• Puebla

Sin besos, con gel antibacterial y fe en Dios: el sexoservicio en tiempos de Covid

  • Claudia Aguilar
Nadie les dijo cómo cuidarse, no reciben ayuda de ningún programa de despensas o medicamentos, Dios les ayuda a sobrevivir, cuenta Lourdes

Puebla, Pue.- En tiempos de coronavirus la sana distancia no es una opción para quienes encuentran precisamente en el contacto la forma de ganarse la vida. Es el caso de las trabajadoras sexuales, quienes también han sufrido el golpe de la pandemia en sus ingresos y cuya necesidad las mantiene en las calles aún con la amenaza del Covid-19. 

Contrario a lo que podría pensarse por el peligro latente, en el primer año de la emergencia sanitaria casi se triplicó el número de sexoservidoras y mujeres trans en el primer cuadro de la ciudad de Puebla. Una de ellas es Lourdes, quien desde hace más de una década se dedica a la prostitución y en 2020 sufrió por los estragos económicos que provocó el virus. 

Sentada en una banca de la plazuela de Sor Juana Inés de la Cruz, a una calle de Avenida Reforma, Lourdes asegura que ser trabajadora sexual es más difícil de lo que se ve. Se acomoda en el respaldo, usa las palmas de sus manos para expresarse y se sincera.

“Ser prostituta no es fácil, no es solo irse a la cama con alguien… soportamos a la sociedad que te ve mal, a los clientes que a veces te agreden y hasta al gobierno que nos persigue”. 

Es integrante de la Unificación de Sexoservidoras de Puebla A.C., que hasta marzo de 2020 aglutinaba a 72 mujeres, pero con la llegada de la pandemia creció a 200 afiliadas. Con sus lentes oscurecidos por la luz del sol, confiesa que es madre y que por trabajar en la calle fue a dar a la cárcel en 2014, en donde cumplió una condena de dos años, luego de ser acusada por los delitos de trata de personas, encabezar una red de prostitución y extorsión. Pero asegura no piensa retirarse y desea seguir organizándose para ayudar a su gremio y más en momentos como este, cuando hay quienes carecen de lo más indispensable. 

Al hablar sobre las condiciones en las que han trabajado en medio de la crisis sanitaria, lamenta que las autoridades sanitarias no se hayan acercado a ellas para orientarlas sobre la aplicación de un protocolo, con el fin de evitar posibles contagios durante los encuentros que tienen con sus clientes. 

De forma básica, explica que entre ellas establecieron una serie de medidas para trabajar, como es el caso del uso obligatorio de cubrebocas, gel antibacterial y lavado de manos antes de un encuentro, además está prohibido que las besen en la boca y que les toquen la cara. 

“Se les permite solo la relación como tal, porque si existe miedo entre las compañeras de que te puedan estornudar o besar y te contagien, pero en realidad no tuvimos una capacitación para saber cómo cuidarnos, aunque nosotras somos conscientes de que tenemos que cuidarnos y lo estamos haciendo de esa forma”, citó. 

De las agresiones de las que son objeto, asegura que cada vez son menos los hombres que intentan forzarlas a hacer cosas que no desean y tampoco se notó un cambio en la conducta de los clientes a causa de la tensión que provocó el Covid-19, además Lourdes señala que hoy están mejor organizadas y en casos extremos han pedido el auxilio de la autoridad municipal a través del mecanismo de “pulseras rosas” que todas portan y han accionado cuando se ven en una situación de riesgo.

“Dios nos ayuda a sobrevivir como a todos” asegura con una sonrisa. Cruza los pies, echa para atrás el cuerpo y comienza a hacer cuentas de lo que gana desde que el Covid-19 llegó a Puebla. Antes de la contingencia podía contactar hasta cuatro clientes con una ganancia de 500 a 600 pesos al día, pero en los últimos 10 meses sólo tiene de uno o dos encuentros y regresa a casa con 200 a 300 pesos. 

Frente a esta situación, Lourdes comenta que buscaron la ayuda de organizaciones civiles para que les hicieran llegar despensas y medicamentos, ya que las sexoservidoras al no ser reconocidas no han podido solicitar ninguno de los apoyos entregados por el gobierno municipal como lo hicieron los dueños de negocios y ambulantes. 

“Al principio no fue tan duro, pero después cuando cerraron locales y ya no hubo comercio, pues la gente dejó de venir al centro y a nosotras nos bajó mucho la chamba porque ya nadie salía”, cuenta mientras hace hincapié en que ellas siguen pagando el costo de la renta de los cuartos de hotel en donde trabajan. “La tarifa sigue en 150 pesos por rato (encuentro sexual), pero se pagan 50 pesos del cuarto y se nos quedan 100 pesos a cada una”. 

Pese a esto, Lulú como la llaman sus compañeras, asegura que jamás se desanima y tiene el deseo de que ella y sus compañeras tengan una mejor vida. Es más, relata que están en pláticas para tomar un curso de uñas y de estilismo, con la idea de tener un negocio propio, ya que la mayoría de las sexoservidoras apenas cuenta con la primaria y otras ni siquiera saben leer.  

“Somos personas vulnerables de alguna manera. Hay muchas como yo que tienen sólo la primaria. Ojalá que podamos terminar por lo menos la secundaria. Dicen que soñar despierto no es malo, malo es no hacerlo”, expresa mientras recalca que seguirán pugnado porque formen parte de un padrón y cuenten con un tarjetón que les dé certeza de que existen y son reconocidas por el gobierno.

Uno de sus logros, señala, fue el registro ante la Secretaría de Salud del estado para acudir a revisión médica permanente desde 2017. 

En diciembre pasado el Cabildo de Puebla aprobó realizar mesas de trabajo para elaborar un reglamento que regule la actividad de la prostitución en la capital.

La propuesta de fondo, tiene la intención de sumar a otras instancias de gobierno para erradicar la explotación sexual, trata de personas y violencia en contra de mujeres y niñas. 

Fue la regidora del PAN, Augusta Díaz de Rivera, quien presentó la iniciativa, luego de advertir que se ha desbordado la prostitución en la capital, pues de 400 mujeres que se dedicaban a esta actividad, ahora hay registros de 850 mujeres que ofrecen sus servicios sexuales.

fotos Claudia Aguilar

aj/clh

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