- Economía
Salud mental, prioridad en la aviación
El tema de la salud mental debe ser prioritario en la aviación, y más ahora que los ojos del mundo están puestos en la industria aeronáutica, en gran medida gracias a la gran caja de resonancia que son las redes sociales.
Hoy les traigo un caso, que es solamente un ejemplo, pero vale la pena abordarlo para hacer conciencia de lo importante que es contar con tripulantes de cabina física y mentalmente sanos.
El pasado viernes 7 de marzo fue encontrado muerto Jeremy Gudorf, quien fuera piloto aviador de la línea aérea norteamericana JetBlue. Se presume que fue un suicido, pues hallaron el cuerpo sin vida dentro de su automóvil en el estacionamiento de la estación del tren Wonderland MBTA en Revere, en Massachusetts.
Gudorf tenía 33 años de edad y previamente el 20 de febrero de este mismo año había sido arrestado en el Aeropuerto Internacional Logan, de Boston. El tripulante se había convertido en fugitivo, y planeaba ir a París, Francia.
¿Por qué andaba huyendo de la justicia? Resulta que existía -o existe aún- una orden judicial en su contra en el estado de Carolina del Norte por una denuncia de explotación sexual en contra de un menor de edad.
En varios medios de comunicación del vecino país, trascendió que la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), detectó en una revisión de rutina que este hombre tenía una orden de arresto, lo que ocasionó su detención de manera inmediata.
Sin embargo, el juez le otorgó a este piloto el beneficio de libertad condicional, tras el pago de una fianza de 10 mil dólares, permitiéndole conservar su pasaporte. Sirva esto, estimados lectores, para percatarnos que en todos lados “se cuecen habas”, y que el tema de la real impartición de justicia es casi un sueño guajiro.
El tribunal que llevaba su caso, le exigió presentarse en Carolina del Norte antes del 25 de febrero, pero no lo hizo. Todo deriva una denuncia ante el Centro Nacional de niños desaparecidos y explotados que se presentó en octubre del año pasado, en el estado de Carolina del Norte.
La investigación los condujo a que este hombre había cometido un delito y al sentirse atrapado, se mudó al estado de Ohio, a una distancia de 800 kilómetros, pero sobre todo, con jurisdicción distinta.
El Departamento de Policía de Huntersville, en el estado de Carolina del Norte donde se presentó la denuncia originalmente, declaró a varios medios: “…los registros indican que residía en Huntersville, NC. Sin embargo, durante la investigación, y antes de ser identificado como sospechoso, se mudó fuera del estado".
Tanvi Verma, abogada de Gudorf, confiaba en que el acusado atendería el citatorio, y declaró ante los medios de comunicación que: “…el piloto tenía la capacidad económica para alquilar un auto y conducir a Carolina del Norte, y me había asegurado que así lo haría”.
Ya vimos que no lo hizo, no acudió a la cita para enfrentar la acusación y defenderse, sino que tomó su automóvil y prefirió quitarse la vida. Este caso sacude por supuesto a la industria aeronáutica, llevándonos a repensar e insistir en que no podemos darnos el lujo de “pasar por alto” la salud mental de los tripulantes, y que debe ponerse especial atención para detectar a tiempo posibles trastornos.
Las autoridades responsables de investigar los hechos creen que la exposición de su arresto en medios de comunicación y redes sociales, así como las acusaciones en su contra, contribuyeron al fatal desenlace de este piloto aviador.
Así como este terrorífico caso, hay muchos más dentro de la industria. Sé que muchas compañías aéreas están poniendo atención en la salud mental de sus trabajadores, pero no está de más hablar, y sobre todo tomar las medidas que sean necesarias para tener una industria aérea más segura.
Desde hace varios años, medios de nuestros vecinos del norte, como el Washington Post, han publicado interesantes reportajes al respecto, pilotos aviadores que ocultan tener problemas mentales con la finalidad de “no perder sus alas”.
Y es que cuando se detecta que un piloto no está “al cien” para volar, se le deja en tierra, con todo lo que ello conlleva, desde pérdidas económicas e incluso acrecentar más la depresión padecida previamente a ser bajado de vuelo.
Retomemos el caso que abordó la periodista Andrea Sachs para The Washington Post; ella entrevistó a un piloto de una línea aérea comercial, quien le solicitó anonimato para brindar su testimonio, y en su momento recogió la siguiente declaración, que me parece muy fuerte:
<i>“Mentí a la FAA sobre el tratamiento que estaba recibiendo porque eso habría abierto una caja de Pandora. Me habrían puesto en tierra hasta que me recuperara… Es muy fácil simplemente no decirles lo que está pasando… Empecé a pensar que tenía dos opciones: o dejaba de volar o moría”</i>
Andrea Sachs, The Washington Post
El piloto entrevistado, de 31 años de edad, aseguró a la periodista que guardó por varios años “el secreto de su estado mental”, y que, aunque tenía la obligación de informar a la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos de Norteamérica (FAA, por sus siglas en inglés), no lo hizo, y no dijo que estaba bajo tratamiento de ansiedad y depresión, pues temía a lo que le fuera a ocurrir si confesaba.
A tal grado llegó su angustia que, a pesar de seguir laborando dentro de la aerolínea, sus síntomas solo empeoraron aún más, hasta que ya no pudo cubrir su terrible situación mental, ni ante la FAA ni mucho menos ante su línea aérea, tomando al final la decisión de ya no volar.
Deben saber, queridos lectores y usuarios de la aviación comercial, que, si los tripulantes de cabina tienen un correcto acompañamiento, pueden seguir volando de manera segura. En el vecino país se calculó en 2023 que son aproximadamente 5 mil pilotos los que tienen algún problema de salud mental.
Sin duda, es importante que los que ahora llevan las riendas de la aviación en el vecino país, sepan que la salud mental es prioritaria, y que no lo tomen a la ligera, como lo sucedido con la cancelación de las políticas de inclusión y equidad.
Porque con la salud mental no se juega; no es algo que deba seguir callándose o dejar en silencio, generando vergüenza a los trabajadores. Hay que abordarlo, pues tripulantes mentalmente sanos, producen más, y en el caso de la industria aérea, hacen que los cielos sean más seguros.
Ahora sí que “te lo digo Juan, para que me entiendas Pedro”. En nuestro país, para la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), y para todas las aerolíneas comerciales, este tema debe ser más que prioritario. Veremos qué estrategias tienen para combatir la depresión y la ansiedad, entre otras enfermedades mentales del personal aeronáutico.
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Columna de Ximena Garmendia en SDP Noticias
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