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El presidente del fraude

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López Obrador construyó el mito del fraude como la piedra fundadora de su movimiento. No debemos engañarnos: no es un demócrata

El presidente López Obrador ha lanzado sobre sus adversarios políticos a la FGR, la UIF y al SAT con fines electorales. En algunos lugares Morena se ha aliado al narco (como en Valle de Bravo) para sacar de la contienda a sus opositores. No olvidemos que López Obrador llegó al poder luego de un pacto con el gobierno de Peña Nieto para afectar la campaña de Ricardo Anaya a cambio de impunidad.

 

Contendió por la gubernatura de Tabasco en 1988 y en 1994, y perdió. Contendió por la Presidencia de la República en 2006 y 2012, y volvió a perder. En 2006 intentó revertir los resultados mediante el fraude. Secuestró Reforma durante meses. Presionó y agredió a los miembros del Trife. Desde la misma noche de la elección decidió mentir para hacerse del poder: salió a los medios a decir que había perdidos 3 millones de votos, mismos que habían sido colocados en un archivo electrónico que su partido consultó numerosas veces ese mismo día. Lo intentó todo: que el fraude había sido cibernético, que había sido a la antigüita, que lo había operado Elba Esther Gordillo.

El caso es que no hubo ningún fraude. Cuando el IFE tuvo que recontar el 9.0 por ciento de las casillas (porque el partido de López Obrador nunca solicitó formalmente –salvo en las calles– que se recontaran todos los votos) el recuento benefició a Calderón, que de este modo amplió su ventaja. El fraude de 2006 fue un mito, el mito fundador de su movimiento. Una mentira particularmente dañina. No le importó desprestigiar al IFE con tal de salirse con la suya.

Si tan seguro estaba de que se operó un fraude en 2006, ¿por qué al llegar al poder no ordenó la formación de una Comisión de la Verdad para investigar el caso? Mejor gastó millones en formar un comité cuyo fruto fue un manualito moralino que en averiguar qué pasó en realidad en aquellas elecciones.

Instrumentos a su alcance para conocer la verdad los tenía a la mano. Acceso al Archivo General de la Nación, a los archivos del Cisen, a los del Ejército y el INE. Más aún: al abogado que representó a Felipe Calderón ante el IFE en las arduas negociaciones poselectorales (Germán Martínez Cazares) en lugar de pedirle que revelara “la verdad”, le ofreció la dirección del IMSS; al que fue el presidente del PAN en 2006, Manuel Espino, lo nombró Comisionado del Servicio de Protección Federal. Dos funcionarios panistas de primera línea en el 2006 trabajaban para López Obrador en 2018, ¿por qué no les exigió decir “la verdad”? Porque no había tal “verdad”. Los mitos se desvanecen con la luz. Mejor conservar el mito que ponerse a investigar una verdad que podía resultarle contraproducente.

En el 2006 López Obrador intentó hacerse del poder recurriendo al fraude. En 2018, mientras Peña Nieto lanzaba a sus sabuesos de la PGR contra Anaya, el “demócrata” López Obrador guardó un prudente silencio. La suya es una Presidencia manchada en su origen. Volvió a recurrir a la trampa para lograr la sobrerrepresentación de Morena en el Congreso. Ahora mismo no vacila en utilizar los recursos del gobierno para enfrentar a sus adversarios. ¿Qué es lo que sigue? ¿Disolver el INE y que el gobierno vuelva a contar los votos? ¿Utilizar al Ejército para anular elecciones? ¿Pedirle al hijo del Chapo que le devuelva el favor de su liberación amenazando candidatos rivales? Tendremos que construir el futuro democrático de México a pesar de López Obrador.

Recordemos que antes de ser investido como presidente López Obrador orquestó una enorme operación fraudulenta. La consulta para cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco fue todo menos democrática. Se podía votar varias veces, la tinta indeleble se borraba con facilidad, el voto no era secreto, se instalaron casillas de forma mañosa (muchas casillas en Chiapas, ninguna en el aeropuerto ni en las colonias en donde residían los viajeros frecuentes), las preguntas fueron sesgadas, los que contaron los votos se llevaron las casillas a sus casas… Un fraude. El primero de este gobierno.

Han sido frecuentes las amenazas del presidente de desaparecer el INE, de quitarle presupuesto, calumnia frecuentemente a los consejeros, se ha entrometido de forma ilegal en los comicios, ha usado de forma miserable las vacunas con propósitos electorales, promovió el desafuero de un gobernador de oposición y ha sido incapaz de frenar el abierto proselitismo de “los siervos de la nación” a favor de Morena (abundan los videos). Ha declarado el presidente su abierta admiración por Lázaro Cárdenas, tal vez porque fue el primero de los presidentes del México contemporáneo en usar el fraude electoral como recurso de poder.

López Obrador construyó el mito del fraude como la piedra fundadora de su movimiento. No debemos engañarnos: no es un demócrata. Su propósito es otro: el poder absoluto concentrado en su persona. Alegará fraude en las elecciones del 6 de junio (ya lo está haciendo Mario Delgado). Será muy difícil que deje el poder por las buenas. Conviene tenerlo en cuenta de una vez.

 

Columna de Fernando García Ramírez

El Financiero

 

Foto: Archivom

cdch

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