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Las traiciones de Ernesto Zedillo
Vista con un sentido pesimista, algunos autores consideran que el principio más elemental de la lucha política (incluyendo la función y ejercicio del poder y el gobierno) no es la lealtad, a los líderes, los programas, las instituciones, los ideales, sino la traición como realidad en cualquier momento de la lucha política, sobre todo, en el momento más inesperado o por los actores aparentemente menos propensos a ello, es decir, de quien menos podrías esperarlo. Quien en sus cálculos políticos no cuenta con esta posibilidad, podríamos decir, que tiene una visión optimista y constructiva, positiva de la gestión de los intereses sociales, políticos, económicos e ideológicos, pero no es así. Un líder ampliamente experimentado como el expresidente AMLO lo resintió en carne propia. Para qué decir más, los casos son conocidos. Aún el peor traidor puede pensar que está haciendo un bien, a sí mismo o alguien más.
Pero desde un enfoque disciplinario menos conocido, como sería el psicoanálisis, nuestro propio inconsciente puede ser o actuar como “traidor oculto”. Explicamos: de acuerdo con J. Di Loreto, “Una región de nuestro propio ser desconocida que llevamos a cuestas. La traición es, como dice el psicoanálisis, lo que demanda ser reconocido. Traicionar es parte de la lógica del poder. Es una cuestión dialéctica si se quiere; de enfrentamiento, de disputa entre partes. Para convertirnos en un igual al que “tiene” el poder debemos enfrentarnos con él hasta las últimas consecuencias. En términos trágicos: la traición artera consuma de un golpe lo que otros medios (la política) no pueden”. (Panamá, 16 de septiembre, 2023)
Un líder político, él mismo, o sus seguidores, o su equipo de dirección o gobierno, siempre están en una zona latente propicia para la traición, hay una dialéctica entre lealtad vs traición. Habrá actores políticos fundamentales quienes nunca piensan en la traición, otros muy pocas veces, y otros más, varias o muchas veces. Un acto consumado de traición desajusta, desequilibra, desacomoda mucho o todo y obliga a un proceso de rehechura, de recomposición, de reestructura, lo personal y lo colectivo, lo institucional, etc., además en las variables precisas de la lucha política (la táctica, la estrategia, los programas, la correlación de fuerzas). Para autores como Denis Jeambar e Yves Roucaute (Elogio de la Traición, 2017), consideran la traición en política como un “acto fundacional” o refundacional, diríamos nosotros, porque siempre se produce sobre una realidad ya en curso, ya fundada.
Y ella se produce, cuando se produce un cambio importante en la ideología, el ejercicio del poder (gobierno o partido), cuando es necesario vencer en la lucha política u obtener un gran logro. Pero se traiciona también cuando se miente, o se engaña. En tal sentido, la traición es un acto que expresa la flexibilidad o adaptabilidad del poder a condiciones cambiantes, si no quiere seguirse el curso social o político precedente. Algunas se conocen y otras no. En el fondo esa “flexibilidad y adaptabilidad” expresa ausencia de constancia, de preservación, de consistencia en los principios, teorías o doctrinas hasta antes sustentadas y que habían sido la razón de ser del ejercicio del poder. La sabiduría y el arte de la política es también la capacidad y habilidad de prever y evitar la traición.
Ernesto Zedillo para llegar al poder, aunque haya dicho mil veces lo contrario, si participó, así sea con el silencio o la omisión, el disimulo, como afirmó en su carta póstuma Mario Ruiz Massieu, en los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruíz Massieu, los traicionó porque antes fueron sus colegas e integrantes de un equipo político que estaba en proceso de transmisión del poder. Si como dijo recientemente Raúl Salinas de Gortari, lo acusó del asesinato de Francisco Ruiz Massieu, de ser el autor intelectual de la muerte de su cuñado, por medio de la planeación de los diputados de Tamaulipas, Muñoz Rocha y Canales, fabricando las “evidencias” del delito.
Traicionó entonces a Raúl Salinas y al propio Carlos Salinas expresidente, quien recompuso el proceso de transmisión del poder a otro miembro del grupo de tecnócratas neoliberales como fue él, quienes ascendieron al poder mediante un “golpe de Estado técnico” en 1988, consumado por el expresidente Miguel de la Madrid, y dispuso todo en 1994 (“no se hagan bolas el candidato es Ernesto Zedillo”) para que él fuera el beneficiario directo del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Manuel Camacho ante las insinuaciones de que él habría tenido alguna participación en el asesinato del candidato oficial del PRI a la presidencia, se canso de repetir “yo no fui el beneficiario de ese evento”. ¿Para qué? Tiene mucha lógica.
