Patologías de la democracia en América Latina en la era de la COVID-19

En los últimos años, América Latina ha vivido una etapa convulsa de constantes e interminables crisis políticas y sociales. El 2021, no es la excepción. La región muestra una espiral de riesgos por problemas irresueltos y sufre de forma peculiar los estragos de la COVID-19.[1]

La tensión e incertidumbre política son resultado de la desconfianza e insatisfacción ciudadana hacia la élite gobernante y hacia las estructuras políticas, que alcanzó su punto álgido en 2019.

En 2020, la llegada de la COVID-19 acentuó las dificultades sociales, económicas y políticas que ya afectaban a los países de la región antes de la pandemia. A poco más de un año, algunos de los fenómenos que se han recrudecido en América Latina son: la desigualdad, la polarización, la pobreza, el hambre, la desnutrición, la desaceleración económica, la deuda, el desempleo, la pérdida de ingreso, el estancamiento y retroceso educativo, la corrupción, la inseguridad, el crimen, la violencia y la represión, la desconfianza en los gobernantes y en las instituciones, así como en las agrupaciones políticas y en sus representantes.

A este panorama, se suman las consecuencias de la crisis sanitaria y la gestión gubernamental calificada de ineficaz, elementos que terminaron por detonar una crisis de gobernabilidad y de representación política que ya venía gestándose antes del coronavirus. Si bien, la pandemia frenó por un momento las protestas sociales en 2020, la misma ha sido la llama que aviva el descontento actual en países como Colombia, El Salvador, Argentina, Chile y Brasil.

Aumento en el descontento social y nueva ola de disturbios

La historia está repleta de ejemplos de brotes de enfermedades que proyectan una larga sombra de repercusiones sociales, que determinan el contexto político, subvierten el orden social y, a la larga, desencadenan tensión social, desigualdad, desesperación económica y un mayor riesgo de crisis gubernamental.[2]

Un posible motivo es que las epidemias pueden revelar o agravar grietas ya existentes en la sociedad, como la pobreza, la desigualdad, la incompetencia de los gobiernos, el alcance de las transferencias redistributivas y la corrupción.[3] Con base en la tendencia histórica, la pandemia por la COVID-19 podría representar una amenaza para el tejido social en muchos países, alimentando el malestar social.[4]

En América Latina, el descontento social ha sido el motivo de los disturbios. No obstante, este malestar responde a causas y factores diversos en cada uno de los países, tales como la desigualdad y/o precariedad socio-económica antes y después del coronavirus; los procesos políticos o electorales, ya sea al expresar insatisfacción en las urnas o derivado de los comicios; los cuestionamientos a la legitimidad política y la desconfianza hacia los líderes en el poder; y recientemente, la incapacidad gubernamental ante la pandemia.

 

 

Tras la pandemia, el aumento en los niveles de pobreza, la desocupación, la desigualdad y la crisis económica, dibujan un panorama especialmente doloroso para América Latina.[5] Nuevas demandas han sido sumadas a las que prevalecen desde antes de la COVID-19. Además, al malestar heredado por las respuestas gubernamentales, se añade la deficiente gestión y las medidas implementadas en respuesta a la pandemia.

El descontento se ha incrementado y nuevos disturbios amenazan la estabilidad de algunos países, como los ya citados, Colombia, El Salvador, Argentina, Chile y Brasil. En el primero, el proyecto de reforma tributaria presentado por el Gobierno de Iván Duque, para enfrentar la crisis sanitaria, revivió las movilizaciones masivas, provocando el Paro Nacional.[6] En el segundo, organizaciones de la sociedad civil salvadoreña se reunieron para protestar contra lo que consideran una deriva dictatorial y un atropello de la administración Bukele a la separación de poderes.[7]

