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Los ingredientes del amor: mito o realidad
El 14 de febrero es una fecha en la que el amor y la amistad se celebran con gestos simbólicos, y la comida juega un papel central, la cual ha sido un vehículo de expresión para los sentimientos a lo largo de la historia, sin dejar de mencionar que, desde la antigüedad, distintas culturas han atribuido propiedades estimulantes a ciertos alimentos, relacionándolos con la fertilidad, el deseo sexual y el amor.
Estas creencias han sido parte de la mitología que también han influido en la gastronomía y en prácticas rituales que han perdurado a lo largo del tiempo. Exploraremos algunas de estas.
La miel es un elemento afrodisíaco desde las civilizaciones egipcia, griega y romana. Su dulzura y su proceso de elaboración natural la convirtieron en un símbolo de la fertilidad y la vitalidad. En Egipto, se colocaba en las tumbas de los faraones para asegurar su resurrección y vida eterna, además de usarse en ungüentos para aumentar la vitalidad y el deseo. En Grecia, la tradición de la luna de miel proviene de la costumbre de los recién casados de beber hidromiel durante un mes después de la boda, con la creencia de que esto aumentaba la fertilidad. Se pensaba que el néctar de Afrodita contenía miel, otorgándole poderes seductores. Por su parte, los romanos endulzaban sus vinos con miel y la ofrecían en los banquetes en honor a Venus, diosa del amor.
Los mariscos han sido considerados energizantes desde la antigüedad, en parte debido a su textura, sabor y forma, que evocaban asociaciones sensuales. En la antigua Roma, los romanos importaban ostras desde Britania y las consumían en grandes cantidades durante sus festines, convencidos de que su alto contenido en minerales les otorgaba energía y vitalidad. En el siglo XVIII, el famoso seductor veneciano, Giacomo Casanova, escribió en sus memorias que comenzaba el día comiendo 50 ostras, asegurando que aumentaban su deseo y resistencia. En Japón, la medicina tradicional las consideraba un alimento para la longevidad y la virilidad, y se decía que los pescadores que las consumían regularmente tenían una vida amorosa más activa.
Las trufas, un tipo de hongo subterráneo, son apreciados desde tiempos antiguos por su aroma intenso y su rareza, convirtiéndose en un símbolo de placer y exclusividad. Se dice que Cleopatra las consumía regularmente, convencida de que aumentaban su atractivo y magnetismo. En Grecia y Roma, Aristóteles las describía como “un regalo de los dioses”, y los romanos las consideraban afrodisíacas por su escasez y su intenso aroma. En Francia, en la corte de Luis XIV, el Rey Sol, las trufas eran servidas en cenas íntimas y se decía que los nobles las utilizaban para aumentar su deseo.
El cacao, reconocido como el manjar de los dioses, fue un producto sagrado para los mayas y aztecas, utilizado en rituales de amor, ya que su presencia estaba en ceremonias matrimoniales, con la creencia de que otorgaba energía. Moctezuma II bebía grandes cantidades de cacao con chile antes de visitar a sus mujeres, convencido de que le otorgaba vigor. Cuando Hernán Cortés lo llevó a España en el siglo XVI, posteriormente fue endulzado con azúcar, transformándose en un lujo reservado para la aristocracia. En el siglo XIX, Richard Cadbury, empresario británico, comercializó chocolates en cajas con diseños románticos, consolidando su relación con el amor y el Día de San Valentín.
El ginseng, venerado en la medicina tradicional china y coreana, se usa como afrodisíaco por su forma similar al cuerpo humano, asociada con el fortalecimiento de la energía vital. Sus propiedades revitalizantes fueron descubiertas hace más de 4,000 años por el emperador Shen Nong. En la dinastía Joseon, era un regalo exclusivo para la realeza, y en el siglo XVIII se popularizó en Francia como un remedio para el vigor físico y mental.
Las especias, apreciadas por sus aromas y efectos estimulantes, han sido usadas en gastronomía y rituales amorosos. La canela destacó en India y Medio Oriente en bebidas seductoras, el jengibre en infusiones para la energía de emperadores chinos y el azafrán en platos nupciales persas.
Si bien la ciencia moderna ha encontrado compuestos en algunos de estos alimentos que pueden influir en la energía y el bienestar, gran parte de su fama como afrodisíacos proviene de mitos, simbolismos y tradiciones. Más allá de su efectividad química, el acto de preparar y compartir estos alimentos sigue siendo una expresión de amor y deseo en muchas culturas.
¿Qué le van a dar de cenar a sus amados?
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Columna de Sonya Santos en El Financiero
Foto El Financiero
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