“La virtud de la lealtad es la unción consciente e ilimitada de quienes tienen una causa objetiva centrada en la otredad.”

RAÚL OLAY

“Todos los actores se visten en sintonía con su escenario.”

SARAH WATERS

Creo que ya ha quedado suficientemente establecido que las elecciones de este año han sido sumamente violentas. Más de 700 renuncias de candidatos, 34 asesinatos de contendientes, más de 104 casillas que no se instalarán, narco mantas por doquier. Agreguémosle que el presidente López Obrador ha jugado hasta el cansancio con aquello de un posible ‘golpe de Estado blando’…

De nada ha servido decirle que no diga necedades o explicarle al pueblo de México que, dada la situación actual de país, ese solo lo podría asestar el propio gobierno —una suerte de autogolpe de Estado— (algo parecido a lo que hizo Fujimori en Perú hace algunos años).

En otras palabras, si no es el mismo Andrés Manuel —frente a elecciones muy cerradas y desconociendo resultados— no veo quién más podría lanzarse a esa aventura.

¿El papel del ejército en ese remoto caso? Pues el que siempre ha sido; leal a México y a sus instituciones.

No puedo pensar que, cuando el presidente habla de golpe, se refiera a que el ejército se quiera aprovechar de una situación de inestabilidad social de corte postelectoral para hacerse del poder (por mucho que el mandatario lo haya alimentado y apapachado estos años).

Afortunadamente, a diferencia de lo que ha sucedido en otros tiempos en otras partes de Latinoamérica (lean las aportaciones de Laurence Whitehead y otros estudiosos de la política comparada en la región)—, las Fuerzas Armadas en México siempre se han distinguido por ser un árbitro institucional. En otras palabras, aquí el único que ha enturbiado el ambiente electoral desde sus mañaneras ha sido el presidente, nunca los militares.

Por otra parte, si nos atenemos a los resultados de distintas encuestas, no tendría por que haber un escenario de conflicto postelectoral. Si acaso, el único, que la alianza ‘Fuerza y Corazón por México’ resulte victoriosa en la CDMX y que Morena decida desconocer esos resultados. En esa situación, el ejército debe actuar como garante; proteger al TEPJF y garantizar que las impugnaciones se solucionen por las vías legales.

¿Malestar interno, tanto de cúpulas como bases en el Ejército? Sí, se mencionan. En todo caso, primero habría que probarlo antes que sugerir que eso pudiese alimentar acciones de los militares que rayen en traición a la patria. O dicho de otra manera, los líos que pudiesen haber dentro del ejercito no dan para una actuación fuera de de las propias pautas normativas por parte de las estructuras castrenses.

Dicho todo lo anterior, cosa muy distinta es atender como analistas y de cara a la opinión pública un hecho incontrovertible: las Fuerzas Armadas nunca han tenido tanto poder de corte empresarial dado por el mismo presidente de la República (construcciones, aeropuertos, el manejo de trenes, ¡aviones!, hoteles, las Islas Marías, todas las aduanas –muy grave–, fideicomisos intocables). En el sexenio de la “austeridad republicana” donde Educación y Salud sufrieron serios recortes a su presupuesto, la Secretaría de la Defensa Nacional pasó de tener un presupuesto de 81,021 millones de pesos (2018) a 259,433 millones (2024). Descontando la inflación, ¡estamos hablando de un incremento del 121%! La Secretaría de la Marina tenía un presupuesto de 31,305 millones de pesos (2018) y terminaron con 71,888 (2024). Un crecimiento de 2.5 veces o, bien, descontando la inflación, un incremento del 63.8%.

Que estas se hayan convertido en consorcios económicos ha cambiado su naturaleza institucional es lo que habría que analizar. Todo indica que no, si bien habría que estar atentos a tres cuestiones más que ya he tratado antes en varias aportaciones y que se derivan de ello: (1) ¿que tan fácilmente se dejarán recortar las canonjías que ahora poseen?; (2) ¿recibirán órdenes de una mujer presidenta?; (3) ¿deberán seguir en su función de seguridad pública?

Giro de la Perinola

Dicho lo anterior, no deja de llamar la atención que el día de ayer, de una cuenta apócrifa del secretario de la defensa nacional, Luis Cresencio Sandoval, se emitió un preocupante mensaje. Tengo dos preguntas al respecto. La primera es: ¿por qué la Sedena dejó pasar largo tiempo antes de reaccionar? La segunda: si ya sufrieron un hackeo de su información, la cual conocimos por Guacamaya Leaks, y saben que son susceptibles a los ciber ataques y a las suplantaciones, ¿por qué les siguen sucediendo estas situaciones?

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Columna de Verónica Malo en SDP Noticias

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