Viraje

En La edad de la razón, Jean-Paul Sartre retrata a Mathieu, un hombre al borde de una decisión crucial. Es un ser consciente del mundo que le rodea; por tanto, está obligado a actuar en él, y ya no puede ocultarse tras la comodidad de la indiferencia o la neutralidad. Así descubre que la libertad no es licencia, sino una responsabilidad.

Ese despertar de conciencia no ocurre en un vacío. Es resultado de una época convulsa en que las contradicciones se intensifican y la evasión ya no es opción. De esta manera, el individuo comienza a ver con claridad que toda elección tiene consecuencias, y que optar por el silencio o la pasividad es una forma de complicidad.

Algo similar parece estar ocurriendo con la sociedad estadounidense. Luego del endurecimiento de las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump, el pueblo comienza a dar un viraje. La realidad terminó por imponerse, y con esta, una conciencia nueva: la de que la migración no es un problema, es una parte constitutiva de su identidad nacional.

De acuerdo con las encuestas más recientes de Gallup, el 79 por ciento de las y los estadounidenses considera que la migración es algo bueno para su país. Hace apenas un año, ese porcentaje rondaba el 60 por ciento. Hoy, solo el 17 por ciento la percibe como amenaza. Esta transformación es profunda e importante, porque no se trata de una fluctuación coyuntural, sino de un viraje cultural, social, político y hasta puede decirse que ético.

Asimismo, la encuesta del Pew Research Center confirma dicha tendencia. Es decir, más estadounidenses están a favor de crear vías legales para quienes viven sin documentos, al igual que más voces se alzan contra las redadas inhumanas, los operativos violentos y la militarización de la política migratoria.

Las imágenes de familias separadas, de mujeres y hombres perseguidos por el solo hecho de haber decidido cruzar la frontera, buscando una vida mejor y ganarse el sustento de manera honesta, han generado un profundo malestar en el corazón de una nación que también fue fundada por migrantes.

Incluso figuras republicanas, como la congresista Mónica de la Cruz, comenzaron a presentar propuestas para responder a esta nueva realidad. Su iniciativa del programa Bracero 2.0 busca salarios dignos, condiciones claras y mayor estabilidad para las y los trabajadores agrícolas. Es un reconocimiento implícito: sin migrantes, Estados Unidos (EE. UU.) no camina.

Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum lo ha señalado claramente: México no dejará de alzar la voz frente a la criminalización de las y los migrantes. Lo hizo recientemente, al lamentar la muerte del trabajador connacional Jaime Alanís, durante una redada del ICE. A nombre del Estado mexicano, expresó su firme intención de buscar justicia, incluso en tribunales estadounidenses.

No se trata solo de diplomacia o de derechos consulares; se trata de dignidad. Desde que iniciaron los operativos más agresivos bajo el segundo mandato trumpista, más de 1,400 mexicanas y mexicanos han sido repatriados tras redadas que provocan rupturas familiares, miedo en las comunidades y un ambiente enrarecido en diversas ciudades donde la migración es parte del tejido social.

No es coincidencia que, mientras tanto, aumentara el costo de productos agrícolas en EE. UU. La falta de mano de obra —originada por el miedo a las redadas—comenzó a impactar la economía local. El viraje en la opinión pública responde también a esta evidencia: perseguir migrantes es tan injusto como contraproducente.

Las campañas de “autodeportación” y propaganda xenofóbica, financiadas por el Departamento de Seguridad Nacional, también están siendo cuestionadas incluso dentro del propio sistema estadounidense. El pueblo empieza a distinguir entre la narrativa del miedo y la realidad del trabajo, entre la manipulación política y la contribución cotidiana de millones de migrantes.

El pueblo estadounidense parece estar despertando. Ya no es posible ocultar la verdad detrás del muro del prejuicio ni sostener discursos de odio sin pagar un costo social. Y ese viraje, aunque aún en proceso, es una señal alentadora para quienes creemos en un mundo más justo.

En este contexto, México tiene una tarea: seguir del lado correcto de la historia. No bajar la voz, no dejar solas a nuestras hermanas y hermanos migrantes. En el Congreso seguiremos insistiendo en una política exterior activa, digna y humana. Y en nuestro territorio respaldaremos con políticas públicas eficaces a quienes regresan, no como derrotados, sino como lo que son: heroínas y héroes.

Debemos entender que la lucha por los derechos de las y los migrantes no es ajena. Es parte de nuestra propia batalla por la justicia social. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que solo el pueblo puede salvar al pueblo. Y esta vez, el pueblo estadounidense está comenzando a entenderlo.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X y Facebook: @RicardoMonrealA

 
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Ricardo Monreal

El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.

Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).

En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.

Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el  Partido del Trabajo (PT).

Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.