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Hoy entrega una banda ensangrentada

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La euforia obradorista va a durar mientras quede dinero en la caja. Prosperidad que no sea producto de mayor crecimiento económico, es falsa

Antes que nada, Andrés Manuel López Obrador fue un presidente cruel.

Hoy entrega la banda tricolor cubierta con la sangre de cientos de miles de mexicanos que murieron por su irresponsabilidad, ignorancia, y esa soberbia patológica que le impidió rectificar.

Corregir significaba admitir que se había equivocado. Y los dioses no se equivocan.

La única cuenta a favor que puede enseñar de su sexenio es artificial: bajó el número de pobres de 51.9 millones a 46.8 millones.

Es artificial porque no fue producto de la creación de mayor riqueza para repartir, sino de la entrega de dinero en efectivo.

Por eso bajó la pobreza, arrolló en las elecciones y cerró con una popularidad de 68 por ciento.

Los comerciantes (Concanaco) lo apoyaron hasta en la disolución del Poder Judicial, porque hay más circulante.

El dinero que repartió no fue política social, sino compra de simpatías y de respaldo político personal, a cambio de sacrificar el desarrollo.

La euforia obradorista va a durar mientras quede dinero en la caja. Ya se gastó lo que dejaron los gobiernos anteriores y viene lo que siempre ha sucedido tras el paso del populismo: gastar más de lo que se tiene, déficit, insolvencia, crisis.

Prosperidad que no sea producto de mayor crecimiento económico, es falsa.

Con López Obrador la economía del país creció menos que en los cinco sexenios anteriores.

El PIB per cápita es inferior al que había al terminar el gobierno anterior.

Somos más pobres que hace seis años. Se nota lo contrario por el reparto del dinero que había, pero es un recurso finito.

La inversión pública en el sexenio de AMLO fue la más baja que haya registrado un gobierno en el presente siglo.

El empleo formal creció menos que en los dos gobiernos anteriores.

Se generaron 400 mil nuevos empleos menos que los creados durante el sexenio de Felipe Calderón, y dos millones 300 mil menos que en el gobierno de Peña Nieto.

AMLO invirtió menos en salud y en educación que los presidentes pasados.

Bajó el número de mexicanos atendidos en hospitales públicos y creció la atención en consultorios y hospitales privados.

Por primera vez desde la Revolución hay menos niños y jóvenes matriculados en el sistema escolar.

Ah, pero llegan transferencias de dinero en efectivo del gobierno a varios integrantes de una familia.

¿Cuánto tiempo va a durar eso antes de reventar?

También hay más dinero circulante por el crecimiento exponencial de las remesas que llegan de los paisanos que se van a trabajar a Estados Unidos.

Y también entra más dinero al país producto del narcotráfico.

Lo que se ha perdido en este sexenio por dejar de crecer al ritmo de los gobiernos anteriores, suma un total de $2,520,000,000,000.00. Es decir, dos billones quinientos veinte mil millones de pesos.

Más lo tirado en Pemex. Más lo que ha dejado de recibir el país al acabar con las rondas petroleras. Más lo que se tiró en destruir el aeropuerto de Texcoco. Más lo que no recibirá la economía por esa cancelación. Más el tren de 500 mil millones de pesos en la selva maya. Más lo que habrá de gastarse en subsidios al tren. Y el gasto en la construcción de la refinería en Dos Bocas, que pudieron haber hecho los privados. Y el aeropuerto en Santa Lucía…

Ha sido una auténtica y frenética locura.

¿Con qué se van a sostener las transferencias que dejan votos, clientelas cautivas y respaldo político personal al mandatario que hoy entrega la banda tricolor?

Donde es irreparable el daño hecho por López Obrador es en la pérdida de vidas humanas.

Le importó un comino la muerte de casi 800 mil personas por covid, de las cuales casi medio millón se pudo haber salvado.

Le resbalaron los 197 mil 300 homicidios dolosos en su sexenio.

No se quiso confrontar con los grupos criminales. Los dejó matar y extorsionar.

Apoyó a los capos del Cártel de Sinaloa y nunca recibió a los familiares de las víctimas.

Y ahora que el cártel se dividió, le da miedo irse a la finca en Palenque como había prometido.

Sinaloa y Chiapas son escenario de una guerra sangrienta.

La indolencia de López Obrador produjo el récord macabro de un desaparecido por hora durante su gobierno.

Hoy entrega la banda tinta en sangre y llena de cruces.

Se va con gran apoyo popular debido a una ‘política social’ insostenible por mucho tiempo, debido a lo limitado de los recursos que hay.

Deja muchas bombas a la Presidenta, y ella se ve gustosa de recibirlas y asumir el costo de su estallido.

 

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Columna de Uso de Razón de Pablo Hiriart en El Financiero

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