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Corto mexicano participa en el Festival Internacional de Cannes
En Xquipi (2023), de Juan Pablo Villalobos, Coral y Luz –su hermana embarazada– habitan una vieja casona en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca, donde esperan entre polvo el próximo alumbramiento y la conclusión de los trabajos de albañilería que les permitan tener agua corriente.
Las obras de remodelación en el patio llevan a los trabajadores a encontrar accidentalmente un entierro prehispánico.
El cortometraje del egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos –ahora Escuela Nacional de Artes Cinematográficas– comenzó su recorrido en pantallas durante el año pasado, y en el Festival Internacional de Cine de Morelia se coronó mejor cortometraje de ficción mexicano.
Dicho reconocimiento llevó a la cinta al Festival Internacional de Cine de Cannes, donde se proyectará este 23 de mayo como parte de las actividades de la 63ª Semana de la Crítica, sección paralela del certamen internacional.
Para el joven realizador será una proyección especial, porque aunque no se trata de la competencia oficial de Cannes sigue siendo un espacio privilegiado. “A pesar de que no vamos en competencia, los espacios para proyectar son de difícil acceso y el que esta película que hicimos sin dinero y en condiciones económicas muy desfavorables esté en esa vitrina tan importante es un logro muy grande. Es un premio al esfuerzo que se hizo en el corto”.
Hecho en Oaxaca
Villalobos cuenta que el regreso a su lugar de origen durante la pandemia fue uno de los detonantes de Xquipi. “Regresé después de un periodo largo de ausencia y fue un espacio de reencuentro y reenamoramiento del lugar, porque lo vi con unos ojos mucho más fríos, e infinito en cuanto a todo lo que me podía dar: temáticas y ubicaciones, porque al final de cuentas el cine se roba los espacios tangibles. Eso fue lo que me dio Tehuantepec”.
Últimamente, sigue, “me ha llamado la atención el relato fantástico y las historias heredadas a través de la tradición oral. En mi pueblo las narrativas de tradición oral son muy importantes, es muy común hablar de ‘los tesoros que se esconden’ de generaciones anteriores en una casa, sobre todo existen en las zonas donde hay carencias económicas”, explica el realizador universitario.
Y añade: “Provengo de un lugar muy pobre, y sin embargo en el pasado, hace 150 años en el siglo XIX, fue un sitio de esplendor económico. Siempre hay añoranza por el dinero de los antepasados y por eso la gente, por lo general los ancianos, piensan que hay oro escondido en los muros o abajo, en la tierra. Lo viví de niño con mis abuelos, por eso tuve un interés por escribir una historia sobre un tesoro escondido”.
Otro tema presente en Xquipi es el del ombligo de los bebés, que también está relacionado con las costumbres del istmo. “En la región se entierra el ombligo en el espacio donde naciste, y a mí se me ocurrió que la tierra esconde esos dos tesoros: el ombligo del recién nacido y el tesoro de una generación que ya no existe”.
A través de estos dos temas el egresado del CUEC busca evitar caer en el cine antropológico o etnográfico, que mayoritariamente retrata Oaxaca y sus costumbres.
“Como el cine se produce regularmente en las ciudades grandes, se ve el interior de la República como un tema específicamente indígena o cultural en ese sentido antropológico. Y viniendo de allá, mis abuelas son indígenas, mis vecinos también, estamos mezclados –tengo una parte zapoteca y probablemente otra mixe–, yo me veo todos los días como una persona indígena y no tengo que pensar antropológicamente sobre mí: vivo mi vida normal y tengo mis gustos, como los tiene cualquier otro. Me importaba que lo indígena no fuera un tema, sino algo inherente a lo que soy”, señala.
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Foto: UNAM
gse