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Hígado graso sin alcohol: cómo detectarlo y qué alimentos evitar

  • Xóchitl Montero
Este padecimiento tiene dos vertientes: el hígado graso simple, sin inflamación o daño celular, y la esteatosis hepática no alcohólica, que sí puede provocar inflamación, fibrosis y, en casos severos, cirrosis o cáncer hepático

La enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés) se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa en el hígado sin relación con el consumo de alcohol, y está cobrando relevancia entre la población por sus consecuencias a mediano plazo, según los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. (NIH). Este padecimiento tiene dos vertientes: el hígado graso simple, sin inflamación o daño celular, y la esteatosis hepática no alcohólica, que sí puede provocar inflamación, fibrosis y, en casos severos, cirrosis o cáncer hepático.

El hígado, tal como explica Harvard Health, pesa alrededor de 1.4 kg y cumple más de 500 funciones que van desde producir bilis hasta filtrar toxinas. No obstante, condiciones como la diabetes y la obesidad lo predisponen a acumular grasa . El problema es silencioso: en sus fases iniciales rara vez provoca síntomas, y suele descubrirse por estudios de rutina como análisis de sangre, ultrasonido o biopsia, cuando los resultados marcan valores fuera de lo común .

¿Cómo prevenir y revertir este daño?

Especialistas coinciden en que el primer paso es perder peso poco a poco si hay sobrepeso, junto con mejorar la alimentación . Los cambios recomendados incluyen:

  • Eliminar azúcares simples y bebidas endulzadas, como refrescos o tés azucarados. El exceso de fructosa y sacarosa aumenta la grasa hepática.
  • Reducir grasas saturadas y trans, sustituyéndolas por fuentes saludables como aceite de oliva, nueces, pescado graso y semillas, ricas en ácidos grasos omega‑3.
  • Incorporar alimentos de bajo índice glucémico: frutas, verduras y cereales integrales, para controlar el azúcar en sangre .

El enfoque nutricional recomendado por Mayo Clinic apunta hacia una dieta mediterránea, rica en vegetales, legumbres, frutos secos, aceite de oliva y pescados, y moderada en carne y lácteos. También se sugiere limitar productos con azúcares añadidos y carnes rojas .

Evidencia científica: ¿funciona?

Un estudio publicado en Gastroenterología y Hepatología mostró que en personas con NAFLD, seguir una dieta mediterránea redujo la grasa intrahepática entre 4.2 % y 10.2 % según diversas técnicas de imagen. Otro meta-análisis respaldado por el NIH logró obtener reducciones consistentes en fibrosis y lípidos hepáticos, vinculado a una disminución de colesterol y grasa en el abdomen .

Más allá de la dieta: estilo de vida

Además de la alimentación, se recomienda:

  1. Ejercicio regular: combinar cardio con ejercicios de resistencia mejora el metabolismo hepático .
  2. Evitar el alcohol: incluso en pequeñas dosis, puede empeorar el daño hepático .
  3. Dormir bien y manejar el estrés, ya que influyen en el metabolismo y la inflamación .
  4. Monitoreos médicos periódicos, sobre todo si hay obesidad, diabetes o niveles altos de colesterol.

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