“Perros robots podrían patrullar la frontera entre Estados Unidos y México”. Aunque este titular parece sacado de una película de ciencia ficción, por sorprendente que resulte, se trata de una noticia de la vida real. En febrero de 2022, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos anunció que esta tecnología se encontraba en una etapa de prueba, para su implementación como parte del esfuerzo de vigilar la franja fronteriza y con ello mejorar el control de las fuerzas migratorias.
La frontera que compartimos con la Unión Americana es quizá la más vigilada y tecnificada del mundo. Por eso, la propuesta de los perros robots es sorprendente, no porque parezca parte de una historia escrita por Margaret Atwood, Isaac Asimov o H. G. Wells, sino por el hecho de que frente a retos mayúsculos y amenazas latentes en contra de ambos países, la tecnología —y las inversiones millonarias que su desarrollo implica— se destine a reprimir personas y no a generar oportunidades de desarrollo.
Hace unas semanas, la tragedia de las más de 50 personas migrantes que murieron asfixiadas al interior de la caja de un tráiler en San Antonio, Texas, conmovió al mundo. Hechos como este evidencian que el uso de la tecnología nunca será suficiente para poder contener y mucho menos solucionar el fenómeno de la migración. Se debe aceptar que existe una red de complicidad en ambos lados de la frontera, y cambiar la lógica de los perros robots y del castigo, por una de verdadera colaboración y entendimiento.
A pesar de las evidencias, hay quienes se rehúsan a dar este viraje. Greg Abbott, gobernador de Texas, autorizó a las fuerzas del orden a su cargo regresar a los puertos de entrada fronterizos con México a las personas migrantes que sean detenidas. Doug Ducey, gobernador de Arizona, anunció que se destinarán 564 millones de dólares a la seguridad fronteriza, incluyendo una inversión que permita contar con la mejor tecnología para vigilar el muro divisorio con nuestro país. Este presupuesto, equivalente a 11,280 millones de pesos, bien podría utilizarse en programas de desarrollo que atiendan las causas estructurales de la migración.
El 6 de julio pasado recibimos en el Senado un oficio con el aviso de que el presidente Andrés Manuel López Obrador hará un viaje a Estados Unidos del 11 al 13 de julio, para reunirse con su homólogo en Washington. Las oficinas de ambos países comunicaron que durante la visita se repasarán los avances y retos en migración, comercio y seguridad, temas que han sido constantes en otros encuentros y llamadas, y que son fundamentales en la relación bilateral. Pero será también una buena oportunidad para ir más allá y proponer una nueva agenda que plantee los temas ya existentes y prevenga los futuros.
Más allá de la importancia del comercio, la complejidad del fenómeno migratorio y la necesaria colaboración en materia de seguridad, hay otros asuntos que deben ser discutidos, como el replanteamiento del uso y desarrollo de la tecnología. Por ejemplo, especialistas han señalado la importancia de contar con sistemas cibernéticos seguros y completos que permitan el flujo de información y datos entre los dos países, sin que haya amenazas a la seguridad. Los ciberataques son las armas del futuro, y la tecnología debe ser entonces entendida no como una herramienta para ataques mutuos, sino como un medio para lograr protección y desarrollo compartido y coordinado.
Es también necesario que ambos países prevean el cambio en el mercado laboral, lo cual impactará de manera drástica nuestra relación comercial. Los puestos de trabajo disponibles son cada vez menores, precisamente a causa del desarrollo tecnológico. Esto implica una reconfiguración profunda, que va desde la creación de un nuevo modelo educativo hasta la cooperación internacional, para que el desarrollo de la tecnología no se convierta en una carrera en la cual quienes estén a la zaga se queden fuera del desarrollo, sino que sea una nueva forma de generar mejores condiciones de vida para el mayor número posible de personas.
Por otro lado, también es momento de fortalecer la agenda verde. Combatir el cambio climático y consolidar las energías limpias requiere de nuestra inmediata atención, y ya han tenido lugar numerosos intercambios de primer nivel en este sentido. Nuestro país tiene un enorme potencial para desarrollar energía limpia, por los recursos naturales a su alcance, como el sol, el aire y el agua. Si aprovechamos esa capacidad, será posible generar más energía verde, aumentar su acceso y reducir los costos para las y los consumidores.
Nuestra relación con Estados Unidos es vasta y compleja. El encuentro programado será una oportunidad para intercambiar puntos de vista sobre los temas de la agenda binacional y extender la cooperación existente, para concretar un viraje permanente.
Hacia el futuro, nuestra relación deberá mantener un enfoque basado en la responsabilidad compartida y el respeto mutuo, para enfrentar los retos comunes y dar respuesta a los problemas globales. Seguiremos muy de cerca los resultados de la reunión.
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA
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El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.
Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).
En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.
Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido del Trabajo (PT).
Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.