• Nación

La democracia cuesta. Más costoso es no tenerla

  • Municipios Puebla
La marcha terminó, pero ahora toca mandar una petición exigiendo a cada uno de nuestros diputados que vote en defensa del INE, expone Verónica Malo en su columna

Después del jolgorio y la efervescencia de las personas que asistieron a la marcha nacional en defensa del INE —también de quienes la siguieron remotamente— ¿viene la calma? Un único orador, 63 ciudades, miles de participantes en todo el país y el objetivo de defender al INE.

Mas lo que no sé si nos queda claro es que la marcha no era el fin, sino debiera ser apenas el comienzo. El inicio de un proceso de participación ciudadana más comprometida; una que lleve a los legisladores a votar en beneficio de sus representados.

Muchos de los que marcharon lucharon por años para que el INE existiera y con el tiempo tuviera legitimidad. ¿Cuántas veces los ciudadanos se enfrentaron al régimen en turno para que sus votos contaran?

Quizá por eso, porque no lo recuerdan o no formaron parte de ello, relativamente pocos fueron los jóvenes que asistieron a protestar ayer. Se da por sentado que la democracia, portar una credencial de elector y un INE autónomo son derechos que siempre estuvieron y siempre estarán. Damos por hecho una institución arbitral que permite llevar a cabo elecciones libres y donde todos podemos participar; desde votando hasta siendo parte de la organización y realización de la elección.

No siempre fue así. La falta de un árbitro imparcial permitió durante más de 70 años que México fuera gobernador por un partido hegemónico.

Y es ante ese atropello de la voluntad de las personas que se creó el Instituto Federal Electoral. Para el año 2000, este coronó la lucha de miles de ciudadanos que exigían un modelo de votación real. El Instituto certificó unas votaciones transparentes dando paso a la victoria de la oposición en la Presidencia. El mismo que en las elecciones del 2006, contando todos los votos de las casillas y secciones disputadas, supo de la cerrada victoria de Calderón sobre López Obrador. El INE que certificó el triunfo de Peña Nieto y sí, el mismo que garantizó elecciones limpias y transparentes en el 2018, donde López Obrador resultó ganador.

El Instituto Electoral como hoy lo conocemos es el resultado de un compromiso forjado durante décadas de los que han buscado un México democrático para sus hijos. Patrimonio de todos los mexicanos.

Probablemente por ello me produce dolor atestiguar que algunos de los que lucharon tanto por construir este contrapeso y garante, con el paso de los años ahora tienden hacia el autoritarismo. Más repugnancia, incluso, que lo que me provoca ver a figuras probadamente antidemocráticas, como son Elba Esther Gordillo, Alejandro Moreno o Roberto Madrazo, sumadas a la marcha.

¿Ya se le olvidó a la Cuarta Transformación que el árbitro que hoy persigue es el que puso las mesas electorales en el 2018 para que cientos de miles de ciudadanos cuidáramos de que se tratara —igual que en las otras ocasiones— de una elección limpia?

El presidente López Obrador ha olvidado que él, Morena y los partidos aliados han recibido más de 17 mil millones de pesos por parte del INE para todas sus actividades políticas en los últimos 25 años.

Así que ante su iniciativa de reforma —a meses de iniciar formalmente el calendario electoral—, donde el dispar “ganón” sería el partido en el poder (hoy Morena), es momento de defender al sistema electoral que actualmente existe. De preservar la convivencia, la competencia en la pluralidad, la estabilidad política, la autonomía e independencia de un órgano constitucional (¡y su presupuesto!) sin olvidar la transmisión pacífica de los poderes públicos.

Es el momento de defender el voto libre y secreto y continuar prohibiendo el voto de los muertos. Permitir la posibilidad de alternancia en cualquier proceso electoral, no solo la del presidente de la República.

El tiempo pasa. Hoy, el 57% de quienes cuentan con una credencial de elector han acudido a las urnas sin conocer o tenerse que enfrentar a las trampas, violencias y cochupos que acompañaron por décadas a los comicios en nuestro país. Generaciones enteras que no enfrentaron el fraude electoral, las urnas embarazadas, el ratón loco y tantas triquiñuelas…

Somos más de 94 millones de ciudadanos con credencial para votar (INE); de los cuales 54 millones de personas han participado en votaciones con una autoridad electoral independiente y con legitimidad más que probada.

Un INE que maneja un padrón con los datos de millones de ciudadanos y del que nadie cuestiona su confiabilidad; que tiene el mejor sistema de cómputo de votos, una impecable organización electoral incluyendo la logística de repartir las millones de boletas electorales, contabilizarlas (si bien lo hacen los ciudadanos) y recogerlas; los procesos para que los ciudadanos apoyen en las elecciones y para que se conozcan los resultados.

La marcha terminó, pero ahora toca mandar una petición exigiendo a cada uno de nuestros diputados que vote en defensa del INE y de los elementos que antes he descrito. Especificando que la reforma, la que propone en estos momentos —mal momento— la Cuarta Transformación, no pase.

La democracia cuesta, sí. Pero es mucho más costoso no tenerla. Eso ya debiéramos saberlo, pues ya lo vivimos.

SDP Noticias

Columna de Verónica Malo Guzmán

Foto: Especial

cdch

municipios_interiores: 

Encuesta

¿Usted ha recibido apoyos del gobierno del estado en el último mes?