Una verdad dolorosa

Los titulares mediáticos mundiales y las impactantes imágenes que dan cuenta de la guerra en curso entre Israel y el grupo Hamás nos permiten entrever que esta dejará una marca imborrable en la conciencia global.

Hablamos de un conflicto que ha perdurado durante décadas y que parece no tener fin. Pero, más allá de ideologías y disputas políticas, lo que siempre resulta más evidente en este tipo de enfrentamientos es una verdad dolorosa: que quienes más sufren son las personas en situación de mayor vulnerabilidad, y que padecen las consecuencias durante y después de los conflictos armados.

Las imágenes de familias destrozadas, niños traumatizados y vidas truncadas son una constante dolorosa que se repite en Gaza y en Israel. Edificios colapsados, hospitales rebasados y falta de acceso a servicios básicos son una realidad diaria. La guerra no distingue entre ideologías ni afiliaciones políticas; su impacto es devastador y duradero.

Recordemos que en el conflicto israelí-palestino no hay ganadores. No importa cuántas veces se reinicie el ciclo de violencia, la realidad permanece inmutable, pues vuelve a haber miles de vidas destrozadas, familias desplazadas y comunidades desgarradas. Las niñas y niños que crecen en Gaza y Cisjordania solo han conocido la guerra y el conflicto a lo largo de sus cortas vidas; se trata de una generación atrapada en un ciclo interminable de sufrimiento.

Para comprender la magnitud de la crisis, hay que revisar las raíces históricas del conflicto. El pueblo palestino lleva décadas luchando por el derecho a la autodeterminación y por un Estado independiente. Sufrió la ocupación israelí, el bloqueo en Gaza y la construcción de asentamientos ilegales en Cisjordania. Por otro lado, Israel tiene legítimas preocupaciones de seguridad y el derecho a existir en paz. De ahí que el desafío sea encontrar un equilibrio que respete los derechos de ambos pueblos.

La comunidad internacional debe hacer más que simplemente condenar los actos de violencia. Las iniciativas de paz tienen que ser respaldadas y promovidas, y realizarse todo lo posible para garantizar que se respeten los derechos humanos de los involucrados.

En esta situación, es necesario que la ONU abogue por la justicia, equidad e igualdad de derechos, de manera imparcial e independientemente de orígenes étnicos, religiones o nacionalidades. Es decir, para resolver los conflictos habrá de sobreponerse a la narrativa de la violencia y actuar bajo un enfoque pacífico y diplomático.

La guerra entre Israel y Hamás debe ser un llamado de atención para el mundo, un recordatorio de que las vidas humanas son sagradas y que la paz es la única salida. La historia nos ha demostrado una y otra vez que la guerra engendra más guerra.

Es responsabilidad de todas las naciones unir esfuerzos en busca de un mundo más justo, donde a quienes son más vulnerables ya no se les sacrifique en el altar de la política y la ideología, y que prevalezca la humanidad.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X y Facebook: @RicardoMonrealA

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Ricardo Monreal

El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.

Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).

En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.

Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el  Partido del Trabajo (PT).

Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.