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Milei y la ópera

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Héctor Palacio refiere el gusto de Javier Milei por la ópera italiana del siglo XIX, así como varios políticos derechosos y progresistas en Latinoamérica

Realicé una rápida revisión de las referencias operísticas de Javier Milei y: Sí sabe de ópera. Básicamente, de ópera italiana del siglo XIX. De acuerdo con las evidencias en videos, notas, entrevistas y columnas argentinas, le gustan: Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi y Puccini. Mozart no le agrada, por los diálogos “dramáticos” intercalados (se refiere a un subgénero alemán conocido como Singspiel, un derivado de la ópera bufa italiana, pero son las que menos compuso Mozart, unas tres: El rapto en el serralloEl empresario y La flauta mágica; cómicas las dos primeras, fantástica la última); aunque hace poco se blanqueó, maquilló y polveó como los personajes de la película Amadeus para visitar a Trump. Hay un registro de que el presidente argentino fue a ver Carmen, al Teatro Colón de Buenos Aires, y otro de que se reúne con periodistas melómanos amigos los domingos en la Quinta de Olivos, residencia principal del presidente: “los domingos un grupo de amigos (más o menos cercanos) nos juntamos a ver en el cine de Olivos óperas de distintos compositores (en especial Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi y Puccini). Luego de lo cual, cenamos y discutimos sobre temas diversos”; tuit de Milei del 30 de junio de 2024, luego del cuestionamiento por la presencia de periodistas y las reuniones que terminan a la una de la mañana del lunes.

Durante de la indagación, pude observar que Milei ve la ópera y a algunos cantantes (Leo Nucci, Pavarotti, Netrebko…) como un fanático. Como un arrogante embebido que, presumiendo que sabe de ópera, se coloca en una posición aparte, superior; como un boludo, pues. Me recordó sin duda aquella entrevista en que Javier Lozano Alarcón, el funcionario de F. Calderón, confiesa haber llorado cuando vio a Pavarotti en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, no al escucharlo, tan solo al verlo y sentir su presencia. Una conducta semejante a la del onanista orgásmico, o parecida a la reacción de quien al ver a su estrella favorita experimenta una suerte de eyaculación mental o le da chorrillo; un paroxismo exacerbado. Pero bueno, cada quien su experiencia, ambos comparten su amor por dicho tenor italiano.

Lo cierto es que saber y conocer de ópera no garantiza que alguien sea buena persona y mucho menos un buen político, como en el caso de los dos mencionados. Más ridículo aún, y desde la supuesta antípoda ideológica, es un caso sobre el que me he negado a escribir: la compañía de ópera que Daniel Ortega, presidente nicaragüense de por vida al parecer, ha puesto y patrocinado a su hijo, una desgracia como tenor, que es la estrella absoluta de la misma; francamente patético.

Siendo más específicos, el Capitán AnCap (por anarcocapitalista, al parecer) detalla, hacia el final de un larguísimo programa de tres horas y media por youtube, sus gustos particulares de la ópera italiana belcantista. Además de los compositores señalados ya en un par de ocasiones, sus dos óperas favoritas, para él las mejores de la historia: Lucía di Lammermoor de Donizetti y Norma, de Bellini. También destaca a Nabucco, de Verdi, por su conexión con lo judío e Israel, la analogía entre la ocupación de Italia por los austriacos y la del pueblo hebreo por los babilonios (nada que decir de la ocupación y el crimen del pueblo palestino hoy por Israel; Milei está en proceso de conversión al judaísmo). Destaca también a RigolettoLa traviata, ambas de Verdi, y ToscaGianni Schicchi y Turandot de Puccini. Agrega que también estudia las historias de las óperas; esto es, sus argumentos.

En esa boludez arrogante pero apasionada por la ópera, no deja de cometer imprecisiones. Hay que decirlo para que sus fans “libertarios” no exageren: Llama arias a dos duetos a que hace referencia, el “Brindis” (La traviata) y “Sí, vendetta” (Rigoletto; recuérdese que las arias en ópera son solos, no duetos). También llama “el aria más famosa de la historia” y quinteto, a una fragmento de Lucía que en realidad es el sexteto del fin del segundo acto de la obra. Presumiendo su italiano con seguridad, pronuncia “Jiani Esquiqui” a la ópera Gianni Schicchi (debiera decir algo como “llanni o yanni Sskikki). Su canto, en relación a las piezas que pretende interpretar, es bajo de tono y desafinado. Claro, no es cantante, pero los “libertarios” ya andan emocionados solicitándole que se eche una a cada rato; y así otras cosillas. Tal vez minucias pero todo sea por el amor a la precisión.

De la ópera a la canción popular (y dejando de lado la tragedia griega que nos dejó huérfanos de su música, se perdió), la música vocal es de una riqueza impresionante. Y lo que más impresiona en todo caso no es lo que se conozca de ella sino lo que se puede disfrutar. A final de cuentas, la música per se no hace buenos a unos y a otros malos, eso se va viendo con el transcurrir de los acontecimientos. La música, aunque se trate de usar ideológicamente, al parecer sólo acompaña la existencia, la hace llevadera y aun agradable.

P.d. Una versión del “Libiamo” para terminar, con la Rhein-Main Philharmoniker a la ribera del río Rin:

 
 
 
 

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Columna de Héctor Palacio en SDP Noticias
 
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