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El año chino que no será

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Los vendedores callejeros rozan el corazón del barrio. También se suman algunos cantantes y merolicos

Es el mismo escenario donde se desarrolla la trama de la novela El complot mongol, de Rafael Bernal (México, 1915; Berna, 1972), quien describe:

Filiberto García se detuvo en la esquina de Dolores y Artículo 123. En la cuarta casa, la del chino Pedro Yuan, estarían jugando al póker, ese eterno póker silencioso y terrible. En los cuartos de arriba algunos chinos viejos estarían fumando opio. Ese negocio lo manejaba Chen Fong, solo Dios sabía para quién, pero no podía dejar mucho dinero, porque los fumadores cada día eran más viejos y más pobres.

Es la misma calle de Dolores, corazón del Barrio Chino, que hace décadas lo fundara un grupo de emigrantes asiático, entre ellos José Maxr, propietario del restaurante Hong King, el cual sirvió de set para filmar la ya clásica novela cuyo personaje principal se unta una loción de la marca Yardley y fuma Delicados sin filtro, símbolo de aquellos hombres rudos.

Es el mismo lugar donde Kexin Zhu, nieta de don Pepe, desde su niñez atestiguaba los festejos del Año nuevo chino, pero que por primera vez, en 35 años, un virus letal que recorre el mundo les impedirá celebrar.

La joven mexicana está consciente que durante el presente mes será imposible llevar a cabo los festejos en México, que este año toca venerar al Buey de metal, símbolo de abundancia, prosperidad, fortuna y suerte, de acuerdo al calendario del llamado Gigante asiático.

Algo similar piensa su tío Jesús Esparza, fundador de la Asociación de Empresarios del Barrio Chino, quien en 2018 encabezó la remodelación de la calle principal y sus alrededores.

—Sí –confirma Esparza-, desde avenida Juárez hasta la calle de Ayuntamiento se integró con elementos de la cultura china; está el faisán, los leones o perros; los símbolos de Ciudad de México, en la calle de Artículo 123 y Dolores, y el arco de la Puerta Luna.

Un dejo de nostalgia se refleja en ambos, tío y sobrina, sentados en torno a una mesa dispuesta al aire libre.

—Antes, la tradición era celebrar en casa.

—Exacto –admite Esparza- , pero entonces los comensales se empezaron a dar cuenta de eso y los comerciantes sacaron los leones a bailar y prendían fuegos pirotécnicos. Ya después la misma gente empezó a preguntar: ¿cuándo es el año chino?

Por la mente de Kexin Zhu, de 21 años, pasan aquellas imágenes carnavalescas de cada año, a partir de su infancia, con la intervención de las figuras de dragones, perros y danzantes.

—¿Cómo lo recuerdas?

—Era de venir ayudar a la familia en lo que fuera: lavar platos, vender mercancía, atender a los clientes; sí, desde chiquita –dice Kexin.

—Y qué opinas de que por primera vez no sucederá.

—Pues igual, como dice mi tío, es una festividad que vamos a extrañar mucho y que ojalá se pueda hacer el próximo año.

Jesús Esparza, dueño de un restaurante de ramen llamado Botanería oriental Min, casado con una tía de Kexin, confirma que está descartada la celebración popular, aunque sí abrirán los negocios y ofrecerán algunas promociones, siempre respetando las medidas sanitarias.

—Por primera vez…

—Sí, ya que no son las condiciones adecuadas. Por la seguridad de todos, porque cada año vienen de dos mil a tres mil personas.

Por la seguridad de todos.

Lo recalca.

***

La noche empezaba a invadir de grises sucios las calles de Luis Moya, y el tráfico, como siempre a esas horas, era insoportable. Resolvió ir a pie. El Coronel lo había citado a las siete. Tenía tiempo. Anduvo hasta la avenida Juárez y torció a la izquierda, hacia el Caballito. Podía ir despacio. Tenía tiempo. Toda la pinche vida he tenido tiempo. Matar no es un trabajo que ocupa mucho tiempo, sobre todo desde que le estamos haciendo a la mucha ley y al mucho orden y al mucho gobierno. En la Revolución era otra cosa, pero entonces yo era muchacho. Asistente de mi general Marchena, uno de tantos generales, segundón. Un abogadillo de Saltillo dijo que era un general pesetero, pero el abogadillo ya está muerto. No me gustan esos chistes. Bien está un cuento colorado, pero en lo que va a los chistes, hay que saber respetar, hay que saber respetar a Filiberto García y a sus generales. ¡Pinches chistes! (Página 9, El complot mongol, editorial Joaquín Mortiz)

***

Y a pesar de todo renace el colorido del Barrio chino, aderezado con la presencia de vendedores ambulantes, que también tratan de sobrevivir con su invasión de la calle de Dolores, desde avenida Juárez y adyacentes banquetas, donde incluso venden tacos de cabeza.

Los vendedores callejeros rozan el corazón del barrio. También se suman algunos cantantes y merolicos.

 

 

Columna de Humberto Ríos Navarrete

Milenio

 

 

Foto: mas-mexico.com.mx

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