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Coixtlahuaca: el territorio donde aún hablan las serpientes

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Ubicado al noroeste de Oaxaca, esta concepción del territorio se manifiesta de forma compleja a través de vestigios arqueológicos, códices y lienzos coloniales

Oaxaca.- “El territorio no es solo un espacio físico delimitado por fronteras; es también una construcción simbólica, histórica y cultural profundamente arraigada en las sociedades que lo habitan”.

Una región histórica al noroeste de Oaxaca

En el caso del Valle de Coixtlahuaca, ubicado al noroeste de Oaxaca, esta concepción del territorio se manifiesta de forma compleja a través de vestigios arqueológicos, códices y lienzos coloniales que revelan no solo la organización espacial y política de sus antiguos habitantes, sino también su visión del mundo, su estructura social y su relación con el paisaje.

Explorar la concepción del territorio desde estas tres perspectivas -arqueológica, documental e iconográfica- permite aproximarse a una comprensión más completa y respetuosa de las culturas indígenas mesoamericanas, y reconocer la vigencia de su legado en las comunidades actuales que aún habitan y resignifican estos espacios.

Tres lecturas del pasado: arqueología, códices y arte

Como parte del ciclo de conferencias “Oaxaca: Aportaciones desde la historia del arte”, Mónica Pacheco Silva, doctorante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, abordó la importancia del Valle de Coixtlahuaca en tiempos prehispánicos.

Comenzó explicando la relevancia de los códices mesoamericanos, documentos pictográficos fundamentales para comprender las estructuras sociales, religiosas y políticas de las culturas de esta región. Estos códices se clasifican en tres tipos: genealógicos-históricos, rituales-adivinatorios y administrativos. La mayoría de los que han llegado hasta nuestros días son de origen mixteco, aunque muchos se encuentran fuera de México.

Un viaje al pasado: la leyenda fundacional

Coixtlahuaca significa “llano de serpientes”, en alusión al río serpenteante que cruza el valle, conocido localmente como “río de la serpiente” o “río de la culebra”. Aunque en la región habitan especies como la serpiente de cascabel o la llamada “culebra sorda”, el nombre tiene un sentido más simbólico y espiritual que literal, reflejando la cosmovisión ancestral del paisaje.

Fernando Juárez, habitante del municipio invitado a la conferencia, relató la leyenda fundacional del pueblo, ligada a la cueva sagrada de Apoala. De ella emergieron una serpiente y un sapo con agua sagrada. Al llegar al territorio actual, pelearon por su posesión. La serpiente devoró al sapo, quien desde su interior se hinchó hasta hacerla estallar. El sapo huyó hacia Tamaulipas llevándose el agua, mientras que la serpiente, malherida, fue curada por una araña sagrada y fundó la comunidad. Así, el valle quedó seco y pobre en agua.

Esta leyenda refleja tanto la visión simbólica del entorno como la realidad geográfica de la región.

Capital del paisaje

Durante el Posclásico Tardío, después del año 1200, Coixtlahuaca experimentó un crecimiento poblacional significativo y una compleja red de asentamientos, debido a su papel como corredor comercial estratégico entre el altiplano central, el Valle de Oaxaca, el Golfo y el Pacífico.

Este carácter nodal convirtió al lugar en un importante mercado regional, donde confluían productos de distintas regiones de Mesoamérica.

A diferencia de otras civilizaciones mesoamericanas, como Teotihuacan o Tenochtitlan, Coixtlahuaca no se distinguió por sus construcciones monumentales, sino por su transformación intensiva del paisaje: terrazas agrícolas, canales de riego y modificaciones topográficas que evidencian una inversión colectiva sostenida.

Lo que algunos arqueólogos han denominado “capital del paisaje”.

Territorio y poder en los lienzos coloniales

Los documentos coloniales, como el Lienzo Seler, narran el territorio a través de genealogías y alianzas políticas y rituales, incorporando elementos europeos como iglesias o nobles indígenas representados bajo dominación.

“El territorio se representa mediante la presencia de personajes nobles, muchas veces en pareja, que legitimaban su poder en relación con el paisaje, reafirmando la idea de que el territorio y el poder estaban profundamente ligados a los linajes”, señaló Pacheco Silva.