En la capital argentina, Buenos Aires, los ciudadanos se manifestaron en contra de las restricciones dictadas por el Gobierno para hacer frente a la segunda ola de la COVID-19.[8] Por su parte, en Chile, los disturbios se registraron luego de que la administración de Sebastián Piñera tratará de frenar el tercer retiro en los fondos de pensiones.[9] En Brasil, los ciudadanos inundaron las calles para obligar al mandatario Jair Bolsonaro a rectificar su discurso ante la pandemia y a buscar un pacto institucional con los tres poderes del Estado.[10]

Los actuales disturbios poseen características particulares que se adhieren a los del contexto pre-pandemia. Entre éstas: 1) una sociedad nerviosa: a los problemas no resueltos de 2019, se suma la fatiga pandémica, y al miedo se adiciona la ira, la incertidumbre y la desconfianza hacia un futuro no esperanzador; 2) las y los jóvenes siguen protagonizando las protestas: una generación que se moviliza por causas, que no se identifica con partidos políticos, pero que no está segura de vivir mejor que sus padres; 3) incidencia digital en el activismo: las tecnologías para convocar, organizarse, comunicar, presionar e incluso desafiar a las fuerzas de seguridad, es una tendencia que seguirá en aumento; 4) era de la ira: recrudecimiento de la violencia y persistencia de actos vandálicos, opacando otros tipos de expresiones pacíficas y mayoritarias; y 5) protestas líquidas: movimientos sin un liderazgo claro con el que dialogar y sin una única reivindicación, lo que dificulta la gestión del conflicto y los procesos de negociación, obligando a explorar nuevos mecanismos de resolución.[11]

Adicionalmente, se han exacerbado factores políticos y otros que igualmente alientan las movilizaciones. Por ejemplo, la crisis de representación de los partidos políticos tradicionales; el descenso del número de miembros en estas agrupaciones; el aumento de la conciencia política; la movilización de la clase media desencantada por la percibida ineficacia de la democracia; la transformación y la desintegración de la cultura política debido al creciente individualismo; y la fragmentación y la polarización de la esfera pública.[12]

Crisis de gobernabilidad

Con bajos precios de las materias primas y altos niveles de descontento social y polarización, el coronavirus encontró a Latinoamérica “en el peor momento posible”, apunta Eduardo Mello, profesor de la Fundación Getulio Vargas en Brasil.[13] Enseguida, la pandemia provocó una especie de terremoto sanitario, económico y social que ha dejado a la región con una contracción económica de -7,7% y ha arrastrado a millones de personas a vivir en una desesperanzadora precariedad.[14] Este adverso contexto regional, no tiene precedentes históricos,[15] ni equivalente en el mundo en desarrollo.[16]

Ante la pandemia, ninguno de los organismos nacionales o internacionales concede a América Latina buenas notas en la gestión gubernamental.[17] En 2020, la región tuvo uno de los peores desempeños en el mundo y para 2021 se espera una posición similar. Muchos países no tomaron las medidas necesarias para contener el virus y las adoptadas tuvieron un impacto enorme en la democracia.[18] A finales de enero, la publicación del Instituto Lowy, de Australia, dio a conocer un ranking de 98 países con mejor o peor gestión. Colombia, México y Brasil están en las últimas tres posiciones, y los mejor evaluados son Nueva Zelandia, Vietnam y Taiwán.[19]

Mónica de Bolle, investigadora senior del Peterson Institute for International Economics, indica que, en Latinoamérica, “la respuesta a la pandemia fue un desastre”. Y añade que, los gobiernos fracasaron en entender que el problema de salud no se puede separar del económico. “Todos partieron de la idea de proteger la economía…, [pero] las medidas económicas debieron responder a las necesidades…, la idea de proteger a los más vulnerables no se cumplió… El legado de esta pandemia es mayor desigualdad”.[20] Para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina, más allá de una crisis de salud, vive una crisis de gobernanza.[21]

