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La casa de Alito

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El gobierno federal sabía de todos estos abusos, excesos y negocios de Moreno Cárdenas en Campeche, pero guardó el expediente para cuando fuera útil políticamente

Las imágenes aéreas difundidas por medios de la casa del exgobernador de Campeche, hoy diputado federal y presidente del PRI, Alejandro Moreno, son una evidencia aplastante de corrupción. Claro, dirá el habilidoso y también escurridizo político campechano, ¡a ver, pruébela! Y con eso nos vamos. Esa es la historia de México.

Expresidentes, exgobernadores, exsenadores, exdiputados y hasta presidentes municipales que amasaron tal contundencia de bienes, ranchos, tierras, propiedades y, por supuesto, cuentas y contratos, que nunca jamás tienen que volver a trabajar.

¿Cuántos exgobernadores conoce usted que trabajen en una empresa, en un despacho, en alguna actividad profesional que no sean “sus negocios” o “sus empresas”?

Es la impunidad rampante del sistema político mexicano que no cambia ni se modifica.

Los señores y señoras servidores públicos, trabajan 15, 20 o más años para alcanzar posiciones de poder absoluto, de preferencia, gobiernos estatales. Y desde ahí construyen un emporio industrial, ganadero, territorial que garantice su retiro y el de sus hijos.

¿Cómo es posible que si dedicaron 15 o 20 años de su vida económicamente activa al servicio público de tiempo completo, alcanzó para construir negocios y empresas?

No cuadra.

Conozco a una senadora del PAN que ya tenía empresa antes de ser funcionaria. Es honesta y nunca ha cruzado los hilos de sus trabajo como funcionaria con los de su empresa, que desde hace años maneja su hija.

Conozco a un gobernador morenista, que entró y salió alternativamente del servicio público los últimos 30 años. Fue diputado, funcionario, secretario de Estado y hoy gobernador. Entre uno y otro encargo, compró y vendió propiedades, remodeló, re vendió, etc. Construyó un patrimonio inmobiliario que, desde fuera, parece limpio y honesto.

¿Cuántos secretarios de Estado aprovecharon su función para edificar negocios, otorgar contratos, favorecer familiares, posicionar empresas?

Es lapidario. No hay una sola investigación amplia y completa que detalle la bonanza de los exfuncionarios. Se retiran de por vida, ¿cómo no van a empeñar el alma en querer ser diputados, gobernadores, senadores? Cuando es regla conocida que el que pasa por ahí, tiene el futuro asegurado.

Conozco a un exgobernador del PRD, que hoy en día anda buscando “chambas”: una asesoría, un contacto para una conferencia, en fin, lo que se pueda.

Es la excepción. Todos los que veo son prósperos, tienen negocios, camionetas, escoltas, que ya no paga ninguna dependencia pública. ¿De dónde?

Layda Sansores, tan abocada a desprestigiar y evidenciar los excesos del “compound” Alito (canchas, boliche, albercas, residencia principal, de invitados, la envidia de cualquier exfuncionario europeo), es hija de un expresidente del PRI. En los tiempos en que eso garantizaba una posición y un nivel de vida para siempre. Seguramente no vive de forma austera, aunque milite junto a AMLO.

Todos se muerden la cola, porque la tienen muy larga.

¿Algo cambió en esta administración? No de fondo, tal vez ligeramente en la forma.

Ahí tiene usted al “Trampas” Bonilla siendo citado por un probable desvío, desfalco, peculado –escuche usted– por 12 mil millones de pesos en Baja California.

El gobierno federal sabía de todos estos abusos, excesos y negocios de Moreno Cárdenas en Campeche, pero guardó el expediente para cuando fuera útil políticamente.

Las grabaciones tienen años, y son como se ha dicho en exceso no sólo ilícitas, sino que realizadas por la inteligencia federal. ¿Por qué el mal llamado gobierno de la honestidad valiente no denunció el primer año al presunto corrupto exgobernador de Campeche?

Porque le era de utilidad al frente del PRI y controlando la bancada en la Cámara de Diputados.

En cambio, denunció y se fue en contra de Ricardo Anaya, quien se tuvo que refugiar en el extranjero, bajo una eventual figura de perseguido político –justo la que hoy pretende adjudicarse el propio Alito–. Anaya representaba cero capital y rédito político para la 4T.

Es lo mismo de siempre, con formas ligeramente distintas, pero igual.

A Javier Duarte de Veracruz lo encarceló el gobierno de Peña, mordiéndose la lengua por la flamante “nueva generación” de priistas; lo mismo sucedió con Roberto Borge de Quintana Roo. Alito pertenece a esa generación, y tal parece, compartió también hábitos y estilos semejantes.

Vamos a ver qué hace Morena con Bonilla, quien tiene muchas preguntas por responder.

Las casas de tantos políticos del membrete que usted quiera, son monumentos intocables a la impunidad y al reposado retiro, de quien con compromiso y entrega sirvió a la patria de forma corrupta y tramposa. ¡Viva México!

Columna La Aldea de Leonardo Kourchenco en El Financiero

Foto Cuartooscuro

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