Una nueva tragedia golpeó este domingo a Damasco, capital de Siria, luego de que un atacante suicida, presuntamente afiliado al grupo extremista Estado Islámico (EI), irrumpiera en la iglesia de San Elías durante una celebración religiosa. El saldo: al menos 20 personas fallecidas y 52 heridas, de acuerdo con información oficial del Ministerio del Interior sirio.

El agresor, según testimonios, abrió fuego dentro del templo y, ante el intento de ser detenido por los feligreses, detonó un cinturón de explosivos que llevaba consigo. En cuestión de segundos, el recinto quedó envuelto en humo, sangre y gritos de pánico.

Rescatistas y equipos de Defensa Civil llegaron al lugar para auxiliar a los heridos y remover escombros. Varios testigos narraron que escucharon disparos, seguidos por una explosión que cimbró las estructuras cercanas. Un comerciante local contó que pensó que era “otro bombazo más” hasta que vio a la gente salir ensangrentada de la iglesia.

Este es el primer atentado contra un templo cristiano en la capital desde la caída del régimen de Bashar al Asad en diciembre de 2024, cuando el grupo islamista HTS (Hayat Tahrir al-Sham) tomó el control del gobierno tras años de guerra civil. Aunque el nuevo régimen ha prometido “unidad y tolerancia”, la realidad para las minorías religiosas, como la comunidad cristiana, dista mucho de esa promesa.

En los últimos meses, se han registrado varios intentos de ataque similares. En enero, por ejemplo, las autoridades frustraron un atentado contra el santuario chiíta de Sayeda Záinab, donde fueron detenidos sospechosos con explosivos listos para detonar. Esto refuerza la preocupación de que células extremistas como el EI siguen activas y con capacidad operativa, especialmente en zonas urbanas.

Además del atentado, el contexto general del país sigue siendo preocupante. La salida de Asad no trajo paz inmediata. Por el contrario, se ha generado un ambiente de inestabilidad, desconfianza y violencia sectaria. En entrevistas recientes, miembros de la comunidad cristiana dijeron temer por su seguridad y sentirse como “ciudadanos de segunda”.

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Foto cortesía

xmh