El pasado 14 de marzo, en mi calidad de senador de la República, recibí en mi oficina a las madres, los padres, familiares y abogados de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, por una petición que ellas y ellos me hicieron para ser atendidos, y a la cual respondí, no solo por ser mi deber como cualquier servidor público del Estado, sino por tratarse de un tema de profunda sensibilidad humana y de alto interés nacional.
Su solicitud fue que el Senado de la República fungiera como interlocutor para retomar la comunicación con el titular del Ejecutivo federal y las instancias encargadas del caso. Se trata de reiniciar el diálogo suspendido desde septiembre pasado.
Asimismo, propusieron que las y los legisladores que formamos parte de la Cámara Alta citemos a comparecer al general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval; al fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, y a la Secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, o bien, presentar un punto de acuerdo para exhortar a las y los funcionarios de estas dependencias de gobierno para que atiendan sus demandas.
Siempre estaré a favor del diálogo para generar acuerdos que eviten la confrontación y prioricen la paz. El diálogo no se debe perder; hay que buscar caminos de entendimiento. El diálogo significa el comienzo de un acercamiento a posturas comunes; el diálogo es consustancial a la democracia, porque con él se pueden lograr acuerdos que generen resultados, y los acuerdos generan gobernabilidad, igualmente esencial en la democracia.
El diálogo equilibra posiciones distintas o contrapuestas, evita los rompimientos, permite la convivencia entre el desacuerdo y el consenso y aleja los inconvenientes para lograr respuestas lo más satisfactorias posibles para los actores involucrados o en disputa. Además, el diálogo conlleva la práctica de acciones y valores como la tolerancia, la escucha, el reconocimiento del otro, la empatía y la comprensión.
Quisiera recordar un evento emblemático que deja ver la importancia de mantener vivo el diálogo bajo cualquier circunstancia: el caso Florence Cassez (2007), el cual generó que las relaciones diplomáticas a nivel de los Ejecutivos llegaran a un punto de cuasi ruptura por las diferencias suscitadas entre ambos Gobiernos respecto a la inocencia o culpabilidad de esta ciudadana francesa, por su presunta responsabilidad en materia de secuestro, entre otros delitos.
En ese contexto, la diplomacia parlamentaria, a través de los senados de los dos países, realizó un trabajo institucional, serio y de diálogo permanente. Las y los senadores de México y de Francia mantuvieron la interlocución, a fin de que los canales de diálogo no se cerraran. Por ejemplo, nuestros pares franceses argumentaron que la nacionalidad de Florence Cassez no la hacía inocente, mientras que legisladoras y legisladores mexicanos subrayaron los vicios de su proceso judicial. Ello generó caminos de entendimiento y gestos de simpatía entre ambos países y cámaras. Finalmente, el caso se resolvió en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la ciudadana de origen francés fue liberada en 2013.
La desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, es un caso que a todas y a todos nos lastima, pero que al mismo tiempo nos compromete a seguir actuando en el marco de la ley, a fin de, como ha referido el presidente López Obrador, encontrar a los jóvenes desaparecidos, seguir castigando a los responsables y conocer la verdad. Para ello, todos los instrumentos y herramientas legales son indispensables, pero lo es también el diálogo, en el cual creo y considero importante para seguir generando caminos de entendimiento.
X y Facebook: @RicardoMonrealA
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El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.
Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).
En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.
Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido del Trabajo (PT).
Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.