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El cuarto año de gobierno
En el contexto mexicano del periodo sexenal de gobierno, cada anualidad tiene un significado peculiar; respecto del cuarto año destaca el hecho de la renovación del Congreso, como evento decisivo que lo antecede, pues en él cobra expresión el balance que la sociedad hace sobre la marcha de una administración que marca ya su propio perfil; es un momento que delinea lo que Cosío Villegas señalaba como el estilo personal de gobernar, y exhibe contrastes entre las intenciones asentadas en los discursos y la realidad misma; establece el balance que los distintos grupos sociales otorgan a la gestión pública y la actitud de la opinión pública, los críticos, la oposición, la capacidad del partido en el gobierno, los ámbitos distintos del sector privado y de intereses, así como la imagen internacional, entre otros factores relevantes.
Por lo que respecta a la actual administración destaca que el inicio puso -como se dice coloquialmente- la vara muy alta, pues el respaldo electoral que alcanzó en las elecciones es el más contundente de los últimos años, si se considera a partir de la alternancia que arrancó en el año 2000; pues antes de ella, dentro del ciclo hegemónico del PRI, los referentes hablan de números más elevados a favor del partido en el gobierno.
Así, las elevadas expectativas que identificaron el inicio de la administración en curso no tienen parangón, pero tampoco algunas de las decisiones de mayor simbolismo, como lo fue la suspensión de la obra del aeropuerto de Texcoco, a través de una consulta sui géneris - por decir lo menos -, que fue todo un desplante de disrupción y cuya mejor caracterización fue aquella expresión de “no soy florero”; el hecho de alguna manera delineó una relación compleja entre el sector privado y el gobierno, así como de una postura frontal de éste último ante quienes difieren con él.
La economía mostró de inmediato un comportamiento deficiente pues cerró en 2019 con una tendencia negativa, que si bien ya no pudo evaluarse debidamente con el desempeño del 2020, por ser una anualidad distorsionada por el corona-vid, pronto dejó ver, en el 2021, que el famoso rebote esperado no se produjo en las dimensiones previstas, pues cerró tal periodo con una tendencia recesiva que ya impacta a los reportes sobre el actual 2022. Los pronósticos para este año continúan a la baja, al grado que los más escépticos lo ubican entre el 1 por ciento y el 2 por ciento del PIB, lo cual coloca al país en una condición de alta disparidad respecto de los Estados Unidos y con clara insuficiencia para responder a los retos que enfrenta la Nación a fin de alcanzar el desarrollo que se pretende; sin dejar de mencionar una tendencia inflacionaria y una perspectiva difícil ante la elevación de las tasas de referencia en Estados Unidos.
Tampoco las noticias sobre el combate a la pobreza han sido positivas, pues el Coneval reporta un incremento de 3.8 millones de pobres respecto de 2018, destacando el rubro de las personas que no tienen acceso a la salud, que de 20.1 millones pasó a 35.7; pero esa situación parece paliarse en cuanto la imagen de la administración que entre sus soportes tiene el impacto de un direccionamiento de apoyos y subsidios más directos y discrecionales, que siendo menos eficaz resulta con mayor espectacularidad, que se combina con la insistencia discursiva en apoyar a los pobres y de combatir excesos y privilegios.
Dentro de ese marco puede explicarse que a pesar de los altos índices de popularidad que mantiene el gobierno, su representación el Congreso se viera acotada en las elecciones intermedias de 2021. Se encuentra ahí reflejado el desencanto que se ha producido en distintos ámbitos de la sociedad, que coexiste con la afirmación de respaldo al gobierno en otros segmentos.
Es un hecho que se decanta la calificación de las políticas públicas y la opinión de los distintos grupos al respecto; el gobierno muestra la mayor aptitud en potenciar la tendencia que ofrece el presidencialismo mexicano en cuanto al respaldo que regularmente se le confiere a la institución por la mayoría, como lo muestra el hecho de que, en general, los presidentes siempre han sido bien calificados, aún los que al final experimentaron la alternancia respecto del cambio de partido en el poder. La crítica acerba a los presidentes es, como se sabe, en su condición de expresidentes.
Dentro de este cuarto año se conjugan circunstancias relevantes, desde luego la consulta por la revocación de mandato, misma que ha sido proyectada por el gobierno como un instrumento que sirva a su popularidad y sea parte de la estrategia que pone en pie para incrementar su respaldo social; sin duda están las reformas constitucionales que busca impulsar, por lo pronto la eléctrica y la electoral; la primera de ellas inscrita en un curso de amplio debate, con el peso de los Estados Unidos y de sectores y partidos que polemizan respecto de su diseño e idoneidad.
Por su parte, la reforma política -electoral se inscribe en un curso incierto, pues todavía no se presenta la iniciativa en cuestión, pero es de anticiparse una amplia polémica, especialmente por un estilo que hasta ahora se ha inclinado por irrumpir en el debate político, sin necesariamente construir consensos previos, lo que parece un hábito proveniente de la etapa donde el gobierno tenía en el Congreso la mayoría calificada.
El tipo de reformas y la manera de presentarse, por lo pronto la eléctrica, responde más a las circunstancias que tenía el gobierno en la pasada legislatura, que a la que tiene ahora, donde la mayoría calificada debe construirse. Se adiciona en este contexto los efectos de las candidaturas anunciadas por el partido en el gobierno para las elecciones presidenciales de 2024, cuya anticipación conduce a un litigio entre grupos y camarillas, como ya se advierte.
Se trata de un abanico complejo de asuntos que dan la cara a un 2022 intenso, y en donde el gobierno ha dado visos suficientes de que comprometerá su accionar a favor de construir su permanencia en el poder de cara a los comicios de 2024, en medio de un entorno económico difícil, de resultados polémicos y adversos en materia social y de una situación de inseguridad que se expresa con vehemencia. El cuarto año será candente.
Columna de Samuel Palma en SDP Noticias
Foto Presidencia
clh