Carlos Salinas dejó una situación económica explosiva hacia el cuarto trimestre del año 1994, se ha estudiado mucho la misma, lo cierto es que omitió entrar desde mediados de año a un proceso de ajuste económico por razones de imagen política ante sus aspiraciones de ser el primer presidente de la Organización Mundial del Comercio, pero el manejo económico-financiero que le dio Ernesto Zedillo con su equipo (Jaime Serra Puche, etc.) fue de novatos al anunciar a la élite empresarial la próxima macro devaluación que iniciaba el ajuste pendiente de la macro economía nacional, lo que Salinas llamó “el error de diciembre”, y a lo cual se refirió el entonces premio nobel de economía Joseph Stigliz diciendo “una devaluación nunca se anuncia”. Los afectados mayores vacían las reservas internacionales como mecanismo de defensa, lo que sucedió.
La fractura del bloque en el poder se había consumado de la peor manera con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, incluso, en términos de los ajustes o no, al programa neoliberal, ante la imposibilidad constitucional de Pedro Aspe y la campaña orquestada contra Camacho., el regaño a Ortiz Arana (líder del PRI), el apoyo de Fidel Velázquez para respaldar la decisión de Salinas, así como el rechazo a las pretensiones del ex presidente Luis Echeverría de ofrecer una candidatura desde su grupo político subsistente, más cercanos, la viabilidad del primer círculo de colaboradores de Carlos Salinas recaía en Ernesto Zedillo.
Por ello todo el ataque desarrollado contra él y su familia, sus colaboradores más cercanos, fue una abierta traición, independientemente de otras consideraciones de peso sobre Salinas. El asesinato de Colosio había consumado la primera gran traición del bloque hegemónico, esta lucha transexenal, fue la segunda mayor que marcó todo el sexenio zedillista. Algunos dirán no sin razón, que las omisiones voluntarias del equipo económico de Salinas para evitar heredar una situación financiera explosiva, fue una primera traición, la tradición mexicana de la sucesión del poder, reclamaba limpiar la coyuntura y cargar con los costos políticos de ello.
El FOBAPROA-IPAB consumó otra de las grandes traiciones de Ernesto Zedillo, la socialización de la quiebra bancaria de los bancos privados, pero especialmente para mí, la vía escogida para el rescate bancario. En Asia, Japón y otros, también quebró el sistema bancario, se resquebrajó el sistema de pagos de la economía nacional, pero no escogieron la modalidad de rescatar a los propietarios fallidos de los bancos privatizados, que bastante torpeza mostraron en su manejo, sino que optaron por una modalidad de rescate que rescató a los ciudadanos y familias deudoras, tomando el control financiero de los bancos, no asumiendo una colosal deuda con los fracasados banqueros, como hizo Zedillo-PAN, lo que costó la ruina de decenas de miles de familias y negocios que se quedaron sin el patrimonio de toda su vida. Esta fue la más grande y brutal traición al pueblo de México de la alianza criminal Zedillo PRI-PAN.
Haber escogido entre los ciudadanos y familias, empresas pequeñas y medianas en moratoria de pagos y comprar la cartera vencida a los bancos, en vez de pagar las deudas, o una parte sustancial de ellas, tomando el control financiero de los bancos quebrados, por el pésimo y absurdo manejo del riesgo crediticio, un manejo casi, de agiotistas, fue imperdonable. Dentro del jugo nacional de intereses sociales y económicos escogieron los de la élite financiera quebrada.
Pero, además, ha declarado el titular de la UIF Pablo Gómez, fue un acto inconstitucional haber asumido la deuda privada sin que hubiera de por medio fines de rentabilidad productiva de la inversión comprometida. Imperdonable. En esta fiesta de traidores y traiciones la reivindicación histórica del pueblo mexicano está pendiente y es la mayor deuda actual. Nos la deben los maestros de la traición política, que tienen una propensión natural a consumarla.
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Columna de Jorge Retana Yarto en SDP Noticias
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