Esta visión difiere radicalmente de la concepción europea, en la que el territorio debía estar claramente delimitado y continuamente definido para su administración jurídica. Mientras que los pueblos indígenas concebían un territorio fragmentado pero unido por vínculos sociales y familiares, los colonizadores exigían límites precisos que pudieran ser cartografiados.

La lógica colonial y la fragmentación forzada

Esto generó una ruptura profunda: las comunidades indígenas se vieron obligadas a traducir su cosmovisión a la lógica colonial para evitar la pérdida de sus tierras.

La imposición territorial provocó una fragmentación acelerada, agravada por la dramática caída poblacional tras la Conquista -más del 96 % de la población en la Mixteca Alta desapareció- y por la reconfiguración del espacio a través de congregaciones forzadas.

“Los antiguos señoríos, como el de Coixtlahuaca, que abarcaban amplias regiones, fueron reducidos de manera progresiva. Sin embargo, los pueblos comenzaron a generar mapas y documentos para justificar su permanencia en sus territorios ancestrales. Algunos de estos registros muestran que Coixtlahuaca se extendía desde Soyaltepec hasta los límites con Puebla, incluyendo pueblos que más tarde buscaron su autonomía territorial”, comentó la investigadora del IIE-UNAM, Unidad Oaxaca.

Los lienzos que custodian el tiempo

Una pieza clave en la preservación de la memoria histórica son los lienzos antiguos: documentos pictográficos que narran tanto la historia como el territorio de los pueblos.

Se conservan al menos dieciséis de estos documentos en la región, resguardados por comunidades como San Miguel Tequixtepec, Santa María Nativitas y San Miguel Tulancingo. Esta custodia comunitaria ha sido esencial para su conservación.

Atonal, señor de Coixtlahuaca

En el imaginario regional, Atonal es uno de los personajes prehispánicos más populares. Según la tradición oral, fue un gobernador valiente que logró unir a los pueblos mixtecos para resistir a los mexicas, liderados por Moctezuma, y derrotarlos en una primera batalla.

Humillado, Moctezuma regresó con un ejército masivo y arrasó con toda la población de Coixtlahuaca. Algunos relatos aseguran que Atonal fue capturado y sacrificado en el Templo Mayor.

El historiador Manuel Martínez Gracida ofrece otra versión: quien fue capturada fue Xochiquetzal, esposa de Atonal. Aunque apreciada por Moctezuma, ella se suicidó en señal de fidelidad a su esposo.

También se cuenta que, tras su triunfo inicial, Atonal partió a conquistar otros territorios, dejando desprotegido a su pueblo. Fue enjuiciado y asesinado, y algunos cronistas aseguran que fue enterrado en el Cerro de Nata.

“A pesar de ello, se dice que el rival más fuerte y aguerrido para Moctezuma fue Atonal, el señor de Coixtlahuaca”, afirmó Juárez.

¿Y cómo está hoy Coixtlahuaca?

Actualmente, el territorio habitado de Coixtlahuaca se ha reducido a una superficie de entre 10 y 15 kilómetros, repartida en cuatro secciones, según informó Juárez.

Aunque la emigración ha dejado muchas viviendas vacías, la comunidad mantiene una activa vida social y religiosa. Las fiestas patronales y los espacios históricos —como el exconvento de San Juan Bautista, la Capilla de la Purísima Concepción y los centros cívicos— son reflejo de esta vitalidad.

A raíz de los vestigios históricos aún presentes, se ha propuesto una ruta cultural que permita visitar los lienzos del valle como forma de visibilizar este valioso patrimonio. Esta iniciativa busca no solo promover la investigación académica, sino también reforzar la identidad cultural y fomentar el orgullo comunitario.

Un territorio que aún habla

El caso de Coixtlahuaca demuestra que el territorio, lejos de ser un simple espacio físico, es una dimensión profundamente simbólica y viva. La recuperación y estudio de códices, lienzos y tradiciones orales no solo permite reconstruir un pasado complejo y multifacético, sino también abrir caminos hacia un reconocimiento más justo de las culturas originarias.

Con sus mitos, documentos y paisajes intervenidos, este territorio sigue hablando con fuerza del pasado, pero también del presente y del futuro de sus habitantes.

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