Están el Mastretta y el Vuhl, más hechos por capricho, que por mercado. ¿Pero llegó la hora de un coche mexicano que compre la gente? ¿Ese coche consumirá gasolina?

Una marca mexicana es algo que no se ve desde los ochenta, cuando existió la marca Rambler de la VAM o Vehículos Automotores Mexicanos.

Fue un coche de verdad, uno que las familias compraban y se veía con frecuencia en las calles. En internet aún ofrecen esos modelos antiguos por más de 100 mil pesos.

En febrero, el secretario de Relaciones Exteriores se subió a un Zacua, un automóvil que cuesta unos 600 mil pesos y cuyos defensores aseguran fabricarlo en México. Tiene una particularidad respecto a otros intentos previos hechos en el país: es eléctrico.

Ya aquí expliqué antes sobre la “idiotez del coche eléctrico”, descrita así por un analista español que definió de esa manera la noble tarea de producir un auto que no contamine, hecha fácil desde hace mucho, a partir de un invento del siglo pasado de Nikola Tesla.

No es difícil fabricarlos, lo complicado fue venderlos, ante el dominio de las marcas tradicionales que junto con los gobiernos del mundo establecieron normas con las que hasta el momento solo podían cumplir éstas. Todo sumado a la ausencia de “electrolineras”.

Pero el mundo dio un vuelco a partir de la llegada del proyecto Tesla de Elon Musk, lo que motivó a gigantes como Ford a cambiar la ruta.

Precisamente esta compañía ha dado un ultimátum y una fecha límite a sus concesionarios: si quieren vender sus vehículos eléctricos, deberán invertir su propio dinero en el esfuerzo, cumplir con otros estándares de venta y agregar estaciones de carga rápida en sus ubicaciones. Ayer publicó el asunto el medio de tecnología Techcrunch.

Los concesionarios tendrán hasta el 31 de octubre para decidir y quienes lo hagan, podrán vender por principio la camioneta Ford F-150 Lightning, el crossover Mustang Mach-E y la camioneta e-Transit. Más están en camino.

Pero tanto Ford, como Tesla y otros, ofrecen modelos que rondan el millón de pesos como precio mínimo, de ahí la relevancia de encontrar modelos con precios más atractivos para los mexicanos, con ingresos de apenas una cuarta parte del que tienen los estadounidenses.

Quien levantó la mano para atacar ese nicho es Simon Zhao, un inmigrante proveniente de China, quien hace casi 15 años llegó a Tepeji del Río con un proyecto para fabricar paneles solares.

Su producto se hizo competitivo en mercados de California y Texas, lo que motivó el crecimiento de su empresa, Solarever, hasta instalar una nueva planta en Colima, desde donde puede exportar por el Pacífico.

Él mismo salió a la luz este lunes a un lado del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien presumió un proyecto encabezado por Zhao para invertir durante cuatro años mil millones de dólares en Zacoalco de Torres.

Su intención es producir ahí paneles y baterías que serán la base de un sistema completo de independencia energética para las personas. A la gente ofrecerá cargadores y autos eléctricos con piloto automático que serán producidos en ese pueblo del occidente nacional.

“Necesitamos más tecnología, más innovación para este país”, dijo Zhao en su turno. “No solo traemos inversión, sino tecnología”, añadió el empresario que hace meses me comentó sobre su intención de acercarse a un precio de venta de 300 mil pesos para su producto automotriz.

Ambos proyectos nacionales, Zacua y el de Solarever –cuyo prototipo fue nombrado SEV– persiguen la producción nacional de baterías. ¿De dónde van a sacar el litio?

México no es una potencia productora de este material, pero si la creación de LitioMx pretende aumentar la producción, conviene pensar un poco más allá.

Ese litio nacional bien podría convertirse en coches eléctricos mexicanos.

¿Pensará el presidente en el litio del modo en el que lo hace con el petróleo que pretende usar solo para las refinerías mexicanas? Por cierto, ¿piensa Andrés Manuel López Obrador en refinerías mexicanas de litio? Sin eso, ese mineral sirve de poco.