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Analizan contaminación del Estero de Urías, en Sinaloa

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Los universitarios estudiaron los microplásticos del lugar; el polímero más abundante es el PET: Ana Carolina Ruiz Fernández

México.- Por primera vez en México, científicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM reconstruyeron la historia de la contaminación por microplásticos, en la laguna costera Estero de Urías, ubicada en Mazatlán, Sinaloa. Este trabajo es uno de los pocos estudios hechos en el ámbito mundial que ofrece una visión a largo plazo de este importante problema ambiental.

Ana Carolina Ruiz Fernández, responsable del Laboratorio de Geoquímica Isotópica y Geocronología del ICMyL, y líder de la investigación; así como Joan Albert Sánchez Cabeza, responsable de los Observatorios Costeros del Cambio Global y del Laboratorio Cambio Global y Climático del ICMyL, y coautor del estudio, explicaron que éste se realizó para reconstruir cómo ha variado la contaminación por microplásticos de ese cuerpo de agua desde el siglo pasado, y hace énfasis en el periodo a partir de 1950, año en que comenzó la producción industrial masiva de plásticos.

Con base en el análisis del registro de microplásticos en sedimentos fechados con plomo-210 fue posible evaluar cómo ha cambiado con el tiempo el flujo de estos contaminantes en el sitio, y su relación con el crecimiento de la población en Mazatlán, así como con la disponibilidad de los plásticos en el mundo, comentó Ruiz Fernández.

Añadió que, aunque desde mediados del siglo pasado hasta finales de los años 80 la producción de plásticos mostró una tendencia creciente, a partir de los años 90 se aceleró significativamente, superando notablemente el ritmo de crecimiento de los 30 años previos.

Cuatro plantas tratadoras de aguas residuales (que no retienen los microplásticos) y varias granjas de camaronicultura descargan sus efluentes al interior de la laguna, lo cual probablemente ha contribuido a agravar la situación, al grado que los niveles de microplásticos en el Estero de Urías se encuentran entre los más altos en el ámbito global, en comparación con otros estudios realizados en sedimentos fechados con Plomo-210 (210Pb).

Es preocupante porque en esa laguna se efectúa pesca de subsistencia, y la contaminación irá a parar también a la biota de la que se alimentan los pobladores de la región, alertó la experta.

Sánchez Cabeza precisó que los sedimentos son como “un libro”, un registro del ambiente capa tras capa, cuyas “páginas” se pasan hacia atrás para reconstruir la historia.

En el estudio se determinó que el polímero más abundante es el tereftalato de polietileno (PET, el de las botellas de refresco y agua), lo cual se explica por su alto consumo y mal manejo, ya que históricamente el porcentaje que se recicla de plásticos es bajo, aseveró Ana Carolina Ruiz.

La técnica más importante empleada fue el 210Pb, un radioisótopo natural que sirve como indicador de periodos de deposición de los últimos cien años. “De esta manera fechamos a los sedimentos y con ello se hace la reconstrucción de la historia de los cambios ambientales. Nos da información de largo plazo en un solo muestreo”, agregó.

Amplia distribución

El equipo científico forma parte de la Red de Investigación de Estresores Marinos– Costeros en Latinoamérica y el Caribe, en el contexto del proyecto de cooperación RLA7028 del Organismo Internacional de Energía Atómica que, junto con la Universidad Nacional, financió la investigación.

Ana Carolina Ruiz apuntó que, a pesar de que son emergentes, es decir, relativamente nuevos, estos contaminantes tienen una distribución amplia, pues se han encontrado “desde el Himalaya hasta la Fosa de las Marianas”. La enorme liberación de partículas plásticas a la atmósfera y a los sistemas acuáticos se debe a un consumo excesivo de ese material y a la mala gestión de residuos, destacó.

“El grave problema que tenemos con eso es que no únicamente se acumulan en los ecosistemas, en este caso marinos, sino que los ingiere la biota; la fauna no sólo deja de comer porque se sacia ingiriendo partículas plásticas, sino que hay problemas de reproducción porque se liberan químicos, usados como aditivos en la fabricación de los plásticos, que se sabe son disruptores endocrinos”, puntualizó.

En el caso de los seres humanos, advirtió, los respiramos y entran en nuestros pulmones; también los ingerimos en el agua embotellada y hasta en productos vegetales, porque los cultivos los van absorbiendo durante el proceso de producción agrícola.

Joan Albert Sánchez Cabeza indicó que se denomina microplásticos a las partículas plásticas menores a cinco milímetros, “aunque su nombre correcto debería ser miliplásticos, porque su tamaño es de milímetros, no de micras”.

Se han encontrado en tejidos de personas fallecidas, en órganos como pulmones e intestinos, inclusive en individuos vivos se han detectado en el líquido amniótico y en la sangre, finalizó la científica.

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Foto Cortesía Ana Carolina Ruiz

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