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AMLO y el profundo desdén hacia la división de poderes

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AMLO busca hacer uso del poder de su palabra, amparado en sus altos índices de popularidad, para influir en las decisiones que corresponden en solitario a la Corte

AMLO y sus simpatizantes desdeñan abiertamente a la división de poderes, léase, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Como si las valiosas contribuciones del gran barón de Montesquieu a la ciencia política hubiesen sido echadas al basurero de la historia, el presidente de México y los legisladores de su partido, sintiéndose amos y señores del país, ejercen su poder para alcanzar sus objetivos políticos, en detrimento de la independencia del poder judicial.

Lo hemos visto recientemente. Apenas hace unos días, AMLO “pidió” a la Suprema Corte resolver los amparos relacionados con la industria eléctrica. En otras palabras, el jefe del Estado mexicano, rebasando las competencias conferidas en el artículo 89 constitucional, busca hacer uso del poder de su palabra -amparado en sus altos índices de popularidad- para influir en las decisiones que corresponden en solitario a la Suprema Corte de Justicia.

En el mismo orden de ideas, AMLO “hizo un llamado” a Norma Piña para que se iniciase una “reforma” en el Poder Judicial para combatir la corrupción. Traducido al lenguaje lopezobradorista, el presidente pidió a la ministra que actuase conforme a los “criterios de la autoproclamada 4T. ¿Cómo demonios se atreve el presidente de la República a “exhortar” a la Suprema Corte? ¿Dónde han quedado los principios de la división de poderes? ¿Y el espíritu de las leyes? ¿Cree el mesías tropical que su popularidad le habilita para violar la ley y la constitución?

No es un fenómeno exclusivo de México, sino que permea en un gran número de las democracias modernas. Veamos brevemente el caso de los Estados Unidos. En años recientes la polarización del país se ha reflejado en la composición de la Corte. En tiempos de Obama, la mayoría republicana en el Senado manejó espléndidamente la confirmación de Merrick Garland, chantajeando en el camino al presidente y a su gobierno a cambio de concesiones parlamentarias. En otras palabras, la degradación de la política ha golpeado duramente a la independencia de la Corte. Ejemplos como estos sobran alrededor del mundo.

En suma, AMLO, como tantos otros autócratas, demuestra un profundo desdén hacia la división de poderes. Mientras sus corifeos le aplauden como focas y celebran cualquier acto o declaración que salga de la entraña del presidente, él, como fuente de legitimidad democrática, se erige en pilar de la justicia, pasando por encima de las leyes, de las instituciones y del Estado constituido. Así obran los dictadores, y AMLO dista mucho de ser demócrata.

Columna de José Miguel Calderón en SDP Noticias

Foto Cortesía

clh

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