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¿Quién gana y pierde en Afganistán?

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La puerta para el regreso del expresidente de EU, Donald Trump a la presidencia en 2024

Espero equivocarme, pero, el pragmatismo del presidente de Estados Unidos Joe Biden, pone en entredicho todas las acciones que había emprendido en contra del fundamentalismo, su error al apresurar la salida de sus tropas de Afganistán, cosas pone en riesgo su reelección y abre la puerta para el regreso de Donald Trump a la presidencia en 2024 ¿cayó en la trampa? Quizá.

La precipitación de Biden, en un asunto que no correspondía a Estados Unidos, sino a las Naciones Unidas y caer en la trampa de China y Rusia, parece una burla para los miles que han perdido la vida por ambos bandos y más para los soldados que combatieron en la misión que duró dos décadas en contra del régimen Talibán.

El regreso del control del Talibán en Afganistán es un asunto de orden mundial que, de no lograr una salida sensata y democrática, impactará el orden internacional y los equilibrios entre las principales potencias mundiales como Estados Unidos, Rusia, Europa y China.

En el juego hay muchas variables que van desde lo económico y energético, drogas y cultivos de amapola y la importancia geopolítica de un país que hace frontera con Rusia.

El conflicto se complica con los elementos que han generado los más grandes desastres mundiales en la historia de la humanidad, el fundamentalismo religioso e ideológico donde entran en juego musulmanes, islamistas, cristianos y judíos.

Antecedentes

El origen del conflicto en Afganistán se origina en 1979, en plena Guerra Fría cuando la Unión Soviética decide invadir el país, colocando en Kabul un gobierno comunista con el apoyo de los Talibanes, situación que genera la intervención inmediata de Estados Unidos bajo el respaldo del ultraconservador gobierno del republicano Ronald Reagan.

Los talibanes nacieron en Pakistán como un movimiento de estudiantes islamistas ultraconservadores y cuna de Al Qaeda, del Estado Islámico. Los talibanes se constituyen como un emirato asambleario en el que impera la ‘sharia’, es decir la ley islámica. La última vez que gobernaron eliminaron todos los derechos de las mujeres y niñas y volvieron las ejecuciones públicas.

Este grupo dominó gran parte del país entre 1996 y 2001, un periodo caracterizado por violaciones a los derechos humanos y en especial contra los derechos de las mujeres. Durante las dos últimas décadas estuvieron aislados en zonas remotas del país, pero combatieron contra el gobierno afgano y las tropas internacionales y acrecentaron su influencia.

En 2001, después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York orquestado desde Afganistán por Al Qaeda, bajo el mando de Osama Bin Laden, Estados Unidos declara la guerra al país y derroca al gobierno talibán, invirtiendo miles de millones de dólares de una estrategia militar que no logró consolidar un Estado democrático, obstaculizado por elfanatismo talibán apoyado por Rusia.

Afganistán entró en un periodo de inestabilidad política y militar donde los talibanes progresivamente se fortalecieron y fueron ganando territorio.

Para 2011, ante el crecimiento de la presencia Talibán el entonces presidente Barack Obama aumentó considerablemente el número de soldados estadounidenses en la zona sin obtener los resultados deseados. Ante esto, Obama decidió cambiar la estrategia y buscar una resolución pactada comprometiéndose a una progresiva reducción de efectivos militares internacionales.

Mientras tanto el país se dividió y coexistió la lucha entre dos gobiernos: el nacional, en la capital Kabul y otras provincias, donde viven 11 millones de personas y el de los talibanes, que controlan la mayor parte del territorio afgano, sobre todo las zonas rurales, con cerca de 13 millones de personas bajo su mando. Además, aunque las consecuencias del conflicto armado se dejan sentir en todo el país, está la “zona de guerra” habitada por nueve millones de personas.

La situación se complicó durante la presidencia de Donald Trump quien, por alguna razón, mantiene cercanía con el Kremlin y Vladimir Putín y decidió, pactar de palabra.

Fue así, que el 29 de febrero de 2020, Trump firmó el Acuerdo de Doha con los talibanes, que preveía un alto al fuego, en otras palabras, específica la salida de los estadounidenses de Afganistán, sin considerar los acuerdos con los integrantes de la OTAN que permitirían la salida de soldados estadounidenses sin provocar la barbarie de los talibanes.

El avance del fundamentalismo Talibán, el fracaso de una guerra

La actuación precipitada de Biden, al abandonar el país afgano justo en momentos en que el avance del fundamentalismo Talibán se hace presente, ha provocado que las tropas afganas caigan y el control salvaje de los fundamentalistas sea inminente.

Sin embargo, Biden respondió que las fuerzas militares de Estados Unidos no pueden ni deben luchar y morir en un lugar en donde las fuerzas armadas de Afganistán no están dispuestas a hacer lo mismo por sus ciudadanos. Mencionó además que a China y Rusia les encantaría ver que su país siguiera gastando miles de millones de dólares en recursos para estabilizar Afganistán

Aunque el fracaso proviene de políticas de su gobierno, Trump emitió un comunicado donde señala que: “Es hora de que Joe Biden renuncie por lo que permitió que sucediera en Afganistán, junto con el tremendo aumento del COVID; la catástrofe fronteriza; la destrucción de la independencia energética y nuestra economía paralizada”.

La estrategia de guerrilla del régimen Talibán de esperar el desgaste de la misión estadounidense les dio resultado, por ello, poco sorprende que de inmediato volvieran a tomar el control del país y, en Estados Unidos, Trump no desaprovechó el momento para señalar el error con el que Joe Biden pone en riesgo su futuro político.

 

Columna de Manuel Díaz

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