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Jeremy Corbyn: un gran fracaso político
A algunos habrá sorprendido la presencia de Jeremy Corbyn el lunes pasado en la mañanera de AMLO. El político británico, luego de una larga presentación por parte del presidente mexicano, expresó sin cortapisas su entusiasmo por el gobierno de la autoproclamada Cuarta Transformación y por lo que el propio AMLO asegura representar.
Jeremy Corbyn es la representación misma de un correcto análisis de los problemas públicos pero un fracaso en la arena de la política. Nacido en el condado inglés de Wiltshire, Corbyn ascendió hábilmente los escalafones de su partido hasta convertirse, durante el gobierno de David Cameron, en el líder del Partido Laborista, a saber, la agrupación política que reúne a las izquierdas en el seno del Parlamento británico.
Corbyn es un hombre de izquierdas que abandera legítimamente los principios políticos en favor del combate contra el cambio climático, contra la pobreza, la desigualdad, y que, en suma, abraza las políticas dirigidas a combatir el acaparamiento de la riqueza por parte de un puñado de empresarios que ostentan el poder económico.
Luego del controversial gobierno del laborista Tony Blair, y de su sucesor, Gordon Brown, Corbyn fue capaz de reunir en torno a sí a un creciente electorado disconforme con la desigualdad que domina a la sociedad británica desde las privatizaciones implementadas durante la era de Margaret Thatcher.
A pesar de un buen diagnóstico, y quizá, de un auténtico deseo de revertir la gravísima desigualdad que asola al Reino Unido (se trata del país con mayores niveles de desigualdad en Europa, con índices cercanos a los de Estados Unidos) Corbyn falló en la lectura del electorado británico. El Partido Conservador, liderado sucesivamente por personajes como David Cameron, Theresa May y Boris Johnson, pintaron exitosamente a Corbyn como un líder extremista que buscaba imponer en el país un modelo socialista al estilo cubano o venezolano.
La torpeza de Corbyn le llevó mismo a expresar en algún momento su inconformidad con la existencia de una monarquía constitucional, lo que el electorado conservador interpretó como la voluntad del líder de la oposición de impulsar un modelo republicano. Ello supuso un ultraje a la mayoría de los británicos, quienes se identifican plenamente con la reina Isabel II, con su legado y con lo que representa históricamente la monarquía británica para los ciudadanos como símbolo de la unidad y permanencia del Estado.
Estos desatinos políticos condujeron a Corbyn y a su partido a una derrota estrepitosa ante el carismático Boris Johnson y los Tories. Este resquebrajamiento al interior del Partido Laborista propició su caída y el ascenso de Keir Starmer como un líder que ha buscado deshacerse de la mala reputación de los laboristas, y con ello, alcanzar espacios políticos que permitan a la izquierda británica soñar nuevamente con Downing Street.
El presidente AMLO, por su parte, ha expresado abiertamente su admiración por Corbyn y por su mujer, Laura Álvarez. Mientras ambos abanderan la lucha por la justicia, la intervención del Estado en la vida económica del país y la puesta en marcha de mecanismos conducentes a paliar la pobreza, AMLO ha sido exitoso en la conquista de voluntades, frente a un electorado obnubilado que le apoya ciegamente a pesar de los reveses. Corbyn, por el contrario, encarna uno de los fracasos más resonantes en la historia de la vida política del Reino Unido.
Columna de José Miguel Calderón en SDP Noticias
Foto Cortesía
clh