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No hay “gracias” ni felicidades sin justicia: Madres sacrificadas y cansadas

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Reflexión sobre este 10 de mayo y la precariedad en la que se encuentran las madres en México, donde sus cargas ocupacionales inhiben la revolución que tendrían que encabeza.

A las madres que buscan

A las madres que fueron sin ser

A las madres que no pueden maternar

A las madres que maternan sin haber parido

A las madres que perdieron a sus hijos

A las madres que sobrevivieron intentos de feminicidio

A las madres que cuidan

A las madres que no pueden cuidar

A las madres que no pudieron seguir estudiando

A las madres que aún eran pequeñas hijas

A las madres que no volvieron

No es un 10 de mayo cualquiera ni una fecha festiva para romantizar. El preludio del primer sexenio gobernado por una mujer que, sin duda, también es madre, ilustra el estancamiento y retroceso en los derechos de todas sus pares.

Se acumulan las pérdidas, sobran las deudas y aunque las cargas ocupacionales de las madres inhiben la revolución que tendrían que encabezar: Hay pocas o nulas estancias infantiles gratuitas, mayor rezago educativo y menor acceso a la salud, menos presupuesto para atender el cáncer de mama y cervicouterino; mayor índice de desempleo y precarización, menor calidad de transporte público y mayores costos en materia de seguridad personal que son absorbidos a través de las madres mediante pagos de taxi o aplicaciones.

La justicia es más cara y tardada para las mujeres que maternan. Encontrar empleo es más lejano y complicado para las mujeres con hijas e hijos. Las jornadas laborales inhiben el crecimiento profesional de las que son madres y entre silencios, la discriminación a la maternidad continúa abriendo una brecha difícil de sanar.

Un sexenio que no aprobó el Sistema Nacional de Cuidados, que no logró invertir en equilibrar los tiempos con escuelas de horario extendido y que dejó la responsabilidad “a los abuelos”. Un sexenio que castigó, como pocos, a las madres. A las buscadoras se les relegó a ser una nota diaria y ahora, instrumento de buitres y cuervos que les han destinado un poco de atención, que resulta oro ante el desprecio institucional de la 4T solamente porque sus hijos no fueron esos 43. Si 43 normalistas no fueron encontrados, tal vez era soberbia exigir que al menos, pudieran buscarse los otros 250 mil.

Un sexenio que no contuvo el desempleo de las mujeres durante la pandemia ni fortaleció los centros de salud, disparando las muertes por maternidad. Un sexenio en el que los embarazos adolescentes se conformaron con sumarse a la estadística pues nadie combatió el abuso sexual infantil que mancha la realidad del país que es primer lugar en pornografía y abuso a menores. Un sexenio que regala impunidad a las madres víctimas de violencia vicaria que continúan separadas de sus hijas e hijos, que hoy no festejarán.

México se erige sobre la explotación de las madres. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), al cuarto trimestre de 2022, en México residían 56 millones de mujeres de 12 años y más, de las que 67% (38.5 millones) eran madres, 11% de ellas estaban solteras y siete de cada diez económicamente activas. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) dice que siete de cada 10 mujeres de 15 años y más (38 459 122) son madres. Analizado por edades, las adolescentes de 15 a 19 años representan el 6.0 % y 44.9 % de las jóvenes de 20 a 29 años, habían tenido una hija o hijo. Esta cifra se incrementa a nueve de cada 10 en las mujeres de 40 a 49 años. Las menores de 14 años son consideradas niñas y no hay datos de ellas, aunque hay memoria periodística de menores que se volvieron madres desde los 10 u 11 años.

En el cuarto trimestre de 2023, tres de cada 10 mujeres que eran madres también eran jefas de hogar (11.5 millones). Del total de mujeres de 15 años y más con al menos una hija o hijo, 46.5 % estaba casada. Siguieron aquellas que vivían en unión libre (20.5 %), eran viudas (12.0 %), estaban solteras (10.4 %) o separadas (7.5 %).

