Con motivo del funeral del papa Francisco, un gran número de líderes mundiales han confirmado su asistencia. Entre ellos destacan los presidentes Donald Trump, Emmanuel Macron, Javier Milei, entre decenas de otros; amén de monarcas católicos como el rey Felipe de España y el príncipe Alberto de Mónaco.

La presidenta Claudia Sheinbaum, por su parte, ha anunciado que no asistirá al evento en Roma, y que en su sitio acudirá Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación.

Se desconocen los motivos que han conducido a esa decisión. Sin embargo, sea lo que haya sido, se antoja desafortunado y fuera del contexto internacional en el que México está inserto.

En primer lugar, se trata de un funeral de Estado pues el papa en turno es el jefe del Estado Vaticano, y por tanto, cabeza de la Santa Sede; entendida ésta no solo como la cúpula de la iglesia universal sino como la personalidad jurídica del Vaticano y de la propia Iglesia.

En segundo, México es el segundo país con mayor número de católicos en el mundo, por detrás únicamente de Brasil.  En adición, es un país con una profunda tradición católica anclada en cientos de años de práctica cristiana y una ejemplar devoción a la Virgen de Guadalupe.