Las medidas de ayuda fiscal buscaron amortiguar los efectos de la crisis. No obstante, las transferencias entregadas a los hogares vulnerables no compensaron la caída dramática de los ingresos y no cubrieron las necesidades de las y los trabajadores informales o precarios que, en la región, son más de la mitad de la fuerza laboral.[22] En comparación con las economías avanzadas donde el desembolso de recursos fue del 18,8% del PIB, las ayudas en América Latina apenas alcanzaron el 8,5%, una cifra similar en las economías emergentes de Asia (8,6%).[23]

De Bolle, asimismo, refiere que el apoyo de transferencias de dinero no fue suficiente para cubrir a las pequeñas empresas que emplean a mucha gente y tienden a ser vulnerables.[24] Para Guillermo Cruces, subdirector del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata en Argentina, fue un gran desafío llegar a los segmentos más afectados de la población porque muchas personas no estaban incorporadas a los sistemas de ayuda social. Por tal motivo, señala que las ayudas fiscales se focalizaron en transferencias directas de dinero a las personas más vulnerables, lo que, además, retrasó su entrega, particularmente al inicio de la pandemia.[25]

Peor aún, debido a la caída del ingreso, para enfrentar la emergencia sanitaria y económica los países tuvieron que endeudarse, lo que ha elevado su déficit fiscal. En 2019, la deuda latinoamericana representó el 58% del PIB, y en 2020 la cifra se disparó hasta un 72%.[26] Por ahora, se avecina el desafío de enfrentar este déficit derivado de la crisis, lo que podría significar más impuestos, una situación que, por ahora, ya experimenta Colombia.[27]

Expertos y organismos multilaterales coinciden en que los estímulos monetarios no deberían retirarse mientras la situación no esté bajo control.[28] Y algunas interrogantes son: ¿cómo los gobiernos aumentarán sus ingresos para ordenar las cuentas fiscales?, y ¿cómo lograrán ese objetivo en un contexto de crecientes tensiones sociales?[29]

Mientras que en lo individual, la cura ha sido una vacuna o tratamiento médico, la solución a los impactos de la crisis y los problemas generados están relacionados con la política y la gobernabilidad en al menos tres dimensiones: 1) malas decisiones políticas acompañadas de una división política frágil; 2) escasa inversión en salud pública alimentada por ideologías políticas sobre cuál es el papel del Estado; y 3) reglas de patrocinio que han ampliado de manera crónica y sistemática la división entre pobres y ricos, entre ideologías de izquierda o de derecha.[30]

Crisis de representación política

El malestar e insatisfacción de la ciudadanía hacia la democracia, se concreta en una profunda crisis de representación política y de desconfianza en las instituciones y en las élites gobernantes. En América Latina, según datos del Latinobarómetro, los niveles de aprobación gubernamental cayeron de un 60% en 2009, a 32% en 2018.[31]

Los liderazgos políticos de diversa ideología que han sucedido al frente de los Ejecutivos de la región, no han logrado cumplir sus promesas electorales, especialmente en lo económico y lo social.[32] Adicionalmente, el fracaso ante la COVID-19 ha ocasionado entre la población latinoamericana un mayor resentimiento hacia la forma en que funciona, o no funciona, la democracia en sus países.[33] La brecha entre partidos políticos y sociedad se ha ahondado, la renovación y adaptación de las estructuras políticas no es suficiente, pues las mismas se fragmentan e individualizan,[34] ante un comportamiento ciudadano escéptico, pero con mayor conciencia política y que busca nuevas alternativas de representación.[35]

Mientras la emergencia sanitaria ha sido un desafío para la mayoría de los países de la región y para muchos de sus mandatarios, algunos de los cuales también la han aprovechado para consolidar su poder y reprimir la disidencia,[36] el reto del siglo es que la popularidad es y será medida por la efectividad de la respuesta que hayan dado a la pandemia.[37]

 

 

En Argentina, en enero de 2021, y a poco más de un año de su llegada al poder, la imagen de la gestión de Alberto Fernández se encontró en su peor momento (58,6% de opiniones negativas y apenas 30,1% positivas), y las expectativas para 2022 también empeoraron. A esto se suman mayores cuestionamientos a las medidas impulsadas por su Gobierno ante la pandemia y las críticas por la crisis económica.[38]

