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Bolsonaro, el temerario

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Llegó a Nueva York, ufano y retador, a sabiendas de todas las restricciones que le caerían encima a falta de su vacuna contra covid-19

De los líderes amantes de la ficción, más aún cuando ellos son los protagonistas y también son quienes la cuentan. Un creador de falsas narrativas, pero también responsable de todas sus consecuencias.

Llegó a Nueva York, ufano y retador, a sabiendas de todas las restricciones que le caerían encima a falta de su vacuna contra covid-19, pero también aferrado a su idea demagógica de ser el último ciudadano brasileño en inmunizarse; peor aún, una creencia peligrosa: que su contagio en el verano de 2020 lo ha dejado inmune y sin posibilidad de ser agente de contagio. 

Esa incredulidad, pariente de una profunda ignorancia, llevó a Jair Bolsonaro a caminar por la Gran Manzana, a limitarse a comer en uno de los varios puestos de comida callejera, pizza en este caso, y a fotografiarse junto a su equipo. En NY, nadie puede ingresar a un establecimiento comercial sin su comprobante de vacunación ni cubrebocas, dos elementos a los que el presidente de Brasil se ha negado rotundamente. 

 

La posición de este mandatario frente a la pandemia, recuerda Vanessa Barbara, periodista en The New York Times, le ha dado al mundo varios de los más penosos y trágicos episodios: una campaña al inicio de la emergencia sanitaria, cuyo fin era atacar la idea de quedarse en casa; los varios cambios en la titularidad del Ministerio de Salud, como el mejor ejemplo del camino errante que se trazaba en el gobierno de Bolsonaro para enfrentar al covid-19.

Después llegó su contagio y no sólo generó esas postales en las que se acerca a reporteros y se quita el cubrebocas, ya con su positivo confirmado; o cuando encabezó eventos masivos con sus seguidores en los que se le veía, incluso comiendo; también lo convirtió en una herramienta para aferrarse a un tratamiento no probado en ese entonces y del que se generaron varias advertencias de autoridades médicas de Brasil y del mundo. 

Jair Bolsonaro, como Donald Trump, se convirtió en uno de los líderes más temerarios e irresponsables. No es calificativo a bote pronto: Brasil es el segundo país con más muertes por covid-19, está a un paso de los 600 mil; rebasa los 21 millones de casos acumulados.

En su expediente del manejo de la pandemia, también se anota que fue de los primeros países en recibir una propuesta de Pfizer para la compra de vacunas, pero no aceptó sino hasta siete meses después, pues su objetivo estaba centrado en la llamada inmunidad de rebaño.

Y aún con todo esto, ayer Jair Bolsonaro llegó a la Asamblea General de la ONU, sin vacuna y con el cubrebocas sólo para lo necesario.

En su participación defendió el que llamó “tratamiento precoz”, aquel de la cloroquina que tantas dudas despertó entre la comunidad científica; también se ufanó de haber sido un presidente que contuvo los efectos económicos del encierro, con su falaz campaña contra el confinamiento y la sana distancia.

La audacia, la criminal audacia, Bolsonaro dijo ante representantes de los países presentes en Naciones Unidas que será la historia la que diga quién estaba en lo correcto. A propósito, también reprochó que los medios de comunicación han jugado en su contra...

Columna de Yuriria Sierra en Excélsior 

Foto: Twitter jairbolsonaro

mgh

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