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Del porfiriato al priato y el morenato

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Raúl Ávila Ortiz destaca la importancia de fondo que tiene la reforma electoral que implantará una nueva tesis: una autocracia de derechas o izquierdas, o bien, una democracia popular en un contexto posmoderno.

Una de las interpretaciones más legibles de nuestra historia moderna es la que opone lapsos de impulsos liberales y olitas democráticas a revolventes proteccionistas y contraolas autocráticas o autoritarias.

En ese tenor, al flujo liberador de la Independencia con Hidalgo en 1810 y Morelos en 1814, incluso Cadiz en 1812, y el confederalismo de 1821 a 1824, le siguió el intento imperial iturbidista de 1822-1823 y el santanismo centralizador y dictatorial postindependiente entre 1834 y 1854.

Al movimiento revolucionario liberal de Ayutla de 1854 y la Constitución de 1857 le sobrevino el conservador Plan de Tacubaya de ese mismo año y el Imperio de Maximiliano, 1864-1867.

A la República Restaurada por el Gigante de Guelatao, Benito Juárez, 1867-1876, le desfiguró el porfiriato desde 1877 hasta 1911.

Al nuevo impulso liberal de Francisco I. Madero lo ahogaron en sangre Victoriano Huerta en 1912 y en adelante el caudillismo de Carranza, Villa y Zapata, Obregón, Calles o Cárdenas, junto con el neocorporativismo y autoritarismo del PNR (1929)-PRM (1939)-PRI (1946).

A la larga noche corporativa y autoritaria del priato se le opuso el neopanismoneopriismo y en parte el perredismo mas o menos neoliberales, de manera mas estructurada entre 1990 y 2018.

Y ahora, de 2018 a la fecha, a esa opción pluralista y democrática se ha contrapuesto el lopezobradorismo y el claudato morenista, neopopulista y neoautoritario, en definitiva, se insiste, iliberal.

No es este el espacio para desglosar una argumentación crítica de esa visión histórica, y tampoco para insistir en la lógica de su contraria, el planteamiento de las cuatro transformaciones.

Solo deseo dejar apuntado una vez más que entre las dos se está forjando una síntesis que habrá de irse decantando de manera gradual y que la reforma electoral que viene, según sus condiciones y contenidos, puede acelerar hacia 2030 o 2036. De allí su importancia de fondo.

Esta síntesis, dable conforme con la historia posible, implantará una nueva tesis: una autocracia de derechas o izquierdas, o bien, una democracia popular en un contexto posmoderno, tanto cotidiana y comunal como liberal y tanto digital como hiperparticipativa.

Esta última opción, si tiene lugar, podría poco a poco secar al fin las raíces culturales del autoritarismo, patrimonialismo, corporativismo, simulación y manipulación desde arriba, los temores y tumores heredados que nos impiden la auténtica mutación a la libertad, igualdad y prosperidad compartida por las mayorías. No de vuelta a formatos ya infuncionales e inefectivos, a beneficio de minorías.

¿Alguien desea algo diferente?

 

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SDP Noticias

Columna de Raúl Ávila Ortiz

Foto: Especial

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