Para el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, su nivel de aprobación ha ido de la mano con su posición y discurso ante el virus. En este mes de mayo, luego que volvió a entregar los pagos de ayuda a la emergencia, la popularidad de Bolsonaro subió a un 40%, respecto al 35% registrado en marzo pasado.[39]

Para Iván Duque, en abril, la encuesta de la firma Invamer ubicó al mandatario en su segundo peor punto de aprobación (33,1%) en lo que va de su administración. La corrupción, el desempleo, la inseguridad, el coronavirus y la economía, fueron considerados por la población colombiana como los principales problemas del país. En noviembre de 2020, el porcentaje fue de 43,6.[40]

En Chile, a inicios de mayo la medición de la firma TuInfluyes.com marcó en 7% el respaldo a Sebastián Piñera, confirmando el abandono en que se encuentra por el desencanto de la situación económica derivada de la pandemia y por la conducción del país desde el estallido social de 2019.[41] En enero, la aprobación de Piñera se colocaba en un 17%.[42]

La excepción en la región es la personalización en el poder del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Según una encuesta reciente de la consultora CID Gallup, el 98% de la población salvadoreña aprobó la gestión de Bukele ante la pandemia. Este respaldo contrasta con las críticas internacionales,[43] respecto al atropello del mandatario a la separación de poderes.

El escenario latinoamericano es preocupante, los países batallan en varios frentes: dificultades para obtener vacunas; desafío de la crisis económica que ha elevado los niveles de pobreza;[44] déficit fiscal; interrupción en los programas para reducir la desigualdad; y mayores advertencias a la estabilidad política.[45] Hoy, los retos a la democracia y a la gobernabilidad son mayores, las grandes grietas podrían acentuarse y los gobiernos poseen muy poco margen para el error.

Los gobiernos y actores políticos, además, deberán afrontar desafíos para reconstruir el contrato social con mecanismos que aseguren la participación ciudadana, con políticas públicas más amplias, mayor transparencia y rendición de cuentas, e incluso un nuevo pacto fiscal.

En el marco de esta crisis de gobernabilidad y de representación política, Joan Hoey, del The Economist, plantea dos formas de ver las protestas latinoamericanas, una es pensar que las personas están cansadas de la democracia y otra, que los latinoamericanos están exigiendo precisamente mejor democracia.[46] Por su parte, Sergio Bitar, de IDEA Internacional, asegura que, “los movimientos sociales sacuden pero no gobiernan”, no obstante, asegura que “si crean condiciones nuevas para impulsar reformas prioritarias”.[47] El ejemplo más evidente está en el histórico referéndum chileno, en el que la población de ese país aprobó la redacción de una nueva Constitución.

Finalmente, durante este año, habrá de observarse la asistencia a las urnas en algunos de los países que registraron los mayores estallidos sociales en 2019 y en otros que venían arrastrando problemas de estabilidad y de representatividad. En febrero, en Ecuador, la victoria del liberal-conservador Guillermo Lasso puso fin al correísmo. En Bolivia, no obstante el retorno al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) con Luis Arce, el partido del ex mandatario Evo Morales sufrió una derrota no esperada en los comicios subnacionales de marzo. Perú llevó a cabo elecciones generales el 11 de abril y la segunda vuelta presidencial se espera para el 6 de junio. Este 15 y 16 de mayo, Chile tuvo comicios municipales y constituyentes, y en noviembre también elegirá al sucesor de Piñera. Igualmente, en noviembre, Nicaragua y Honduras celebrarán elecciones generales, y en Argentina se votará por nuevos legisladores (la mitad de los diputados y la tercera parte de los senadores). Al mismo tiempo, en Venezuela y en Centroamérica continúa el agravamiento de una crisis sin precedentes que ya afecta a toda la región.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

 

Fuentes:

