El Centro Histórico de Puebla, uno de los patrimonios más importantes del país, enfrenta una grave amenaza. Casonas históricas, algunas de ellas con más de 100 años de antigüedad, se encuentran en riesgo de colapso debido a la falta de mantenimiento por parte de sus propietarios.

Se estima que al menos 50 inmuebles en el primer cuadro de la ciudad, incluidos barrios emblemáticos como El Parián y El Alto, están a punto de derrumbarse si no se toman medidas urgentes. Aunque el gobierno municipal ha intentado notificar a los propietarios para que tomen cartas en el asunto, muchos de ellos no han respondido a las advertencias.

A pesar de que la Gerencia del Centro Histórico ha identificado estos problemas, los propietarios se justifican diciendo que no cuentan con los recursos necesarios para llevar a cabo las reparaciones, e incluso algunos enfrentan conflictos legales que complican la intervención en sus propiedades.

Aimé Guerra, gerente del Centro Histórico y Patrimonio Cultural, destacó que aunque las notificaciones han sido entregadas, la falta de acción por parte de los dueños pone en riesgo la seguridad de los ciudadanos y la conservación de los inmuebles.

Uno de los puntos más críticos es que muchas de estas propiedades son privadas, lo que limita la intervención directa del gobierno. Según Guerra, el Ayuntamiento de Puebla no tiene la autoridad para realizar las reparaciones sin el consentimiento de los propietarios. Sin embargo, a través de un programa conjunto con el gobierno estatal, se están llevando a cabo trabajos para mejorar la imagen de las fachadas históricas, lo que, según la funcionaria, podría incentivar la llegada de inversiones y restaurar parcialmente algunas de estas estructuras.

El deterioro de las casonas no es un fenómeno nuevo, pero su gravedad aumenta con el paso del tiempo. Los desperfectos varían, desde simples filtraciones hasta grietas estructurales que amenazan con derrumbar los edificios.

En algunas zonas del Centro Histórico, el abandono de estas propiedades ha sido tal que ya no es solo el mal estado de las fachadas lo que preocupa, sino el daño estructural que podría tener consecuencias catastróficas para los transeúntes.

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Foto cortesía

xmh