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Con Biden, a AMLO le llega la hora de probar que sus promesas de acabar con la corrupción y luchar por los derechos humanos en México no son solamente retórica

Pobre AMLO, tan cerca de Trump… y tan lejos de Joe Biden. El presidente López Obrador, que se había acomodado tan bien con el xenófobo, misógino, antimexicano de Trump y de pronto ya no lo tendrá más en La Casa Blanca. ¿Qué le espera a la relación bilateral a partir del próximo 20 de enero que asuma el poder Joe Biden? Empezando por lo complicado, la relación arranca con tensiones en materia de seguridad y política energética. En seguridad lo más complejo estará, desde el primer minuto, en la cooperación.

La Ley de Seguridad Nacional que envió el presidente al legislativo el 7 de diciembre y que ya fue aprobada en el Senado y Cámara de Diputados tomó por sorpresa al gobierno de EUA – primer problema. Esta ley generará ganancias para los grupos criminales que verán poca cooperación entre ambos países por las prohibiciones y reglas que impone en el trabajo conjunto de inteligencia. En política energética, a La Casa Blanca llega el equipo más preocupado y dispuesto a ocuparse en lograr que EUA sea un país que utilice energías limpias y renovables y deseche las fósiles, sucias y caras.

Biden ha decidido crear un nuevo puesto en el gabinete para John Kerry como zar para el cambio climático. Esto anticipa un choque de trenes con un Andrés Manuel López Obrador y su política energética que es el exacto opuesto: enfocada en rescatar a Pemex vía la renación y llevándose entre las patas a la CFE a la cual obliga a producir energía con el combustóleo que nadie más le compra a Pemex.

Entre los puntos de convergencia está el comercio y la migración. Entre todos los principios neoliberales, el único que el presidente López Obrador no ha decidido tachar de su lista es el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC. La convergencia que se ha logrado en esta área entre México y EUA es tan grande que por más que Trump quiso deshacerse del tratado original, el TLCAN, no pudo y lo reacomodó. Biden va a ser, de entrada, un presidente más institucional. En el ámbito comercial esto significará que dejaremos de ver las políticas nacionalistas de “America First” que llevaron a Trump a imponer tarifas y aranceles de forma abrupta y unilateral, muchas veces simplemente anunciadas a través de twitter.

 Con Biden ya no veremos esto lo que será una primera buena señal, aun tomando en cuenta que el próximo presidente deberá hacer buen malabarismo para empujar y apoyar el libre comercio con México y darle gusto a los votantes de cuello azul de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania que le ayudaron a ganar la elección y sienten que el TLCAN y ahora el TMEC son la causa de la caída en su nivel de vida y desempleo. Lo mismo puede decirse en migración. Ya no veremos la amenaza sorpresiva de imponer tarifas arancelarias a cambio de que México haga el trabajo sucio. Biden ha anunciado que buscará un camino legar para los Dreamers.

Entre ellos, la mayoría son méxicoamericanos. Más allá de estos migrantes, Biden ha anunciado que las deportaciones van a ser revisadas lo mismo que la política de asilo que incluye el ‘Remain in México’ que ha complicado tanto la zona fronteriza del país al no tener la capacidad de recibir y mantener a los centroamericanos que se quedan atorados en lo que se resuelve su situación. Las áreas de oportunidad estarán en combate a la corrupción y respeto a los Derechos Humanos. Con Biden en La Casa Blanca a AMLO le llega la hora de probar que sus promesas de acabar con la corrupción y luchar por los derechos humanos en México no son solamente retórica.

 

Columna de Ana Paula Ordorica

El Universal

 

 

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