Perspectiva Económica: Retrato de explotación de las madres trabajadoras

En un país donde el equilibrio entre la vida laboral y familiar sigue siendo un desafío, las cifras revelan la compleja realidad que enfrentan las madres que participan en el mercado laboral mexicano. Según datos recientes, de las 17,370,749 madres ocupadas, el 64.4 % se desempeñaba como trabajadoras subordinadas y remuneradas, mientras que el 26.9 % trabajaba por cuenta propia. Sorprendentemente, un 5.3 % no recibió ningún pago por su labor, y solo un 3.5 % eran empleadoras.

La duración de la jornada laboral también ofrece una visión reveladora. Un 43.8 % de estas madres trabajó entre 35 y 48 horas, seguido por un 23.7 % que laboró de 15 a 34 horas. Sin embargo, un preocupante 17.8 % dedicó más de 48 horas a su trabajo, mientras que un 11.7 % trabajó menos de 15 horas, planteando interrogantes sobre la conciliación entre la vida laboral y familiar.

En cuanto a los ingresos, las cifras pintan un panorama desafiante. Del total de jefas de hogar que eran madres y trabajadoras subordinadas, un 46.7 % ganó hasta un salario mínimo, mientras que solo un 6.9 % percibió más de dos y hasta tres salarios mínimos. Estos datos subrayan las disparidades salariales y la dificultad para acceder a ingresos suficientes para mantener a sus familias.

Un análisis más detallado por el número de hijos revela aún más inequidades. El 68.1 % de las madres con seis o más hijos ganó hasta un salario mínimo, en comparación con el 39.4 % de aquellas con una o dos hijos. Asimismo, solo un 17.3 % de las que ganaron más de uno y hasta dos salarios mínimos tenían seis o más hijos, destacando los desafíos adicionales que enfrentan las madres con familias numerosas.

Estos datos no solo nos invitan a reflexionar sobre las condiciones de las madres trabajadoras en México, sino que también nos instan a considerar políticas y medidas que promuevan la equidad de género, la igualdad salarial y la conciliación laboral para garantizar un futuro más justo y próspero para todas las familias mexicanas.

En cualquier país, en cualquier momento de la historia, la simple condición de mujer y maternidad tuvieron que haber motivado una revolución de mayor talla que la lidereada por Madero y Zapata. Hay más madres que campesinos y muchas más madres que revolucionarios. La trampa es, fue y ha sido el amor patriarcal que silencia los malestares, romantizando la explotación mientras se le pinta de amor; la distracción ha sido la moda, la obsesión por la juventud y los cuerpos deseables a la par de la competencia entre mujeres.

En alguna historia que más adelante detallaré en este espacio, supe de un club deportivo ultra-conservador de Guadalajara que excluye, por estatutos, a las mujeres divorciadas (a sus hijas e hijos, también) tan sólo porque su estado civil es considerado una “amenaza” a la pureza y castidad de los hombres que acuden a ese espacio, pues según ellos, las mujeres divorciadas, aunque se hayan vuelto a casar, pueden entrar a “seducir” hombres y, por lo tanto, son un “peligro”. Para ellos, la regla no aplica igual: una vez que entran” al club”, ni los divorcios ni la soltería les hará dejar de pertenecer.

Si la clase y la edad, expectativas estéticas e identidades sociales dejaran de dividirnos, la revolución de las madres sería el movimiento más poderoso no sólo en México, sino en el mundo entero, pues la maternidad representa el principio de continuidad. No es casualidad que ni en Japón ni en Estados Unidos las mujeres quieran ser madres. Nadie quiere elegir el lugar del oprimido y nuestro país tuvo oportunidad de elegir a los más pobres, porque esa era la idea: que, por el bien de todos, fuesen los pobres… resulta que México encabeza la estadística de feminización de la pobreza y justamente fue a las mujeres madres a quienes más les falló este sexenio.

Claudia Sheinbaum deberá reivindicar la misoginia acumulada que ha vapuleado a las más pobres, a las que no tienen tiempo de salir a marchar porque tienen bocas que alimentar, a las que no se pueden quejar porque sea en el sistema formal o en la economía informal, hay que llevar pan para comer y seguir, con dos trabajos o tres más las labores de cuidado no pagadas, pero eso sí:  con un día llamado diez de mayo que las abraza por el sacrificio, cual triste consuelo banal e hipócrita viniendo de un gobierno que tuvo todo para cambiar.

 

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Columna de Frida Gómez en SDP Noticias

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