Tlaxcala, Tlax. - Una reciente controversia ha colocado al cantante Carlos Rivera en el ojo del huracán, luego de que una pareja de mujeres lo señalara por negarse a cantar en su boda, celebrada en un recinto de su propiedad. El caso ha reavivado la discusión sobre los límites entre decisiones personales y la responsabilidad pública que implica ser figura pública en una sociedad diversa.

La boda entre Jovina y Ale tuvo lugar el pasado 11 de febrero en “Casa Huamantla”, un espacio histórico ubicado en Tlaxcala y administrado por el equipo de Rivera. De acuerdo con declaraciones difundidas en redes sociales y medios como el canal de YouTube del periodista Javier Ceriani, la pareja buscaba que Rivera interpretara una de sus canciones más conocidas, “Que lo nuestro se quede nuestro”, durante su primer baile.

Aunque las novias aseguraron haber cumplido con los requisitos solicitados por el equipo del cantante, como limitar la presentación a una hora, la actuación nunca se concretó. Lo que generó mayor molestia entre las involucradas fue enterarse, por medio del personal del lugar, que días antes Rivera sí había cantado en otra boda, esta vez entre una pareja heterosexual. Para ellas, la negativa no pareció tener justificación logística o de agenda, sino más bien una decisión cargada de prejuicio.

El silencio del cantante ha generado tensión entre parte de su base de seguidores, algunos de los cuales lo han acompañado desde sus inicios en La Academia. En redes sociales, usuarios han expresado su decepción por lo que consideran una muestra de exclusión. Hasta el momento, ni Rivera ni su equipo han ofrecido una postura pública que aclare lo sucedido o desmienta los señalamientos.

Este episodio pone sobre la mesa un debate más amplio que trasciende al artista tlaxcalteca: ¿qué papel deben jugar las figuras públicas ante los derechos de la comunidad LGBTQ+? En un contexto donde las expresiones culturales siguen siendo fundamentales para visibilizar y normalizar la diversidad, decisiones como esta no pasan inadvertidas.

Cabe recordar que el país ha avanzado en materia de derechos igualitarios en la última década, con la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el territorio nacional. Sin embargo, la aceptación social no siempre avanza al mismo ritmo que las leyes. La industria del entretenimiento, por su alcance y capacidad de influencia, también carga con la responsabilidad de abrir espacios incluyentes.

Aunque todavía se espera una versión oficial de los hechos por parte del cantante, lo ocurrido en Casa Huamantla ha encendido una conversación necesaria: la que gira en torno a la congruencia entre la imagen pública y las acciones privadas, especialmente cuando hay expectativas de respeto, empatía y apertura en el trato con todos los públicos.

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foto cortesía 

xmh