A estas alturas, buena parte de los mexicanos interesados en las noticias y en la política ha visto las imágenes de la artera agresión de Alejandro Alito Moreno, Rubén Moreira y otros palafreneros contra el todavía presidente de la Mesa del Senado, Gerardo Fernández Noroña y el trabajador Emiliano González.
Por más que la derecha prianista activara rápidamente un intento mediocre de campaña de desinformación en medios corporativos y redes sociales, las imágenes son claras: Alito, porro desde sus épocas de “estudiante” en Campeche y sus secuaces de las “juventudes priistas” empujaron y golpearon a Noroña, además de lastimar a Emiliano, patearlo en el piso y hasta amenazarlo de muerte, según el propio Noroña.
Así es cómo Alito nos demuestra ser lo que siempre ha sido: un porro, un violento y un cobarde que agrede a una persona indefensa, ensoberbecido por la impunidad que le otorga su fuero.
Y aquí la terquedad de Noroña en su defensa empantanada del fuero juega en su contra. Alito tendría que ser desaforado antes de que responda por este y otros delitos que ha cometido en su ya larga carrera en la “antipolítica”. Aún así y con sus antecedentes de bravucón, Noroña salió bien librado de este incidente al no perder la compostura y decidir retirarse antes que escalar aún más las agresiones unilaterales de Alito y sus esbirros.
Debe hacerse algo, pero inmediatamente, para que el pueblo de México no tenga que seguir pagando el sueldo de estos porros y delincuentes plurinominales y con fuero. Esta es una línea roja que ya se cruzó y de la que no hay marcha atrás.
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Columna de Manuel Ibarra en SDP Noticias
Foto Especial
clh