Yo jamás hubiera permitido que se hicieran los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Los hubiera cancelado y hubiera suspendido toda actividad de este tipo hasta que terminara la pandemia, como cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.

Qué pena por los organizadores, por el dinero invertido, por los patrocinadores y por los participantes. Primero lo primero.

Afortunadamente yo no soy nadie en este evento y lo que hemos estado viendo desde que comenzó ha sido hermoso, ha sido histórico, ha sido necesario.

Mis respetos para Japón, para su pueblo, para sus autoridades. Mis respetos para el Comité Olímpico Internacional, para los voluntarios, para los atletas.

Hasta que no se transmitieron las primeras imágenes entendí que hacer esto no era una necedad, era algo que le urgía a la humanidad entera, algo que los historiadores citarán con orgullo en los siglos por venir.

Tokio 2020 son ya los mejores Juegos Olímpicos de todos los tiempos y no, no lo digo por los récords, por las medallas ni por nada de eso. Apenas se están llevando a cabo.

Lo digo porque son los juegos que tuvieron todo en contra, los que se jamás se debieron hacer.

Y así, con la pandemia, el rechazo popular, los costos y más, muchos obstáculos más, se están llevando a cabo con una pulcritud, con un amor y con una calidad admirables.

Jamás en la historia de la humanidad unos Juegos Olímpicos habían mandado tantos mensajes tan fundamentales y mire que el antecedente de lo que ocurrió con Hitler es inmenso.

Tokio 2020 nos está llenando de luz en tiempos oscuros, nos está regalando esperanza cuando millones de personas estamos ahogadas en la desesperación.

Aquí se está hablando de unidad, de salud, de humildad, de ausencias, de respeto, de memoria, de inclusión, de personas con discapacidad, de cuestiones de género, de adultos mayores, de niños, de jóvenes, de tradiciones, de tecnología y hasta del combate a la corrupción.

No es casualidad lo de Brisbane 2032. No es casualidad que el espectáculo haya sido sustituido por el heroísmo, el heroísmo de los trabajadores de la salud de los cinco continentes, el heroísmo de quienes se la jugaron para que esto se llevara a cabo.

¡Y ni hablar del heroísmo de los atletas! Para estar en Tokio 2020 se necesita algo más que fuerza, algo más que velocidad, algo más disciplina. ¡Se necesita ser héroe!

Porque esas personas con discapacidad, porque esas mujeres, porque esos hombres, están arriesgando su salud, están arriesgando su vida de una manera que no alcanzaremos a entender hasta dentro de muchos años.

Y ahí están, entregándolo todo en el más grande homenaje que jamás se le haya hecho al deporte, demostrándonos lo que es el espíritu olímpico de verdad.

Hay que estudiar con detenimiento todo los que dijo y se hizo en la ceremonia inaugural porque hasta el uniforme de nuestros atletas celebró asuntos fundamentales.

Hay que apoyar y estar al tanto de todo lo que suceda en Japón hasta que la flama se apague porque, en la cúspide del simbolismo, por primera vez en muchos años, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 están de regreso en la televisión abierta privada nacional.

Sí, siempre los hemos tenidos en el cable, en Apps y hasta en los medios públicos, pero en México la fuerza la tiene la televisión abierta privada y hay una generación entera de mexicanas y de mexicanos que no sabía nada de esto.

Hay una generación entera de mexicanas y de mexicanos que, gracias a este retorno, está descubriendo unos Juegos Olímpicos.

¡Qué bonito que lo estén haciendo con Tokio 2020! ¡Qué maravilla que estén recibiendo todas estás lecciones cuando la tercera ola de COVID-19 nos está golpeando!

Por favor no espere nada en términos de “rating” o de ventas. Esto, por muchas razones, ya no es negocio. Pero es algo que se tenía que hacer precisamente por su relevancia histórica, editorial y moral.

¡Gracias, Tokio 2020, por callarnos a todos los que estábamos en contra de que esto sucediera! ¡Gracias por tanta luz!

Columna de Álvaro Cueva

Milenio

Foto:Archivoe

cdch