[1] Lissardy, G. (2021). “Qué dice esta semana trágica en América Latina sobre los problemas que amenazan a la región”. BBC. 7 de mayo. https://bbc.in/3y80NUW

[2] Barrett, P. y Chen, S. (2021). “Social Repercussions of Pandemics”. FMI. 29 de enero. https://bit.ly/33DSt16

[3] Barrett, P., Chen, S. y Li, N. (2021). “La larga sombra de la COVID-19: Repercusiones sociales de las pandemias”. Diálogo a Fondo, FMI. 3 de febrero. https://bit.ly/3ohGGzc

[4] Saadi Sedik, T. y Xu, R. (2020). “When Inequality is High, Pandemics Can Fuel Social Unrest”. IMF Blog. 11 de diciembre. https://bit.ly/3fjZf1x

[5] Gutiérrez-Rubí, A. (2021). “2021: la tensión social al límite”. El País. 5 de marzo. https://bit.ly/3odUElu

[6] Calderón Castillo, J. (2021). “Balance político del Paro Nacional en Colombia”. CELAG. 3 de mayo. https://bit.ly/3eLbp4A

[7] El País. (2021). “Las protestas tras el golpe a la justicia en El Salvador, en imágenes”. 3 de mayo. https://bit.ly/3bmUxPg

[8] EFE. (2021). “Siguen las protestas en Argentina: Ciudadanos reclaman por la suspensión de clases presenciales”. CNN. 17 de abril. https://bit.ly/3uFyvyV

[9] EFE. (2021). “Protestas en Chile tras anuncio del Gobierno de frenar el tercer retiro del fondo de pensiones”. El Comercio. 21 de abril. https://bit.ly/33DYGu7

[10] Euronews y EFE. (2021). “Las protestas obligan al presidente brasileño a cambiar su discurso y buscar un pacto institucional”. Euronews. 24 de marzo. https://bit.ly/3hs90xc

[11] Gutiérrez-Rubí, A. (2021). “2021: la tensión…”. Op. cit.

[12] Bitar, S. (2020). “Los desafíos a la democracia en América Latina”. International IDEA. 14 de enero. https://bit.ly/3fgBLdx

[13] Barría, C. (2021). “Coronavirus en América Latina: cuánto y en qué han gastado sus recursos los gobiernos durante la pandemia”. BBC. 6 de mayo. https://bbc.in/3tEs264

[14] Ídem.

[15] PNUD. (2020). “El PNUD lanza una iniciativa para discutir una nueva gobernanza en América Latina y el Caribe”. 2 de septiembre. https://bit.ly/3ocF35y

[16] Acuña-Alfaro, J. (2020). “Por qué la crisis de la covid-19 es también una crisis de gobernabilidad y cómo salir de ella”. El País. 5 de septiembre. https://bit.ly/2SFizys

[17] Ospina-Valencia, J. (2021). “Gestión de la pandemia en América Latina: suben los contagios, cae la aprobación”. Deutsche Welle. 5 de febrero. https://bit.ly/3eHTsDK

[18] Lissardy, G. (2021). “Por qué solo hay 3 “democracias plenas” en América Latina, según The Economist (y por qué empeoró la situación en 2020)”. BBC. 3 de febrero. https://bbc.in/3w1jLL2

[19] Ospina-Valencia, J. (2021). “Gestión de la pandemia…”. Op. cit.

[20] Barría, C. (2021). “`Los gobiernos de América Latina le fallaron a la gente en la pandemia`: Mónica de Bolle, economista”. BBC. 20 de abril. https://bbc.in/3tKVPdo

[21] PNUD. (2021). “América Latina y el Caribe: Gobernanza Efectiva, más allá de la recuperación”. 14 de enero. https://bit.ly/3y6X4H3

[22] Barría, C. (2021). “Coronavirus en…”. Op. cit.

[23] Barría, C. (2021). “`Los gobiernos de…”. Op. cit.

[24] Ídem.

[25] Barría, C. (2021). “Coronavirus en…”. Op. cit.

