- Nación
Viene la otra sucesión presidencial, la de la SCJN
El pasado mes de agosto, el ministro presidente saliente de la corte suprema dijo que ha cumplido sus compromisos “en exceso”.
No sé si sea adecuada la palabra exceso —creo que pudo haber utilizado alguna más discreta— para referirse a que pudo hacer todo lo que ofreció ante de llegar a la presidencia de la SCJN. Pero, más allá de un vocablo probablemente hiperbólico, lo cierto es que Arturo Zaldívar Lelo de Larrea ha destacado como uno de los mejores juristas entre quienes han ocupado ese cargo. De ahí que se generara en la cúpula de la 4T una corriente de opinión para que se reeligiera al frente de la mencionada institución, algo que finalmente no ocurrió. Lo que sea, no era fácil ganar la confianza de un político como AMLO tan suspicaz porque ha sido traicionado muchas veces, pero Zaldívar lo hizo.
El ministro Zaldívar ha puesto la vara muy alta. Quien le reemplace deberá ser capaz de al menos alcanzarla. El hecho es que llegó la hora del hablar de la sucesión en la corte. El todavía ministro presidente también dijo en agosto que ya son los tiempos y que hay “compañeras y compañeros” a quienes les interesa la presidencia de la SCJN y que espera que todo el proceso se lleve con civilidad y respeto.
Cuando la preguntaron acerca de quiénes aspiran a ocupar su puesto, Arturo Zaldívar, entre risas, dijo que prácticamente todos los ministros y todas las ministras han mostrado algún interés, excepto quienes ya no pueden.
Si no me equivoco todas las personas que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación pueden presidirla, con la excepción de Luis María Aguilar Morales, quien ya tuvo el cargo, y del propio Zaldívar, imposibilitado para reelegirse.
La elección para designar presidente o presidenta de la corte es muy sencilla: votan solo 11 personas, esto es, los ministros y las ministras en una sesión solemne presidida por el decano—supongo que sea Aguilar Morales—, y ya está.
No es tan difícil ponerse de acuerdo. Para ganar se necesitan al menos seis votos. Según entiendo, si en una primera ronda nadie tiene esa mayoría, en una segunda votación solo participan quienes más votos obtengan. Teóricamente puede haber más rondas, pero en algún momento a alguien se elegirá. No tiene demasiada complicación el mecanismo.
Lo interesante, evidentemente, radica en la especulación. ¿Quiénes tienen más posibilidades de presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación? La disputa es entre dos grupos: prianistas y lopezobradoristas.
La lopezobradorista Ana Margarita Ríos Farjat podría ser mejor vista en el prianismo de la corte, pero creo que le faltaría apoyo en la 4T; su fuerza es su debilidad. Ha sido más leal a su criterio jurídico que a las necesidades políticas de Andrés Manuel, y eso es positivo. Pero por muy corte suprema que sea, no estamos hablando de una institución académica, de una peña de puristas jurídicos o de una barra de inocentes abogados, sino de un organismo fundamental para la estabilidad política del Estado mexicano. Entonces, sin respaldos importantes en el gabinete presidencial a Ríos Farjat se le complicaría alcanzar, si intentara hacerlo, la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Si quiere llegar deberá moverse bastante —y en forma acelerada— entre quienes mandan en la 4T. Ni modo, así es el sistema.
Si las tuviera, creo que no serían exitosas las aspiraciones de Loretta Ortiz Ahlf; los y las ministras prianistas no la dejarían pasar por su perfil absolutamente lopezobradorista.
Juan Luis González Alcántara Carrancá, también cercano a AMLO, podría lograr el consenso de ambos grupos —el de prianistas y el de aliados de la 4T—, pero me dicen que no le interesa presidir la corte. Si cambiara de opinión sería un fuerte candidato a suceder a Arturo Zaldívar.
¿Quiénes del grupo prianista de la corte podrían ser apoyados por la 4T? Veo a tres, en orden de mayor a menor probabilidad de conseguir el visto bueno de Palacio Nacional: (i) Alberto Pérez Dayán —su “¿quién soy yo para desprender hojas de la Constitución?” parece haber hechizado al presidente AMLO—; (ii) Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, ya que se portó a la altura de lo que esperaba el lopezobradorismo en la votación sobre la ley eléctrica, y (iii) Javier Laynez Potisek, un hombre del que he escuchado comentarios positivos entre gente que podría calificar de más o menos cercana a Andrés Manuel.
Desgraciadamente no es la hora de la ministra Norma Lucía Piña Hernández ni del ministro José Mario Pardo Rebolledo, quienes lo han hecho muy bien en la corte, pero que quizá han cometido la falta —o el acierto para realizar su trabajo con independencia— de no involucrarse más activamente en temas ciento por ciento de grilla política, que gusten o no son los que terminan siendo decisivos en los asuntos de Estado.
Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
Foto de Moisés Pablo en SDP
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