La opinión pública y analistas nacionales y extranjeros han dedicado numerosos espacios a denunciar abiertamente el fraude de la reforma judicial. Y sí que es un fraude, entendido éste como un ejercicio de simulación dirigido a hacer pasar una cosa como si fuese otra.

Los voceros y propagandistas de la 4T han repetido hasta el cansancio que se trata de una democratización del Poder Judicial, pues será el “pueblo” (con esa cantaleta sacada del libro de texto del populismo latinoamericano) el que elegirá a sus jueces y ministros.

Personajes como Arturo Zaldívar, cuya estatura moral ha quedado desde hace un buen tiempo en entredicho, se pone frecuentemente frente a un micrófono con dos objetivos principales: hacer propagada a favor del fraude y denostar a Norma Piña, como si él fuese un monumento a la dignidad o un ejemplo a los abogados de México.

Lo que el oficialismo omite señalar es que los nombres de los hombres y mujeres que llegarán a integrar esas boletas electorales serán seleccionados por comités, cuyos integrantes no serán otros que los que la mayoría morenista en el Congreso y el propio Ejecutivo elijan.

En relación con el comité propuesto por el Poder Judicial, si bien la captura no está tan clara como en el caso de los otros dos, vale recordar que la vacante dejada por el ministro Luis María Aguilar abrirá las puertas para la designación de un nuevo miembro de la familia morenista; y más tarde, habrá una nueva Corte, seguramente presidida por las oficialistas Yasmín Esquivel o Lenia Batres. En consecuencia, según se prevé, la captura será absoluta.

¿Se creen los mexicanos que en este país nació el concepto de la independencia judicial y que no es un principio heredado de los ilustrados del siglo XVIII? ¿Y que por tanto México puede darle al mundo una cátedra sobre democracia e independencia?

En realidad, a lo largo de estos meses, ningún abogado o analista, con excepción de aquellos que persiguen objetivos políticos, que pretenden convertirse en jueces o que tienen afinidad política con el partido mayoritario, ha siquiera pretendido defender la nefasta reforma.

A su juicio, y al de muchos de nosotros, la reforma no es sino una transgresión a la independencia de los jueces y magistrados, en un intento de tomar el control de todos los poderes del Estado.

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Columna de José Miguel Calderón en SDP Noticias

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