[26] Barría, C. (2021). “`Los gobiernos de…”. Op. cit.

[27] Barría, C. (2021). “Coronavirus en…”. Op. cit.

[28] Ídem.

[29] Ídem.

[30] Acuña-Alfaro, J. (2020). “Por qué la crisis…”. Op. cit.

[31] BBC. (2019). “Ola de protestas en América Latina: ¿puede la amenaza de una nueva “década perdida” explicar lo que ocurre en las calles?”. 29 de noviembre. https://bbc.in/3hoQGFh

[32] El Orden Mundial. (2020). “El estallido social en América Latina. Protestas y violencia política en 2019”. 2 de abril. https://bit.ly/3brSfhM

[33] Shifter, M. (2020). “La rebelión contra las élites en América Latina”. The New York Times. 22 de enero. https://nyti.ms/3tK0pZl

[34] FLACSO Chile. (s. f.). “Crisis de representación política en América Latina”. https://bit.ly/3w9P86l

[35] Bitar, S. (2020). “Los desafíos…”. Op. cit.

[36] Barrett, P., Chen, S. y Li, N. (2021). “La larga sombra…”. Op. cit.

[37] Ospina-Valencia, J. (2021). “Gestión de la pandemia…”. Op. cit.

[38] El Economista. (2021). “Se desploma imagen de la gestión de Alberto Fernández”. 20 de enero. https://bit.ly/3uJVE3a

[39] Marreiro, F. (2021). “Bolsonaro recupera popularidad y solo Lula le ganaría en una eventual segunda vuelta en 2022”. El País. 11 de mayo. https://bit.ly/33U4CPP

[40] Valora Analitik. (2021). “Invamer: Desaprobación de Iván Duque llega al 63,2% en Colombia”. 22 de abril. https://bit.ly/3tIhdzJ

[41] Anfossi, A. (2021). “Gestión de Piñera tiene 7% de aprobación en Chile: encuestas”. La Jornada. 1 de mayo. https://bit.ly/3uFDmA9

[42] Ospina-Valencia, J. (2021). “Gestión de la pandemia…”. Op. cit.

[43] BBC. (2021). “Nayib Bukele, el presidente “del cambio” al que acusan de dar un “golpe” a la Corte Suprema de El Salvador”. 3 de mayo. https://bbc.in/33DZBdS

[44] Lissardy, G. (2021). “Qué dice esta semana…”. Op. cit.

[45] Ídem.

[46] Lissardy, G. (2021). “Por qué solo hay 3…”. Op. cit.

[47] Bitar, S. (2020). “Los desafíos…”. Op. cit.

 

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Ricardo Monreal

El doctor en Derecho, Ricardo Monreal Ávila, nació el 19 de septiembre de 1960 en Plateros, Zacatecas, en el seno de una familia de catorce hijos.

Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas y luego cursó estudios de maestría y doctorado en Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 1975 comienza su trayectoria política militando en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), allí ocupó varios cargos: fue coordinador nacional de la Defensa Jurídica del Voto en la Secretaría de elecciones de la dirigencia nacional; presidió el Comité Directivo Estatal de Zacatecas y, posteriormente, fue secretario de Acción Política de la Confederación Nacional Campesina. En éste periodo de militancia participó en el Congreso de la Unión, fue diputado federal dos veces (1988-1991 y 1997-1998) y llegó al puesto de senador (1991-1997).

En 1998, Monreal Ávila abandona al PRI para unirse a las filas del PRD y contender, ese mismo año, a la gobernación del estado de Zacatecas.

Fue diputado federal en tres periodos: de 1988 a 1991 y de 1997 a 1998 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y entre 2012 y 2015 por Movimiento Ciudadano y por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Cumplió labores como senador en dos periodos, de 1991 a 1997 y de 2006 a 2012 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el  Partido del Trabajo (PT).

Ahora por tercera ocasión es Senador de la República y coordinador de la fracción parlamentaria de Morena.