar directamente a su familiar, tendrá que pagarle a un tercero para que lo haga en su lugar.

Y pongo el contexto, aunque sea a grandes rasgos, pero es para que tengan una idea: los pilotos estuvieron laborando durante cuatro años bajo un convenio de ahorros que les recortaba entre salario y prestaciones alrededor de un 60%. Este convenio tiene fecha de caducidad, y los pilotos están pidiendo que la empresa les pague como estaban antes de este convenio, eso para empezar y que además se les subsane conforme al incremento que la vida ha tenido en estos cuatro años.

Para mayor claridad, pongamos un caso hipotético, aunque podría ser más real de lo que ustedes se imaginan: un piloto que tiene que hacerse cargo de sus padres, tiene que pagar la manutención de ellos, y por el convenio de ahorros tuvo que sacarlos de la casa de reposo donde estaban, por falta de liquidez, y llevarlos a su casa, contratando una enfermera.

Imaginen el estrés que tiene que vivir diariamente este piloto. No puede irse totalmente tranquilo al vuelo, porque confía que la persona encargada de ellos no le vaya a fallar, y si lo hace, él se encuentra a mitad de un vuelo donde no puede hacer absolutamente nada.

¿Saben que pasa con un piloto estresado? Pues reduce drásticamente su consciencia situacional, y en lugar de estar atento a todos los procedimientos que debe vigilar estando al mando de una aeronave, trae la cabeza en otro lado, con la angustia de no saber qué les puede pasar a sus padres, y con la incertidumbre de cómo les puede encontrar a su regreso.

Lo digo con conocimiento de causa; yo estuve algunos años en el sindicato de sobrecargos, y gracias a que en ese periodo no tenía que volar, pude hacerme cargo de uno de mis hermanos que padecía Alzheimer; pero si hubiese estado volando, cuidarlo hubiera sido imposible. En otro momento, en que estuve integrada a la línea, ¿cuántas veces no dejé a mi hija enferma por irme a un vuelo?; tenía que pagarle a una persona para que cuidase de ella, pero ¿qué pasa cuando el salario no alcanza para pagarle a esa persona?

Si tienes la suerte de tener familia, y que esté dispuesta a ello, ¡maravilloso!, pero como en mi caso, mi madre falleció cuando yo apenas tenía 27 años, y mis hermanos con Alzheimer ¿quién cuidaría de mi hija?

Estas angustias son las que precisamente terminan minando la consciencia situacional, que en la aviación es de vital importancia para una operación segura. Si a eso le sumamos largas jornadas, y otras condiciones que solo se viven en un avión como las constantes presurizaciones, los cambios de horario y la alteración al ciclo circadiano, el panorama se pone más obscuro.

Lo sé, porque estuve dentro de la industria. Conozco todo lo que un tripulante de cabina hace para mantenerse funcional, y créanme que volar en esas condiciones no es totalmente saludable. Años tomando pastillas de valeriana para conciliar el sueño, alternándolas con pastillas de cafeína para estar alerta. A la larga eso pasa factura; no es casualidad que dentro de la aviación las adicciones estén a la orden del día, y ya no hablemos de la salud mental.

Nunca consumí drogas, pero fue hasta que estuve en tierra que descubrí que padecía de ansiedad, y es algo muy frecuente que los tripulantes padezcan enfermedades mentales, como depresión y ansiedad, porque es un trabajo muy solitario.

Más allá de que los pilotos solamente estén pidiendo que se haga efectivo el plazo firmado, este tipo de cuestiones de salud es por lo que piden una mejor remuneración a su empresa. Los pilotos están conscientes que requieren de todas las herramientas a su disposición para poder ofrecerle a la aerolínea los más altos estándares de seguridad, pero eso solo se logra siendo justos.

Después de cuatro años de sacrificio, qué mejor que pagarles bien. Lo digo y lo sostengo -y no me cansaré de hacerlo-, porque también me tocó vivirlo: un trabajador bien pagado, es mucho más fácil que se ponga la camiseta en tiempos de crisis con la empresa, y en épocas de vacas gordas es más sencillo que dé más del 100%.

Es una fórmula ganadora, procurando que el trabajador tenga una jornada no excesiva, que tenga tiempo para el ocio, para proveer de cuidados a sus familiares, ya que esto coadyuva a tener empleados emocionalmente más sanos y sobre todo bien remunerados, que no se estén tronando los dedos porque no llegan a fin de mes.

Los pilotos de Aeroméxico se aventaron hazañas que no solo ayudaron a su aerolínea; no podemos olvidarnos que gracias a ellos y su esfuerzo fueron los encargados de traernos las vacunas en plena pandemia. Sí, la empresa puso el avión, pero quienes fueron y regresaron con los insumos fueron los pilotos que se aventaron extenuantes jornadas. Insisto, en el estudio más viejo que existe sobre fatiga, queda claro que volar durante un año, es igual a trabajar 7 años en tierra.

Espero que ambas partes lleguen a un acuerdo de ganar-ganar, porque requerimos de trabajadores sanos física y emocionalmente, para que continúen contribuyendo al crecimiento del caballero águila.

 

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Columna de Ximena Garmendia en SDP Noticias
 
Foto Cortesía
 
clh

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