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A dos años del atentado

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La responsabilidad del atentado contra Ciro Gómez Leyva se ha limitado a los presuntos autores materiales, sin autor intelectual claro

Este domingo se cumplen dos años del atentado de un comando que quiso matar al periodista Ciro Gómez Leyva. En este lapso se ha ido construyendo una verdad jurídica, con detenidos, declaraciones y criminales confesos que permitirá eventualmente a las autoridades cerrar el caso. Las dudas seguirán, como suele suceder con los crímenes de alto impacto, aunque, en este caso, lo inverosímil de los componentes con los que se está construyendo la verdad jurídica permite argumentar que lo único real en lo que se está avanzando es en el encubrimiento. ¿Quién mandó matar a Gómez Leyva? La pregunta seguirá viva.

La Fiscalía General de Alejandro Gertz Manero hizo lo que la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México de Ernestina Godoy, cuando estaba al frente del gobierno capitalino la presidenta Claudia Sheinbaum, no hizo, encontrar al presunto jefe de la célula que atentó contra el periodista a escasos 200 metros de llegar a su casa. Hace un mes Armando Escárcega, apodado el Patrón, declaró ante el Ministerio Público, pero lo dicho no esclarece nada.

Las autoridades capitalinas determinaron desde un principio que la célula cumplía órdenes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). En su declaración, el Patrón no afirma que las recibió de esa organización criminal, sino de “un cercano” de su líder y fundador, Nemesio Oseguera, el Mencho. No aportó ninguna prueba de sus dichos, ni ofreció ninguna explicación del porqué de la orden, salvo que los tenía “hasta la verga”. Es decir, no hay móvil. Tampoco hay lógica. “Jamás dije algo ni presentamos trabajos sobre él”, dijo Gómez Leyva. Aun si lo hubiera hecho, no es la forma como mandan asesinar los narcotraficantes a periodistas por su trabajo, quienes les envían antes avisos para amedrentarlos y forzarlos a callar. Gómez Leyva nunca recibió amenazas de ningún tipo.

¿Por qué matarían a un periodista que nunca hizo referencias a ese cártel o a su líder, fuera de la información cotidiana sobre la violencia? ¿Por qué, sobre todo, si había una orden para matarlo, nunca insistió el cártel en asesinarlo? Cuando otro comando del CJNG atentó contra el entonces secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, en junio de 2020, no cejó en su intento de liquidarlo. Hace pocos meses, durante el periodo de la transición, Sheinbaum aceptó que se fuera a España durante varias semanas luego de que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) descubrió un nuevo plan para matarlo. La amenaza sigue latente.

La responsabilidad del atentado contra Gómez Leyva se ha limitado a los presuntos autores materiales, sin autor intelectual claro. Los ministerios públicos que entraron al relevo de la fiscalía capitalina, donde todo se había empantanado, continuaron sobre la línea de investigación del CJNG, sin tomar en cuenta otras hipótesis que se manejaban dentro del gobierno federal. La más importante, que no fue un atentado relacionado con el narcotráfico, sino uno político por su crítica al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador.

En septiembre del año pasado se publicó en este espacio que una investigación del CNI encontró que el atentado fue ordenado por un militante de Morena –en ese entonces diputado federal–, que actuó por iniciativa propia pensando que le haría un favor a López Obrador quitándole de encima a un agudo crítico de su gobierno. De acuerdo con lo encontrado, el militante de Morena tenía conexiones con La Familia Michoacana, que le facilitó los contactos de una de las células criminales que operan en la Ciudad de México para hacer ese trabajo por su cuenta, riesgo y pago. Las células criminales que hacen trabajos en la capital federal no son parte orgánica de ningún cártel, y trabajan bajo pedido.

La información era preliminar y ubicaba el atentado en el campo de la política. En Palacio Nacional también recibieron información de otras áreas de la inteligencia civil poco después del atentado, que apuntaban a un sospechoso en el Senado, donde uno de los líderes de Morena, molesto por la indiferencia de López Obrador hacia él y la forma como después de utilizarlo lo marginó, buscó crear un clima de inestabilidad con el atentado a Gómez Leyva, no para matarlo, sino para crear una crisis política que afectara al expresidente.

Las dos vertientes políticas nunca derivaron en investigaciones. El senador fue llamado a Palacio Nacional tiempo después, y aunque no se sabe lo que habló con el presidente ni los temas por los cuales fue convocado a su despacho después de largo tiempo en el ostracismo, salió con una docilidad insólita. La investigación del CNI tampoco avanzó, ni nunca se procedió de ninguna manera con el diputado, ni siquiera, hasta donde se sabe, con un extrañamiento.

No había ningún interés del presidente por resolver el atentado. En el mismo diciembre del ataque a Gómez Leyva, López Obrador dio instrucciones de que no se investigara más el crimen, que fue el momento donde la Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina detuvo sus pesquisas y quiso ir ganando tiempo con reuniones periódicas con el periodista y su abogado, hasta que se exasperaron y pidieron la intervención de Gertz Manero. El fiscal general terminó la parte de la investigación criminal con procesos en curso, pero la falta de solidez en las pruebas genera incredulidad y los argumentos de que se trata de un encubrimiento.

La vida de Gómez Leyva siguió, pero destrozada frente a lo que había sido. “No sólo cambié rutinas”, señala el periodista. “Mi vida cotidiana y mi vida en general giraron 180 grados. Pasé, entre otras cosas, a tener vigilancia de la policía de la Ciudad de México 24/7. Fueron excelentes policías, por cierto”. Gómez Leyva se salvó de morir porque viajaba en una camioneta con blindaje 7 –uno de los máximos–, pero su vida dejó de ser vida. Quedó en una jaula de oro, como describió años antes su vida el periodista Jesús Blancornelas luego de que el Cártel de Tijuana quiso matarlo. Gómez Leyva escapó de la jaula de oro y se fue a España. Quiso volver a respirar.

 

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Columna Estrictamente Personal de Raymundo Riva Palacio en El Financiero

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