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El legado de Francia en México

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Tras la intervención francesa (1838-1839) comenzaron a escucharse palabras como consomé, omelet, canapés, champiñón, mayonesa, croquetas, brochetas, crepas, suflés y volovanes

El general Lorencez llego a México con sus tropas para enfrentarse al general Ignacio Zaragoza, so pretexto de negociar el pago de un préstamo por parte de Francia, del cual Juárez había pedido una prórroga, provocando un enfrentamiento bélico que a la postre se llamó la Batalla del 5 de mayo, uno de los más grandes orgullos de nuestro país. Los franceses eran un cuerpo expedicionario de más de siete mil hombres, fuerzas armadas que estaban compuestas por zuavos, soldados y marinos. Zaragoza mencionó en un telegrama al ministro de Guerra que él tenía tres mil 500 hombres; con la mitad se logró el triunfo.

Pero la historia entre el país galo y el nuestro viene de más atrás, de la época de la Colonia. Llegaron franceses integrantes de las órdenes religiosas, con los franciscanos, dominicos y jesuitas, incluyendo la cocina de las monjas. Una teoría del primer afrancesamiento se apunta en el siglo XVIII con los virreyes que emanaban de cuando los Borbones se integran a la nobleza española, con Felipe, duque de Anjou (Versalles, Francia, 19 de diciembre de 1683-Madrid, España, 9 de julio de 1746), quien asumió el trono de España como Felipe V en 1700, hijo de Luis de Francia, el Gran Delfín y de María Ana de Baviera, y nieto de Luis XIV y de su esposa María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España. En la lista de la Nueva España estarían profesionistas y expertos en diferentes ramas; cocineros, médicos, artistas, impresores, peluqueros y soldados. Sin embargo, no hay estimaciones de cuántos y quiénes eran. También llegaron de la misma América, una vez que terminó la Guerra de los Siete Años, y que Luisiana fue cedida a España en 1763, de manera natural existió un traslado de habitantes. Aparecen en documentos 700 franceses en el año de 1800.

En 1821 a la recién nacida nación mexicana entran los primeros “barcelonnettes”, una comunidad francesa de habitantes de los Alpes Bajos. Este grupo de trabajadores, con la identidad colectiva arraigada, fueron de los más sobresalientes en el siglo XIX. El primero que arribó a México fue Joseph Antonoine Couttolenec, se estableció en Veracruz en 1820, y posteriormente se trasladó a Puebla (1847), propietario de un molino de trigo, también de una hilatura de seda. Su hijo Joseph Coutollenc terminó por ser un general mexicano. Con los años desembarcaron los Caire, Manuel, Derbez, Ebrard, Jauffred… y muchos otros más, iniciando una tendencia importante en el comercio, la industria y la banca.
 

En la década de 1830 se estableció una compañía francesa en la región de Coatzacoalcos, punto estratégico para el proyecto de construcción de un canal interoceánico del istmo de Tehuantepec (cabe señalar que no es idea del gobierno actual). Después un francés, dueño de una fonda, se quejó ante el encargado de negocios de Francia de que había sido víctima de robo por parte de oficiales mexicanos, esta historia se fijó en el imaginario popular y se utilizó como excusa para provocar el conflicto que llamaron la Guerra de los Pasteles, fue la primera intervención francesa (1838-1839).

Sus costumbres, especialmente en su manera de comer, en sus técnicas e ingredientes, fueron un detonante en la gastronomía, acentuándose de manera importante con Maximiliano y Carlota.

De todas estas intervenciones, innumerables individuos y soldados decidieron establecerse en México, de hecho, algunos fueron considerados como desertores, que bien puedo haber sido su intención desde un principio. Los comercios de franceses empezaban a prosperar, expendios de ultramar y grandes almacenes vendían artículos que llegaban al puerto de Veracruz. Los conocimientos culinarios que contenían en su bagaje resaltaban entre la alta sociedad, sedienta de abandonar todo aquello que tuviera que ver con España, una reacción natural que provocó como consecuencia el afrancesamiento de nuestro país. Comenzaron a escucharse palabras como consomé, omelet, canapés, champiñón, mayonesa, croquetas, brochetas, crepas, suflés y volovanes.

Porfirio Díaz terminó por dar el tiro de gracia a los moles, sopes, pozole… inclusive a los elegantísimos chiles en nogada.

Por herencia histórica, la clase del poder volteaba a ver las costumbres europeas, haciendo menos a las originarias de nuestra tierra, que tuvieron que esperar hasta pasada la Revolución Mexicana para que la identidad se afianzara en las raíces ancestrales. Así pues, el sincretismo que legaron estos franceses provocó una diversidad culinaria importantísima para México. Quién podría rechazar unas deliciosas crepas con huitlacoche, ¡yo no!

Columna de Sonya Santos en SDP Noticias

Foto Pixabay

clh

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