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PRI: los días contados
Como sucedió en los años 2000 y 2018, hoy suenan las torretas de emergencia advirtiendo el riesgo de muerte para el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Porque después de su derrota en ocho entidades (Campeche, Colima, Guerrero San Luis Potosí, Sonora, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas), resulta pertinente la pregunta de si los priistas podrán retener en 2022 Hidalgo y Oaxaca, donde Morena avanzó este 6 de junio.
En medio de este panorama con pronóstico reservado destacan los casos de Coahuila y Estado de México, donde hace dos semanas los buenos reflejos electorales del antes hegemónico partidazo se dejaron sentir en la ganancia de alcaldías y diputados, colocando a sus gobernadores como la gran excepción de la derrota priista: Miguel Riquelme y Alfredo del Mazo.
Con estilos diferentes en el trato con el gobierno, el coahuilense es frontal y el mexiquense opta por el bajo perfil, ambos emergen como sobrevivientes de la ola de cambio que Morena sigue representando para millones de mexicanos y de la capacidad de Palacio Nacional para que los mandatarios estatales renuncien a sus pulsiones partidistas.
Se trata de dos políticos priistas que se volverán imprescindibles para una oposición que ahora tendrá su mayor protagonismo en el Congreso, ante la cada vez más diluida Alianza Federalista, ese bloque de gobernadores que pronto se quedará sin sus principales integrantes y que se quebró cuando el desafuero de Francisco Javier García Cabeza de Vaca, mandatario panista de Tamaulipas, puso las barbas de todos a remojar.
Y aunque las circunstancias electorales de Coahuila y del Estado de México son diferentes, ambos gobernadores tienen algo en común: sus triunfos ocurrieron al margen de la dirigencia priista de Alejandro Moreno Cárdenas, quien trasladó a la cúpula del partido a Campeche, buscando infructuosamente salvar a Cristian Castro, su delfín y sobrino.
Riquelme y del Mazo, además, comparten el desafío de cerrar sus gestiones en 2023, capitalizando las respectivas fórmulas que esta vez frenaron la ola morenista. Y si bien ésta no fue en 2018 tan arrasadora en Coahuila, hay que reconocer que las tierras del grupo Atlacomulco fueron fértiles para la alianza PAN-PRI-PRD debido a que aquí contó el voto clasemediero y urbano de castigo de la zona centro de la República.
De manera que el Estado de México —donde del Mazo ganó de panzazo en 2017 y el PRI fue apaleado por Morena en 2018—, con un congreso ahora favorable a la coalición opositora, habrá de convertirse en la apetitosa antesala del 2024, dándole a los priistas ajenos a la dirigencia del partido importantes incentivos para abrir el juego y la toma de decisiones.
Y es que pronto también habrá exgobernadores —Quirino Ordaz, Héctor Astudillo, Claudia Pavlovich— interesados en cobijarse en el PRI, aun cuando la marca sigue pagando caro los escándalos del sexenio de Peña Nieto.
Pero a diferencia del PAN, donde sus expresidentes de la República y excandidatos presidenciales lograron aglutinarse en este proceso, en el PRI sólo quedan los golpeados gobernadores y las bancadas legislativas que, como sucedió en los tiempos de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa cuando gobernó el panismo, tendrán una relevancia crucial para la segunda parte del sexenio de la autoproclamada Cuarta Transformación.
Y si bien el coordinador de los senadores del PRI, Miguel Osorio Chong, cuenta ya con un rol protagónico en el contrapeso de las definiciones que traza el único parlamentario que hace política en Morena, Ricardo Monreal, con una diputación que pasará de 49 a 70 integrantes en San Lázaro, resulta entendible que los priistas sean los elegidos de Palacio para conseguir la mayoría calificada que requieren las reformas constitucionales.
Porque si Morena garantiza la incondicionalidad del PT y del PVEM, requerirá de 53 diputados más para el número mágico, una cifra que, como bien lo advirtió Buró Parlamentario esta semana, tampoco le alcanzaría con los votos del PRD y MC. Es decir que en Palacio siempre necesitarán de la mitad de la bancada del PAN o del 76 por ciento de los priistas de San Lázaro.
Sabedor de que los ojos de todos están sobre su capacidad de cumplir lo que discursivamente ha prometido, el dirigente priista se apresuró a nombrar ayer al próximo coordinador de los diputados, el exgobernador Rubén Moreira, a quien el presidente López Obrador le ha lanzado señalamientos de potenciales indagaciones.
Por eso, frente a las nuevas matemáticas del poder, la sobrevivencia del PRI y de las expectativas opositoras dependen de la sagacidad y de los fantasmas de esa mancuerna.
Así que antes del futurismo electoral, la pregunta es si Alejandro Moreno Cárdenas y el diputado Moreira resistirán a las presiones de Palacio. Hay priistas que desde ya apuestan que se doblarán. De modo que, si sucede lo contrario, habrá una hazaña qué contar.
Columna Retrovisor de Ivonne Melgar en Excelsior
Fotografía archivoe
clh