- Xicotepec
Empresa cafetalera poblana entre las primeras 20 del país
Xicotepec, Pue.- Una pequeña empresa familiar xicotepense fue seleccionada entre las primeras 20 del país con la mejor taza de café en la Expo Café México realizada en el World Trade Center, evento en el que participaron más de 500 productores veracruzanos, oaxaqueños, chiapanecos, guerrerenses y poblanos.
Cafessisimo, fundada por Rodolfo Torres Rico Acuña, participó en el concurso Con Sabor a Café, que se realizó durante el encuentro y en el que catadores y especialistas del aromático calificaron la acidez, cuerpo, balance y aroma de la infusión preparada, en este caso, con una mezcla de la casa.
En su finca, ubicada en la Sierra Norte poblana, se cultivan las variedades Catuaí, Garnica, Caturra, Bourbon y Marauquipe y está buscando introducir algunas especies colombianas para ver si se adaptan a la zona. “Porque no es nada más de sembrarla, hay que ver si hay compatibilidad, hay que hacer una serie de estudio e investigaciones”.
Torres Rico se define como un apasionado del café, a cuyo cultivo llegó por herencia, pues su padre, un piloto aviador de la Fuerza Aérea Mexicana del mismo nombre, buscó al jubilarse en la década de los 50 del siglo pasado, actividades más terrenas, por lo que con un grupo de amigos se introdujo al trópico húmedo, “a la selva de Zihuateutla”, para iniciar la que llegaría a ser la zona cafetalera más próspera y productiva de México.
Cuando llegaron, cuenta, lo que más tenían era entusiasmo. Era un grupo muy similar en intereses, en creencias, en pensamientos, profesionales todos y algunos de ellos políticos que no sabían nada sobre el café, que no tenían idea sobre el cultivo, pero aprendieron haciendo.
“Así inició la zona que le dio al país la mayor producción por hectárea de café (hasta 15 toneladas) y exportábamos a todo el mundo a Estados Unidos, a Europa, a Rusia. Nos iba muy bien”, añade.
Al morir su padre en la década de los 70 él tuvo que elegir entre seguir estudiando y hacerse cargo de la finca y optó por esto último “y no me arrepiento porque realmente he aprendido muchísimo en el negocio del café”.
Al grano, describe, hay que conocerlo desde la semilla, saber cómo se desarrolla, cómo llegan las enfermedades, cómo se combaten. Hay que conocer el beneficio, cómo se recibe, cómo se procesa. Hay que saber el tipo de fermento, el punto de fermento, el tipo de secado. Hay que identificar el grano para la exportación, por qué sus manchas, cuáles son los granos de caracol, qué es lo que se separa.
Hay que saber lo que cuesta producir y esperar tres o cuatro años para comenzar a vender y tener ingresos, pero también que si una finca se olvida, en seis meses se pierde, porque se llena de hierba, de enfermedades y si la planta se deteriora deberá empezarse de nuevo, describe.
Don Rodolfo fue pionero en el envasado de café en la región, actividad a la que dice llegó casi por accidente. “Exportábamos un grano de calidad uniforme, planchuela, le llaman, no permitían otro tamaño de grano. Y había una parte que se quedaba rezagada que terminaban vendiendo a la Nestlé y a otras transnacionales, para el consumo en el país. Así que un día decidió darle un valor agregado y se puso a tostarlo y a envasarlo y eso es lo que ha permitido la sobrevivencia a su finca donde hay un centenar de trabajadores de cuyo ingreso dependen unas 500 personas.
A la fecha, don Rodolfo le apuesta al mercado nacional que se ha ido expandiendo por la creciente demanda. “Los jóvenes son quienes están consumiendo más café”, asegura. Además hay mayor estabilidad en el precio y ahora tiene como meta tostar íntegra la próxima cosecha. “Estamos en ese proceso”.
Su cafetal y su empresa seguirán en manos de su familia porque, dice con satisfacción, sus hijos Rodolfo y Adriana, y su yerno Miguel, ya trabajan en ella y le han dado el impulso de su juventud y cuentan ya una certificación UTZ, que establece estándares de producción agrícola sustentable y buscan la ISO 9000.
Cuando alguien toma una taza de café, no se imagina todo lo que hay dentro de ella. Ni todo lo que hay que hacer. “Es toda una vida. Son tristezas, alegrías, desesperaciones, envidias. A la larga son satisfacciones. Siempre estamos aprendiendo. Cada cosecha es diferente hay que estar pendiente del clima, de la gente. Hay que prepararse para los comedores, preocuparse por dónde se venderá la cosecha, por si tendremos dinero para pagarla. Es una pasión”, añade emocionado.