México.- En 2025, la cantidad de sargazo podría aumentar hasta 40 por ciento, advirtió la académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, Leticia Durand Smith. Esta previsión hace pensar en un verano complicado para las costas de Quintana Roo.

Durante su participación en el Seminario Interinstitucional Entramados Naturaleza, Cultura y Sociedad, organizado por el Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHCIS), con sede en Mérida, Yucatán, la investigadora explicó que 2022 fue un año de llegada abundante de esta alga, que ya se ha convertido en un nuevo actor del Caribe mexicano.

“El sargazo perturba la vida de las personas y de otros organismos; reta la capacidad de control de las instituciones y cuestiona el futuro de la región. Y, al mismo tiempo, representa ámbitos de negocio y sostiene una industria creciente de nuevos productos y servicios, de manera que su presencia no puede ser ignorada, ocultada ni controlada”, dijo.

Cuando las macroalgas arriban en forma masiva, su papel ecológico cambia drásticamente. En cuestión de días, se pudren en la costa y generan un lodo llamado “marea marrón”, que reduce la penetración de luz solar y disminuye los niveles de oxígeno en el agua.

Toneladas de materia orgánica son arrastradas al Mar Caribe, y lo que se descompone y seca en la playa libera gases tóxicos como sulfuro de hidrógeno y amoniaco. Estos compuestos pueden afectar gravemente a los organismos marinos y también a los seres humanos.

La “marea marrón” impacta directamente los pastos marinos, que son clave para mantener la claridad del agua y la estabilidad de los sedimentos. En lugares como Puerto Morelos, se ha documentado que, cuando hay exceso de sargazo, la materia orgánica disuelta se multiplica por 35, la luminosidad se reduce 30 veces y el oxígeno en el agua baja 50 por ciento. Estas condiciones ya han tenido efectos en los arrecifes: en 2016, se registró una mortalidad del 27 por ciento, sobre un ecosistema ya debilitado por el desarrollo urbano y turístico.

Durand Smith señaló también que el fenómeno afecta a especies como las tortugas marinas, que enfrentan obstáculos físicos para anidar. Además, ha crecido la prevalencia de fibropapilomatosis, enfermedad que provoca tumores en la piel: mientras que en 2008 solo 1.6 por ciento de las tortugas de Akumal presentaban este padecimiento, en 2018 la cifra subió al 54 por ciento.

Los seres humanos también enfrentan consecuencias: gases como el sulfuro de hidrógeno generan irritación en mucosas, dolores de cabeza o náuseas. Y las pilas de algas acumuladas en la playa alejan a quienes buscan descanso y esparcimiento, relató la investigadora durante su conferencia La crisis del sargazo en el Caribe mexicano. ¿Qué nos dicen las algas?

Las estrategias

Frente a este escenario, las autoridades y el sector hotelero han optado por retirar el sargazo manualmente o con maquinaria pesada. Pero esta solución es costosa: limpiar un solo kilómetro de playa puede costar más de un millón de dólares al año. Además, 30 por ciento del volumen que se retira es arena. Si no se devuelve a la playa, el proceso de erosión se acelera.

El depósito inadecuado del sargazo también puede contaminar los acuíferos: los lixiviados se filtran en los suelos cársticos de la Península de Yucatán y llegan al subsuelo. A la par, ha surgido una industria que ofrece servicios de limpieza, maquinaria y traslado de algas hacia los sitios de disposición final.

También se han instalado barreras para contener el sargazo, pero estas no funcionan por sí solas. Es necesario el uso de barcos que recojan el alga antes de que se hunda o avance con el oleaje, explicó.

Para Durand Smith, el fenómeno es una señal clara de la interconexión entre las prácticas humanas y los ciclos naturales. La condición sin precedentes que ha alcanzado el sargazo —traspasando sus límites naturales más allá del Mar de los Sargazos en el Atlántico— está relacionada con el incremento de nutrientes en el agua, especialmente nitrógeno. Su concentración se ha multiplicado por 15 debido al uso de fertilizantes y la deforestación.

El sargazo aprovecha estas condiciones para florecer y, en su trayecto, recolecta contaminantes como metales pesados, plásticos y microplásticos. Así, su presencia encarna las transformaciones del océano que han sido provocadas por la acción humana, en una región marcada por el cambio climático y el deterioro ecológico.

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