El presidente AMLO se ha jactado, a lo largo de su carrera política, de buscar avanzar la democracia mexicana. Desde su llegada a la presidencia de México, no ha cejado en su empeño de impulsar reformas constitucionales que den forma a su proyecto político. Sin embargo, tal y como he señalado en este mismo espacio de SDPnoticias, una tarea queda aún pendiente: el establecimiento de la segunda vuelta presidencial.

Si bien AMLO ganó la presidencia en 2018 con la mayoría absoluta de los votos (53 por ciento) lo que hubiese hecho irrelevante en aquel año contar con el sistema de la segunda vuelta, se antoja sumamente improbable que en 2024 cualquier candidato (trátese de Ebrard, Sheinbaum, Samuel García, Lilly Téllez o cualquier nombre que se nos ocurra) alcance más de 30 millones votos, y con ello, la mayoría de los sufragios.

A pesar de la alta popularidad de AMLO, y del impulso que su espaldarazo ofrecerá al candidato de Morena, el presidente no estará en la boleta electoral. Por ello, no obstante el apoyo del macuspano y la maquinaria morenista, el candidato del partido oficial obtendrá un menor número de votos.

La segunda vuelta presidencial ofrece certidumbre y brinda una legitimidad democrática que supera a cualquier referendo. Bajo este sistema, si el candidato ganador no obtiene un porcentaje mayor al 50 por ciento de los votos, deberá enfrentarse al segundo lugar en una nueva votación que deberá tener lugar unos días después de la primera vuelta.

Entre los contras de una segunda vuelta se encuentra un mayor gasto público. Sin embargo, bajo el hipotético caso de una reforma constitucional en esta materia, la Cámara de Diputados deberá destinar mayores recursos al INE para que, a su vez, los partidos políticos organicen campañas electorales con un tono distinto al de la primera vuelta. A diferencia de ella, en la segunda vuelta los candidatos deben enfocar sus campañas en ganar la voluntad de los votantes de los partidos perdedores e independientes.

En este tenor, imaginemos al candidato de Morena (quien irremediablemente contaría con el apoyo de sus electores de base) moviéndose hacia el centro con el propósito de convencer a los votantes del PRI y del PRD. Por otro lado, el segundo lugar debería ser capaz de retener a sus propios votantes, y a su vez, sanar la división partidista; quizá un PAN en busca de sanar sus diferencias con MC o el PRD.

Entre los países de América Latina que tienen segunda vuelta se encuentran:

• Argentina
• Bolivia
• Brasil
• Chile
• Costa Rica
• Guatemala
• Salvador.

En otras palabras, México ha quedado rezagado en términos de la construcción de una verdadera legitimidad democrática.

En suma, derivado de la polarización política, México debe contar con una segunda vuelta presidencial. Desafortunadamente, nuestros políticos y legisladores han volteado hacia otro lado. Si hacia 2024 AMLO no ha impulsado tal reforma, si el PAN, MC o PRI (principales fuerzas de oposición) no son capaces de consolidar una alianza formal que permita una segunda vuelta de facto, y si el candidato ganador alcanza menos del 50 por ciento de los sufragios, México habrá dado una muestra más de nuestro endeble sistema democrático.

Columna de José Miguel Calderón en SDP Noticias

Foto SDP

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