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La despedida de AMLO: ‘me voy, pero me quedo’
Mañana será el último día del gobierno de López Obrador.
Este fin de semana serán sus últimas giras.
El viernes fue su última conferencia mañanera. La número 1 mil 435, pues la del lunes no será conferencia sino una fiesta de despedida.
El martes estará presente en la ceremonia de traspaso de poderes entregando a la diputada Ifigenia Martínez la banda presidencial para que, a su vez, sea ella quien la entregue a Claudia Sheinbaum.
Uno podría pensar que, como otros presidentes de la República que cesaron sus funciones, AMLO se retiraría de la vida pública.
Hasta hace pocos meses él señaló una y otra vez que así lo haría y que residiría en su “Quinta” de hectárea y media, que no rancho según dijo, en Palenque, Chiapas.
Pero, al paso de las semanas las cosas han ido cambiando.
Primero, López Obrador señaló que no se quedaría permanentemente en Palenque, sino que estaría regresando a la Ciudad de México ya que su esposa Beatriz y su hijo Jesús Ernesto se quedarían residiendo en la capital.
También señaló que regresaría a la vida pública si la presidenta se lo pidiera. “Solo atendería yo un llamado de mi presidenta, también haciendo uso de mi derecho a disentir toda la vida. Pero es lo único”.
Pero además refirió hace unos días que en realidad no se va a ir de inmediato a Palenque, sino que permanecerá por algún tiempo en la Ciudad de México, para ‘aclimatarse’.
Son demasiadas señales de que en realidad no está pensando cumplir con su promesa de encerrarse en su Quinta chiapaneca y cesar su actividad política.
La presencia de los expresidentes en algunos casos ha generado incomodidad a sus sucesores y en ocasiones han debido tomar medidas drásticas para evitarlo.
Al dejar el poder Luis Echeverría Álvarez permaneció en su casa de San Jerónimo, lugar al que iban a visitarlo diversos políticos para pedir consejo o apoyo. El expresidente, cuenta, seguía contando con el “teléfono rojo” y hablaba con frecuencia con funcionarios.
Fue tal la molestia de su sucesor y amigo de juventud, José López Portillo, que lo desterró al nombrarlo embajador a las Islas Fiji.
López Portillo terminó su sexenio con tal crisis, que quedó desacreditado y aunque fijó su residencia en lo que popularmente se denominó “la colina del perro” en el poniente de la Ciudad, no le generó conflictos a su sucesor, Miguel de la Madrid.
Éste a su vez, mantuvo su residencia en Coyoacán, en la Ciudad de México, pero fue discreto y nunca tuvo problemas con Carlos Salinas de Gortari, su sucesor.
Tuve la oportunidad de conversar con él en diversas ocasiones, ya como expresidente, y en los lugares públicos a donde acudía era bien recibido.
Salinas de Gortari, quien llegó al poder en unas controvertidas elecciones y quien dejó el poder en medio de una crisis financiera y política, optó por residir fuera del país, sobre todo tras la detención de su hermano Raúl.
Ernesto Zedillo, también de manera rápida obtuvo una posición académica en la Universidad de Yale y dejó de residir en México. Apenas recientemente volvió a aparecer públicamente criticando duramente la reforma judicial.
Vicente Fox, al terminar su periodo tuvo por algún tiempo un exilio interno en su rancho, en el estado de Guanajuato, aunque tiempo después ha estado bastante activo en la vida pública del país.
Felipe Calderón también se mantuvo activo políticamente, aunque en realidad la mayor actividad fue la de su esposa, Margarita, quien incluso fue candidata independiente a la presidencia y pretendió organizar un partido político.
Peña Nieto abandonó el país y se ha mantenido distante y hasta ahora ajeno a la actividad pública.
Esta rápida revisión nos permite ver que no han sido pocos los expresidentes que han mantenido actividades públicas tras el fin de sus mandatos.
Claro, no ha existido ninguno tan poderoso como AMLO.
Desde este espacio le he comentado con frecuencia que no veo riesgo inmediato de ruptura ni enfrentamiento con Claudia Sheinbaum.
Sin embargo, si, por la razón que fuera, a lo largo de los meses, quien será expresidente en un par de días, insistiera en intervenir, de manera pública o encubierta, en las decisiones de quien será presidenta constitucional el próximo martes, creo que podríamos ver hechos inéditos en la política mexicana pues la presidencia de la República es un cargo unipersonal que no puede compartirse.
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Columna Coordenadas de Enrique Quintana en El Financiero
Foto Moisés Nava
clh