- Nación
Los libros de texto gratuitos: ni como papel de baño
“Si deseas ver blanco y negro lee un solo libro.”
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ALEX PIMENTEL
“La razón pura tiene que ceder su imperativo a la razón vital; la vida debe ser vital.”
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JOSÉ ORTEGA Y GASSET
Una cuestión fundamental
Voy a causar escozor, ustedes perdonarán. Mas es menester preguntarse: ¿Qué es más retrógrado?, ¿enseñar ideologías caducas, no probadas, de plano trasnochadas, o insistir en la importancia de la educación con base en libros de texto? Mientras en el resto del mundo —particularmente el avanzado, que es el que supongo buscamos alcanzar— se usan hasta videojuegos para enseñar y pensar, en México insistimos (SEP, académicos, comunidad educativa, padres de familia, sociedad en general) en hacer de los libros de texto gratuitos el gran eje de la enseñanza, particularmente la primaria.
Nos hemos enfrascado en discutir que si los libros de Marx Arriaga están politizados e ideologizados (que sí lo están); que si son antipedagógicos y adoctrinantes (que sí lo son); que si han dejando fuera herramientas y conocimientos importantes (que sí lo han hecho); que si la 4t ha violado la ley (que también). Todas ellas batallas estériles. Más adelante les diré porqué.
Un paréntesis
Pero antes abro un paréntesis para dejar claro que sí, que efectivamente, en un nuevo episodio de “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, la SEP está en desacato ante el fallo de un juez federal otorgando el amparo a la Asociación Nacional de Padres de Familia. La instrucción es que tanto Educación Pública como la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG), deben suspender la impresión y REPARTICIÓN de los libros de texto de primaria para este ciclo escolar (2023-2024) que está por iniciar. Para poder reanudar su impresión y repartición, se solicita se demuestre fueron vistos y evaluados por cada entidad del país y por expertos en educación.
Pero la SEP no acató y López Obrador ya avisó que él no va a embodegar los libros. La SEP viola la resolución judicial y ya reparte los libros de texto gratuitos. Eso sí, lo ha hecho con todo el sigilo —sazonada de la correspondiente opacidad marca 4t— a las dependencias de cada estado de la República.
Nuestra obligación cívica y ética es poner un alto a este atropello. Hasta ahí.
Los contenidos (segundo paréntesis)
Circulan ampliamente copias de los textos y, al respecto, los comentarios de diversos expertos en materiales y contenidos educativos son duros por ciertos y atinados. Desde la disminución y/o equivocada enseñanza de matemáticas, pasando por una historia falseada; la pérdida de lecturas de grandes autores y una politización de la enseñanza para hacerla tan actual como el siglo XIX (pero en ocasiones retrocediendo a los educandos más de 500 años). Ciertamente, la SEP y Arriaga no “perdieron” tiempo en consultar a ningún experto…
Total, que dejaron de ser libros de texto par convertirse en compendios —y mismo eso, mal hechos— de “otros datos”; en panfletos adoctrinantes que dan por hecho cosas como fraudes electorales que nunca existieron o que introducen a Lenin con calzador para poder formar así al “nuevo mexicano”. Una visión miope, censurada e ideologizada del mundo. La ideología por encima del conocimiento. La chabacanería sobre la superación, dando espacio para inculcar errores ortográficos, argumentando que “así se habla popularmente”.
Una redundante batalla (retomando mi planteamiento central)
Sin embargo, todo lo anterior —por terrible que sea—no es lo que yo deseo subrayar.
Voy a lo que yo estimo central: científicos, críticos, educadores, especialistas nos hemos concentrado en denunciar y contrarrestar todo lo que ha hecho este régimen y que anteriormente describí, en lugar de darnos cuenta que esa es una lucha equivocada (que está de más).
¿Por qué digo que es una batalla redundante, estéril? Porque ya NO debemos luchar por rescatar los libros de texto gratuitos; porque ya no debemos hacerlos el instrumento central de la enseñanza. Como mecanismo, este muy pronto será obsoleto.
