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¡Científicos contra rudos, rudos rudísimos!

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La Cuarta transformeichon no ha sido buena época para las fuerzas vivas de la ciencia y la intelectualidad que tuvieron un largo periodo de livin la vida loca durante los sexenios del PRI y el PAN

Todos estos líos del Conacyt y el SNI donde se ha perpetrado, según la FGR, la verdadera venganza de los nerds, nos han arrebatado nuestras certezas derivadas de la lucha libre: siempre creímos que el bando técnico y científico encabezado por El Santo era una fuerza moral, ahora sabemos que ¡los rudos, los rudos, los rudos!, como El Perro Aguayo, no eran necesariamente tan villanos como decían, maldita sea.

La Cuarta transformeichon no ha sido buena época para las fuerzas vivas de la ciencia y la intelectualidad que tuvieron un largo periodo de livin la vida loca durante los sexenios del PRI y el PAN donde, reza la leyenda, tenían más privilegios que Luis Miguel en las noches del Baby’O.

Y lo peor es que las argumentaciones con las que se defienden se basan en el melodrama ranchero, la neymariña y la “vistimización” tipo Gloria Trevi y la Gómezpunk, mientras se autodenominan “perseguidos políticos” como Ricardo Anaya.

La banda científica ha de pensar que toda esta terrible y canallesca persecución no se debe a que algunos de ellos se hicieron adictos a las estafas maestras y a vivir cual pachás becados y con estancias interminables en el extranjero, además de la asistencia a toda clase de congresos a costillas del erario, sino al comprensible resentimiento de quienes nunca le hemos entendido al Baldor.

A lo mejor estos científicos que tanto se lamentan (sin becas no hay paraíso), podrían apantallarnos con sus grandes invenciones y aportaciones pues, salvo honrosas excepciones, poco contribuyeron a limpiar el ambiente infodémico que imperó en los peores momentos de la pandemia.

No cuestionaron a los virólogos de ocasión que salían hasta de las alcantarillas gritando que las vacunas rusas producirían adictos al comunismo primitivo. Están como uno de los santones de la secta de Kike Krauze, Guillermo Sheridan, que sin temor al que dirán afirmó que Octavio Paz fue el primer gran feminista mexicano.

Sí, claro, además le dictó sus libros a Simone de Beauvoir, inspiró a Virginia Woolf, Sylvia Plath y Susan Sontag. De hecho el postfeminismo no sería nada sin sus contribuciones a los libros de Irma Serrano, La tigresa, los clásicos Sin pelos en la lengua y A calzón quitado.  Digo, por lo menos que saquen los portales del tiempo como Rick y Morty, un DeLorean estilo el Doc Brown, o algunas maravillas tipo El Laboratorio de Dexter. Quién diría que los científicos eran rudos, rudos, rudísimos.  

Columna de Jairo Calixto Albarrán en Milenio

Foto: Xataca

mgh

 

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