Un estudio reciente, publicado el pasado 23 de junio en The Journal of Infectious Diseases, reveló que rastrear los niveles de COVID-19 en las aguas residuales de una ciudad puede ser una de las formas más efectivas para anticipar un brote. Investigadores de la Universidad de Minnesota demostraron que al analizar las aguas negras de la región metropolitana de Minneapolis–St. Paul, lograron detectar con hasta dos semanas de anticipación los repuntes de casos que luego llegaron a clínicas y hospitales.

El equipo científico tomó 215 muestras de la planta de tratamiento que atiende a 1.8 millones de personas y las comparó con los registros de pacientes atendidos en el sistema de salud Fairview Health Services entre enero de 2022 y agosto de 2024. En ese periodo, se detectaron tres picos importantes de contagios, y en todos los casos, el virus apareció primero en las aguas residuales antes de reflejarse en los reportes clínicos. Esta coincidencia confirmó que el monitoreo de aguas negras puede actuar como una especie de “alarma temprana” para autoridades de salud.

El doctor Timothy Schacker, investigador principal del proyecto, explicó que durante la pandemia aprendieron que el virus SARS-CoV-2 podía encontrarse en aguas residuales incluso antes de que los pacientes llegaran a los hospitales. Esto sucede porque el virus se elimina del cuerpo a través de la orina y las heces antes de que aparezcan síntomas visibles, por lo que su presencia en el drenaje permite detectar aumentos de contagios en tiempo real, sin depender de pruebas médicas individuales. Con la baja en la cantidad de pruebas oficiales —por el auge de las pruebas caseras o la falta de acceso a servicios médicos— este tipo de vigilancia cobra aún más relevancia.

Aunque el estudio se centró en COVID-19, la investigación no termina ahí. El sistema de monitoreo de la Universidad de Minnesota también vigila otros virus respiratorios como la gripe, el VRS (virus sincicial respiratorio), así como enfermedades emergentes como la viruela del mono o el sarampión. En paralelo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos han desarrollado un sistema nacional de vigilancia por aguas residuales, conocido como NWSS, que opera en más de 1,200 sitios del país. Este modelo permite a las autoridades identificar aumentos de actividad viral y tomar decisiones rápidas antes de que se saturen los hospitales.

Una de las grandes ventajas de esta herramienta es que ofrece información colectiva y anónima, ya que no depende de saber quién está enfermo, sino que capta señales generales de la población. Además, es mucho más rentable que aplicar miles de pruebas clínicas. Un solo muestreo puede dar pistas del comportamiento viral de toda una comunidad, lo que lo convierte en una alternativa poderosa para la salud pública.

Aun así, el método no está libre de limitaciones. No permite saber con exactitud cuántas personas están contagiadas, sino que solo identifica tendencias. Su efectividad también depende de cuántos puntos de muestreo haya y de su ubicación, ya que no todas las zonas cuentan con sistemas de drenaje conectados a plantas de tratamiento. En áreas rurales, por ejemplo, su utilidad disminuye.

Este tipo de vigilancia podría ser clave para países como México, donde el acceso a pruebas clínicas es desigual y donde los servicios de salud muchas veces reaccionan tarde ante los brotes. Si se implementara un sistema de rastreo de aguas negras a nivel nacional, se podría actuar con más rapidez ante nuevos repuntes, ya sea de COVID, influenza o cualquier otro virus respiratorio. El seguimiento constante de los drenajes urbanos no solo es una medida eficaz y accesible, sino que también podría convertirse en una herramienta esencial para prevenir futuras crisis sanitarias.

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xmh