La batalla que hay que dar, por la que es necesario concentrar tiempo y municiones es la de diseñar nuevos esquemas educativos de avanzada; acordes con el mundo que vivimos y el que se avizora ya a la vuelta de la esquina.
Diseñar —y convencer al hacedor de la política educativa sobre— un modelo educativo que sea completamente digital, tendiente a un mundo de nuevas tecnologías y quehaceres. Donde la lectura juega un papel secundario; una herramienta de comprensión adicional a muchas otras. Uno en el que la obtención de conocimientos sea un elemento más, ciertamente no el central ni de la enseñanza ni del aprendizaje.
Un modelo volcado de manera integral a la realidad del planeta en acelerada evolución; donde las amenazas ambientales, químicas, biológicas ya las estamos viviendo, en la que la Inteligencia Artificial es una realidad, y donde las habilidades blandas, ciertas técnicas y capacidades muy concretas son de suma importancia para permitirles oportunidades de desarrollo a las nuevas generaciones.
Una educación en donde adquirir conocimiento y aprender a pensar ya no se hace necesariamente a través de la lectura (menos aún si esto tiene como objetivo la repetición de estándares).
Construir el futuro
No es la letra escrita, y menos en forma de libros de texto gratuitos, como se asegura el desarrollo y el futuro de una nación. Ese mecanismo ya murió y no hay que gastar todas nuestras energías en rescatarlo.
Los países avanzados, los que cuentan realmente con una educación superior, y dentro de ellos, sus mejores centros escolares, si acaso usan libros de texto de forma meramente auxiliar para enseñar a pensar, a trabajar, a formarse.
En la era que vivimos, los libros de texto como instrumentos para educar (así sea a nivel educación básica) ya dejaron de tener una utilidad central.
Hago un símil: defender a ultranza los libros de texto es tanto como insistir en la centralidad de los periódicos impresos; no darse cuenta que lo que hay que fomentar, crear, conducir, planear, utilizar son otros vehículos de comunicación (igual que el futuro de la prensa está en las páginas digitales, en blogs, en comunidades de discusión, en redes sociales y en otros espacios que apenas y podemos comenzar a imaginarnos).
En ese sentido, “la pelea” con la que debiéramos estar comprometidos es en convencer a los hacedores de políticas públicas, a la clase política, a los candidatos, de transitar hacia otra era de aprendizajes y para esa sí construir nuevos estándares pedagógicos.
¿Qué hacer de inmediato? Garantizar la interconectividad en cada centro escolar. Diseñar criterios que permitan a los distintos actores del ámbito poder discernir y seleccionar asertivamente de entre el casi infinito universo de contenidos, materiales, prácticas e instrumentos digitales al alcance de todos. Capacitar a los profesores en estos nuevos esquemas educativos, los cuales conllevan un enorme componente de prácticas autodidactas. Enseñarles a los educandos a discernir entre un océano de conocimientos, ponerlos en práctica, especializarse, dominarlos, innovar sobre ellos y no “morir” en el intento.
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Me apena decirlo, pero rescatar los libros de texto gratuitos y la CONALITEG (que en mi opinión ya ni debería existir) no es lo que cerrará la brecha educativa o evitará el retraso de las nuevas generaciones de mexicanos con respecto a nuestros competidores y sociedades diversas. Es menester cambiar nuestro enfoque y nuestras prioridades.
¿Será posible que la 4t nos esté haciendo un favor en destruir los libros de texto? Sé que es una exageración plantearlo de esta manera. Mas lo que quiero decir es que la verdadera batalla que se dibuja en el horizonte es otra, una de mayor trascendencia y envergadura. Se trata de transitar hacia una nueva era educativa y no el concentrarnos en liberar los libros de texto gratuitos de las fauces de Regeneración Nacional. Pensar en muchísimas generaciones de mexicanos por venir y no exclusivamente por las actuales.
Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
Foto Especial
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